Óscar Montoya fue en un momento de su vida de escritor Montoya Jackson, seudónimo que aún conserva para los microrrelatos que algún día nos gustaría ver publicados. Pero ahora Óscar Montoya llega como autor de su segunda novela, De otro lugar (AdN, Alianza de Novelas), en la que cuenta la historia de Antonio Tojeira, un inspector de policía en los años duros de la Transición. De otro lugar es un relato vivísimo de una época que no por fortuna empieza a parecerse a la actual. Un retrato certero de lo mejor y lo peor que nos caracteriza, escrito con realismo y atravesado por una fina ironía en donde están también presentes la belleza, la reflexión y un particular tono en la escritura que hacen de Óscar Montoya una muy interesante voz a tener en cuenta.
—Me ha gustado la verosimilitud de esta novela, la creación del personaje del inspector de policía, Antonio Tojeira, al que me creo absolutamente, porque sufro con sus problemas y hasta me cae bien.
—Yo creo que cae bien porque es un personaje que, por ejemplo, en la página 5 dice una cosa y en la página 7 ves que se ha equivocado, y en ese sentido es como nosotros. Yo trato de que mis personajes se equivoquen mucho, sobre todo en sus opiniones. Este hombre trata de no ser vehemente, pero se equivoca, como todo el mundo.
—Trata de no ser vehemente y en un par de ocasiones dice que para vivir en este país hay que hacerse el muerto.
—Eso es lo que se llama generar mal karma. El ejemplo clásico de generar mal karma es cuando uno está en el agua y en vez de nadar chapotea y se ahoga. Entonces Tojeira dice que no sabe nadar ni chapotear, y que realmente lo que hay que hacer es hacerse el muerto. En aquella época España era como un inmenso mar en donde más valía hacerse el muerto que chapotear y nadar, porque no ibas a llegar a ningún lado.
—La novela transcurre durante dos años cruciales en la actual historia de España: 1980 y 1981. Asistimos también al golpe de Estado de Tejero. ¿Qué tenía en mente antes de ponerse a escribir?
—Lo que tenía era un recuerdo simpático de aquellos años en que yo era niño; quería también que la gente que vivió esa época se sintiera reconocida. Para mí era un reto. Lo que vivimos ahora es un calco de la época de la Transición, solo que con diferentes actores y diferentes campos de lucha. Me parecía que era un tiempo muy extrapolable al presente. Esa contraposición entre el ruido externo y el interno del personaje, que es lo que realmente le lastra, me parecía muy interesante; de hecho, la película que más le gusta al personaje es Alien, porque le sale el monstruo de la tripa; creo que a nivel humano es lo más importante de todo. Hay mucho ruido pero lo que marca son las inseguridades, lo que te ha hecho daño de pequeño. Hay todo un ruido alrededor, mediático, político, como hay ahora, pero al final uno mismo es uno mismo y las decisiones trascendentales en la vida están enmarcadas por lo que tienes dentro.
—Sí, porque Antonio Tojeira sufre lo que le está pasando a él con su madre, con la chica, con su hermano, al tiempo que le está afectando, y mucho, todo lo que pasa a su alrededor.
—Todo le afecta, y está en una situación muy complicada. Él trabaja en un gremio que está sufriendo una matanza indiscriminada por ETA. En este sentido me gustaba la semejanza de un personaje que en los años de plomo de ETA estuviese interesado en la vida después de la muerte. Eso me parecía incluso bello, y con esto no quiero crear polémica ni mucho menos; solo digo que me parecía hermoso y humano que le gustara pensar en lo que podría haber en otro mundo, porque en este no le gusta lo que ve a su alrededor.
—Sale J.J. Benítez, del que el inspector es un fan, y también se habla de Jiménez del Oso, que en aquellos años estaba muy presente en la televisión con el programa Más allá.
—Él quiere a estos personajes porque le llevan fuera del país. Tojeira empieza su carrera policial en Madrid en los últimos años de Franco y asiste a las manifestaciones de la oposición; es algo que no le gusta porque tampoco le gusta ser policía, él no ha pegado nunca en los interrogatorios, no le gusta esa situación y lo que él intenta es escapar de esa realidad. Por eso vive en un lugar tranquilo como es Alicante, precisamente porque está lleno de turistas y dice que es como no estar en España…
—Sí, las terrazas, las copas de helados, las chicas que ve pasar…
—Él esta encantado con todo eso, y encima conoce a una médium. Él quiere estar en otro mundo, no quiere estar en España ni en el mundo, quiere vivir en otra realidad.
