En todas las entrevistas hay una pregunta que se repite. En la mayoría de los festivales y presentaciones siempre hay un lector o lectora que levanta la mano para expresar lo curioso que le parece encontrarse con un Sargento de Infantería de Marina que escribe novelas. Incluso algún que otro periodista lo ha visto claro a la hora de montar el titular en prensa, como si fuese una rara avis del sector editorial. Y estoy convencido de que lo hacen con toda la buena voluntad del mundo. No van por ahí los tiros.
Solo que no me parece del todo justo.
Me explico.
La Infantería de Marina española es la más antigua del mundo. Aunque alguno de vosotros no se lo crea, nuestros infantes tienen más tiros dados y trincheras cavadas a las espaldas que esos Marines de los Estados Unidos que tanto salen en las películas. Es algo parecido a comparar un chuletón de retinto a la brasa con una hamburguesa del McDonald’s. Con todos mis respetos. Pero el Real Decreto 1888/1978 fija el 27 de febrero de 1537 como la fecha de la antigüedad del Cuerpo, lo que convierte a la Infantería de Marina española en la más antigua del planeta. Por delante, incluso, de la británica, la francesa o la holandesa. Fue en esa época cuando el rey Carlos I ordenó fundar una serie de grupos de arcabuceros cuya misión fuese combatir sobre las galeras españolas. Eran las llamadas Compañías Viejas del Mar de Nápoles.
Total, que fuimos los primeros en crear una unidad anfibia de soldados preparados para embarcar en buques de la Armada y desplegar en tierra. Solo que por entonces iban armados con arcabuces y ahora tenemos chalecos antibalas, ametralladoras y fusiles de precisión.
¿Y por qué os suelto toda esta brasa? ¿Qué hace Fopiani hablando de fechas y reales decretos? ¿Es que le ha sentado mal el final de Juego de tronos?
No.
Bueno, sí.
Pero no.
Lo que vengo a transmitir es que no soy ni seré el único que compagina la milicia con las letras. No soy un caso tan raro como la gente suele pensar. Podrán entender que a lo largo de los casi quinientos años de historia que tiene el cuerpo ha existido algún que otro Infante de Marina que también se ha interesado por la literatura.
No sé si les suena el nombre de un tal Miguel de Cervantes.
Autor de la novela cumbre de la literatura en lengua española con más traducciones en el extranjero y uno de los escritores más reconocidos a nivel mundial. Sí. El creador de Don Quijote de la Mancha también fue Infante de Marina. Combatió en la batalla de Lepanto como soldado, integrado en la compañía del capitán Diego de Urbina, en el Tercio de Miguel de Moncada. En el memorial que dirigió a Felipe II quedó reflejado que se alistó en 1570, donde solicitaba unas vacantes en los virreinatos americanos que al final no le concedieron, cosa que sigue pasando quinientos años después, no se crean. Yo aún ando llorando por las esquinas para que me concedan una vacante en Cádiz, por aquello de poder estar con la familia. Cosas de la mili. También existen varios asientos económicos de algunas pagas y una serie de declaraciones de compañeros que afirmaron que seis meses después de Lepanto se alistó, junto con su hermano Rodrigo, en el Tercio de la Armada del Mar Océano del Maestre don Lope de Figueroa. Con ese Tercio participó como soldado de Mar (lo que hoy en día se llama Infante de Marina), en las expediciones navales de Navarino, Corfú, Bizerta y Túnez y en la campaña de las Azores, embarcado en el galeón San Martín, al mando del propio Lope de Figueroa. Tras la victoria en las Azores, Cervantes ensalzó en sus escritos al almirante don Álvaro de Bazán, denominándolo como rayo de la guerra y padre de los soldados y venturoso y jamás vencido capitán.
Una de las figuras más representativas de la literatura de nuestro país fue Infante de Marina. ¿Lo sabían?
Pues seguimos.
Seguro que el siguiente nombre os hace liberar una sonrisa sentimental por debajo de la nariz: Eduard Punset.
Dueño del cariño de todos los españoles y protagonista en la prensa de los últimos días, adjunto una foto con el uniforme, para que veáis que es verdad. Que no miento. Que una de las mentes más prestigiosas y privilegiadas de este país también sirvió durante una etapa de su vida a la Infantería de Marina. Autor de numerosos ensayos sobre divulgación científica y director del mítico programa Redes (madre mía, cuánto lo vamos a echar de menos) donde trataba temas como la sociología, la medicina, la psicología, la biología o astronomía, entre otros.
Estoy convencido de que habrá encontrado muchas de las repuestas que ha perseguido a lo largo de toda su vida ahora que se encuentra más allá de las estrellas.
Guardamos un minuto de silencio antes de dar paso al siguiente.
Félix Lope de Vega, integrado en el Tercio de Armada, participó en la campaña de las islas Azores (1582-1583). De hecho, es a él a quien se le atribuyen los famosos versos que le dedicaron al almirante don Álvaro de Bazán tras conseguir la victoria:
El fiero turco en Lepanto,
en la Tercera el francés
y en todo mar el inglés,
tuvieron al verme espanto.
Rey servido y Patria honrada
dirán mejor quien he sido
por la cruz de mi apellido
y por la cruz de mi espada.
Luego, en el intento de invasión de Inglaterra, también estuvo presente junto con su hermano Juan, en este caso en la Gran Armada que estaba preparando Felipe II para destronar a la reina Isabel I. En esta desgraciada campaña, con el desenlace ya conocido, Félix Lope de Vega estuvo embarcado en el galeón San Juan. El dramaturgo consiguió sobrevivir, pero su hermano murió durante las penurias que las dotaciones sufrieron en su larga y triste travesía de vuelta a España. Ahora es cuando aparece la imagen de un abuelo con las zapatillas a cuadros sentado en un sillón que dice: «Eso eran guerras, y no las de ahora. Cagondiós».
Lope de Vega reflejó todas estas experiencias en sus obras, especialmente en La dragontea, donde se jactaba de las derrotas sufridas por uno de sus mayores enemigos, el corsario inglés Sir Francis Drake. En total se le atribuyen más de tres mil poemas, siete novelas y varios centenares de comedias.
Bah, casi nada.
Otros escritores como Juan José Navarro, Francisco de Paula y Amieba, Jose Enrique Rivas Fabal o Ramón Rodríguez Delgado son solo algunas muestras, breves pinceladas, de que esos bichos raros a los que se les suele denominar hombres de armas (y hoy día, afortunadamente, mujeres de armas) nunca han estado desligados del mundo de la cultura y la literatura.
Y sí. Habéis acertado.
No soy tan ilustrado ni estoy tan instruido como para recopilar toda esta documentación histórica yo solo. De hecho, varios pasajes de este texto están extraídos del libro Desde 1537, de Jesús Campelo Gaínza, a quien debo agradecer que me haya ayudado y asesorado durante la escritura de estos cuatro párrafos.
Así que ya sabéis, periodistas, periodistos. Lectoras, lectoros. No es tan raro encontrar escritores en las Fuerzas Armadas. Solo hay que repasar un poco las páginas de la historia para recordar que muchos de los autores más reconocidos de nuestro país pertenecieron al mismo cuerpo al que sirvo en la actualidad. Y conste que lo último que pretendo con este artículo es comparar mi trabajo con el de cualquiera de los nombres que han aparecido en estas líneas. Nada más lejos. Si comparásemos, podríamos decir que yo aún no sé ni mirarme la talla de los calzoncillos en esto de juntar letras.
Me honra. Claro que es un orgullo que a los lectores les llame la atención que compagine ambos oficios. Pero no es de justicia que esto provoque una sensación de extrañeza. Ni que se trate como un tema aislado.
Es curioso, sí.
Pero no raro.
Hay otros muchos hombres que lo han hecho antes que yo a lo largo de la historia. Y bastante mejor, además.
Los tiempos van cambiando. La rueda del progreso sigue su curso y parece hacerlo en la dirección correcta. Por eso me despido de vosotros haciéndoos participe de una certeza que lleva tiempo rondándome la cabeza: estoy convencido de que no tardaremos en conocer el nombre de alguna mujer que se sume a esta lista.
Hola, es posible que lo entendiera mal, pero E. Punset se largó a Inglaterra para no hacer las prácticas de IMECar.