Cuando Holmes y Watson recibieron en sus habitaciones la inesperada visita de la señora Danvers no se pudieron imaginar que iban a enfrentarse a uno de los casos más extraordinarios de su carrera, y que de paso iban a cerrar otro que tenían pendiente desde hacía veinte años, pero no adelantemos acontecimientos y empecemos por el principio.
La señora Danvers era el ama de llaves de Malfoy House, esplendorosa y antigua mansión edificada muy cerca del famoso conjunto megalítico de Stonehenge, situado en el condado de Wiltshire, al sudoeste de Inglaterra.
La señora Hudson, en vez de servirle un té, consideró más oportuno hacerle una tila muy cargada, como le sugirió Watson, que la visitante tuvo que tomársela utilizando las dos manos, ya que con una sola hubiera sido imposible, dado el temblor de sus manos. Durante la escena, tanto el detective como su ayudante permanecieron en el más absoluto y prudente silencio, ya que sabían de antemano que ante esta penosa situación era mejor no hacerle el menor caso y hasta intentar no mirarla directamente a la cara.
Al cabo de unos minutos la señora Danvers, cuando la tila empezó a hacerle efecto, pidió educadas disculpas y se dispuso a contar con voz balbuciente su historia.
—Como ya les he dicho, hasta ayer fui el ama de llaves de Malfoy House, mansión donde llevo trabajando desde hace más de veinte años. Nunca he recibido la menor queja ni reproche de mis señores, Lord y Lady Stephenson, y yo tampoco tengo nada que reprocharles. En esa ilustre casa he pasado los mejores años de mi vida y la tranquilidad y paz interior han sido la divisa de mi existencia.
»La semana pasada me levanté de la cama cuando el sol estaba ya muy alto y lo primero que pensé era que la segunda doncella no me había despertado para organizar el servicio del desayuno. Acudí a su habitación y vi que la cama estaba vacía y bastante ajada, como si no se hubiera usado en mucho tiempo. De inmediato bajé a buscar al mayordomo, el Sr. Hopkins, llamé repetidamente a su puerta y no obtuve respuesta alguna. Lo mismo hice con los miembros del resto del servicio, obteniendo idéntico resultado. Sorprendida por la serie de extrañas coincidencias, me armé de la fuerza necesaria para acudir al dormitorio de Lord y Lady Stephenson para preguntarles respetuosamente si había ocurrido algún acontecimiento que hubiera motivado la ausencia de todo el servicio. El silencio absoluto fue la respuesta. Sobra decir que antes de tomar esta determinación visité la cocina y todas las dependencias de la enorme casa, sin hallar persona alguna.
A medida que la señora Danvers narraba los acontecimientos que acababa de padecer la mirada de Holmes parecía volver al pasado, su gesto se tornó enormemente confuso, sus ojos vibraron con una especie de fulgor inusitado y sólo se le ocurrió preguntarle al ama de llaves por qué se había dirigido a él en vez de acudir a la policía.
Ella contestó que su señor, Lord Stephenson, siempre le había hablado en un tono sumamente elogioso de su amigo el señor Serlock Holmes y cuando se fue a vivir a esa enorme mansión en Stonehenge fue contra el consejo del detective, quien se llevó un gran disgusto por ello, ya que los monumentos megalíticos del condado de Wiltshire ejercían sobre su amigo una rara influencia negativa. Sobre todo cuando determinados planetas entraban en conjunción.
Holmes se puso en pie, procurando contener la excitación, escogió uno de sus preciados libros de recortes y buscó en el índice, que el mismo había escrito de su puño y letra, «casos sin resolver» y allí pegado con gran esmero había un recorte del Times que narraba un extraño suceso relacionado con una mansión situada al sudoeste de Inglaterra de la cual todos sus habitantes habían desaparecido de un día para otro sin dejar rastro.
—Lo que usted me cuenta —dijo Holmes perplejo— sucedió veinte años atrás. Investigué el caso poniendo en él toda mi inteligencia, dado que los Stephenson eran amigos íntimos, pero el asunto de Manor House fue uno de mis más sonados fracasos. ¿Se puede saber, señora Danvers, dónde ha estado usted todo este tiempo?
—Le juro, señor Holmes, que hasta ayer por la noche estuve al servicio de los Stephenson —exclamó el ama de llaves entre contenidos sollozos.
—Watson, este caso no es publicable y debe usted incorporarlo a los casos sin resolver, concretamente junto al caso del balandro Alicia.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: