El escritor Gustavo Martín Garzo reflexiona en su última novela sobre la necesidad que el ser humano tiene del arte que, asegura, surge del miedo a que la vida «deje de decirnos cosas» y por eso considera que es una religión «sin doctrina y sin iglesia».
La rama que no existe, publicada por Destino, es la nueva novela de Martín Garzo, una historia sobre el poder salvador del arte en una historia protagonizada por tres personas, que se relacionan desde sus respectivas soledades.
«¿Por qué tenemos necesidad de cosas que no tienen una utilidad definida como una poesía o un cuadro?», se pregunta Martín Garzo (Valladolid, 1948) en una entrevista con Efe, una cuestión que cree que suscitará la novela en el lector.
En su caso, señala Martín Garzo, el arte es necesario para mantener vivas las grandes preguntas que se realiza el ser humano, aunque en la actualidad se haya transformado en algo «decorativo», en una experiencia de ocio y entretenimiento.
El narrador de su libro es un profesor de ciencias en un instituto de secundaria de un pueblo del Cantábrico cuya vida cambiará cuando conoce a Claudia, la enigmática nueva profesora de literatura de quien se enamorará en secreto.
El tercer personaje de la historia es Eduardo Blanchard, un pintor que vive retirado en un pueblecito cercano y que, desengañado de todo, lleva años sin pintar. Entre él y Claudia surgirá una historia de amor de la que el narrador irá dando cuenta a través de los años.
Blanchard (un personaje de ficción pero que está emparentado en la novela con María Blanchard, la pintora cántabra coetánea de Juan Gris y Pablo Picasso) es un artista que deja de pintar «porque la vida deja de decirle cosas», y a través de él Martín Garzo habla de la soledad del arte. Porque la escritura, como cualquier otro arte, «es una tarea muy solitaria, casi secreta» que hace que el autor se plantee a menudo si lo que hace sirve para algo y en muchos casos abandone. Pero Martín Garzo insiste en que las personas necesitan el arte: «Necesitamos la novela, la poesía, la música, la pintura… porque surgen del miedo a que la vida deje de decirnos cosas, y eso es lo que las hace valiosas».
A pesar de que esta novela parece más realista que otras anteriores del autor, como La ofrenda, en la que recuperó el mito de la Bella y la Bestia, Martín Garzo sostiene que también hay cuestiones que escapan a la razón, como es habitual en su literatura, en la que explora el territorio de lo oculto. Y expresa su sospecha de que sobre cada escritor pesa una «maldición», la de escribir una y otra vez el mismo libro a pesar de que sean diferentes para los lectores.
En la novela también aborda el sentimiento de la culpa, un concepto que, considera, «últimamente está muy denostado»: «Vivimos en un mundo contrario a asumir la responsabilidad y la culpabilidad».
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