El escritor Alan Hollinghurst, que recorre en su última novela, El caso Sparsholt, más de medio siglo de vida británica, cuando la homosexualidad debía vivirse de modo clandestino, ha dicho que siente un mayor interés por el pasado porque «es más fructífero que el presente».
En la presentación en Barcelona de El caso Sparsholt (Anagrama), Hollinghurst ha admitido este martes que, sumadas todas sus novelas, ofrece «un retrato de la vida en el Reino Unido», aunque ha precisado que «no fue algo preconcebido y nunca tuve una pretensión histórica».
Las novelas surgen en su mente, ha comentado, de manera misteriosa, que ni él mismo puede explicar: «Hay temas que me interesan y los abordo, pero nunca he querido estudiar la vida británica, ni tampoco tengo interés en hacerlo como un historiador».
Afirma el autor que desde siempre le ha atraído el pasado, porque es «más fructífero que el presente«, y confiesa que le gusta «rastrear, aunque no de manera sistemática, la historia del mundo homosexual, especialmente en el período en que era secreto e ilegal».
A su juicio, el mundo en el que la vida se mantiene oculta es mucho más atractivo literariamente, porque «todo lo relativo a la privacidad es más fascinante que todo lo expuesto abiertamente».
«El caso Sparsholt» comienza en octubre de 1940, cuando llega como estudiante a la elitista universidad de Oxford el apuesto David Sparsholt, que aunque no pertenece a la clase alta traba amistad con un grupo de jóvenes de posición más elevada que habían montado un club literario al que pretendían invitar a reputados escritores, como Orwell, Stephen Spender, Rebecca West o el padre de uno de ellos, A. V. Dax.
Su hijo, Evert Dax, será uno de los amigos que se sentirán atraídos por el magnetismo de Sparsholt, en una época en que la homosexualidad debía vivirse en la clandestinidad.
A partir de este punto de partida, la novela recorre más de medio siglo de vida británica y llega hasta nuestros días a través de tres generaciones, componiendo en conjunto un fresco histórico.
Mientras Londres sufre el infierno de los bombardeos nazis (Blitz) y el futuro del país resulta incierto, Oxford es una suerte de limbo donde los jóvenes exploran los placeres de la cultura, la amistad y el deseo, sabedores de que en cualquier momento los pueden llamar a filas.
La idea del «Blitz», que está en algunas novelas de Grahan Greene o más recientemente en Ian McEwan, fue, según ha explicado Hollinghurst, «un período fascinante», pues aunque hoy se ve con distancia, «era el segundo año de la guerra, se pensaba que seríamos vencidos y ahora he intentado captar esa incertidumbre, ese temor y esa angustia».
Hay diversos estudios sobre ese período que demuestran que fue una época con mucho sexo al anochecer, cuando no se podían encender las luces. «La gente iba a los refugios y el miedo a morir despertaba una carga erótica que he querido explorar ahora desde la literatura».
Sin embargo, Hollinghurst «no quería escribir sobre Londres, sino ambientar la historia a 70 kilómetros, en Oxford, adonde se trasladaron muchos servicios, como la Escuela de Bellas Artes o algunos departamentos de los servicios secretos. Allí, los estudiantes vivían con la incertidumbre de ser llamados en cualquier momento a filas».
Para Hollinghurst, «la novela está cobrando un nuevo atractivo, seguramente por contraste con los mensajes cortos de las redes sociales, y quizá sea el único medio idóneo para trasladar la complejidad de la vida real».
Anuncia el escritor británico que su próxima novela será totalmente diferente, aunque comparta «esa idea de algo enterrado que al cabo del tiempo surge a la luz».
En relación al título misterioso de su novela, Hollinghurst ha asegurado que le gusta tener «títulos que no se entienden hasta el final del libro, y a veces ni entonces», y en este caso cree que «el lector va reinterpretando el título, y podría evocar el famoso caso Dreyfuss, o una historia de Agatha Christie detectivesca».
El tema homosexual, habitual en su obra, ofrece un atractivo añadido para el escritor, especialmente en una época en la que podía resultar, si afloraba, «un escándalo público», siempre sujeto al «escrutinio y análisis tanto por parte de los tribunales como de la prensa».
Esa doble moralidad arranca en la época victoriana, en la que Oscar Wilde, precisa Hollinghurst, creó «la imagen pública de lo que era la homosexualidad en Gran Bretaña, con un impacto tanto desde un punto de vista social como artístico».
Según la editora Silvia Sesé, aunque se ha dicho que el libro sigue la herencia de Henry James, la novela es claramente hollinghurstiana, con elementos característicos, como «el silencio, el arte de la elipsis, finales abiertos, e incluso la capacidad de percibir lo que no se entiende».
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