—Pero queriendo eso, es arrastrado por las circunstancias externas del país, y también de la comisaría donde trabaja.
—Circunstancias externas que le conducen como una marioneta aunque luego tenga su pequeño margen para tomar decisiones e intentar salir bien parado de esas situaciones. En ese sentido él es un superviviente. El lector, en algunos capítulos, puede pensar que es un poco tonto, pero luego ve que tiene una resistencia y una manera de amarrarse al mundo que al final es lo que hace que siga su camino hasta el final.
—Vive rodeado de un cuerpo policial corrupto…
—Mira, te voy a dar un dato: en 1982, cuando llegó Felipe al poder, nueve de las doce jefaturas superiores de policía que había en España las dirigían miembros de la policía político-social, con eso se dice todo. Había una corriente policial que intentaba simpatizar con el socialismo. Una de las primeras cosas que hizo el PSOE fue “convertir” a muchos comisarios a la causa de la socialdemocracia, pero antes de eso hubo una época de claroscuros —por eso saco a Gramsci— donde había una serie de monstruos que no se definían, que estaban esperando a ver qué pasaba. Y hoy pasan cosas parecidas. Por eso es un tiempo de cambio, y los tiempos de cambio me interesan muchísimo.
—En la novela recuerda la frase de Gramsci respecto a la aparición del fascismo: «El viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en este claroscuro surgen los monstruos”. Es muy interesante, porque el monstruo de Alien, aunque sea ficción, es un monstruo “real”, pero los monstruos de Gramsci son los que aparecen en el paso de una época a otra, como fue en la Transición, con muchos monstruos que se crean con el cambio.
—Claro, yo intento que todo eso sea verosímil. Son toda una caterva de personajes que se puede resumir en una serie de policías que apuestan claramente por el futuro, otros que siguen en el pasado, y otros, como el inspector Bautista, que no se mojan, que tienen negocios fuera, que no saben todavía hacia dónde ir… Y luego está Tojeira, que es ajeno a todo esto.
—¿Es la primera vez que utiliza este personaje?
—Escribí un relato hace seis o siete años, precisamente con el final. Es una historia que tenía en la cabeza y que me decidí a reconstruir desde el final. El final de esta novela fue un relato que publiqué y, como era una idea que me parecía muy sugerente, lo que hice fue reconstruir la novela a partir del final.
—Volviendo a lo parapsicológico que le gusta al inspector protagonista, la ouija, Benítez, el Más allá de Jiménez del Oso, quería decirle que su novela la leí en Alicante, adonde no voy nunca, y una parte de la historia transcurre en esa ciudad. Tojeira pensaría algo al respecto…
—Que pertenece a un destino o algo así, jaja. Pero hay que recordar que la novela no solo ocurre en Alicante, está también el escenario del País Vasco…
—Dos escenarios completamente distintos.
—Sí, yo quería hacer la luz y la oscuridad. Espero no haber ofendido a nadie; eso era algo que tenía muy claro. Hay ciertos temas a los tengo mucho respeto. Ya te digo, como es un personaje que se equivoca, si hay críticas, pues que vayan al personaje, jaja.
—La novela está atravesada por la ironía, no solo hay humor en determinados pasajes. El nihilismo gallego, que dice en algún escrito suyo.
—Yo creo que es español. Galicia es la NBA, pero eso es España. Lo de nihilismo gallego es de Ortega y Gasset, en La España invertebrada, cuando hablaba de los nacionalismos. Ortega decía que contrariamente a lo que se creía, los nacionalismos más peligrosos para el Estado no eran ni el catalán ni el vasco, sino que era el gallego, porque ni ellos saben que son nihilistas. Eso es lo más peligroso que hay. Yo llegué a Galicia con 14 años y veo que es una mentalidad muy particular.
—Hay que volver a Ortega…
—Siempre que haya alguien que te haga pensar…
—¿Qué autores literarios le interesan? ¿Baroja, Valle…?
—Yo leo de todo, siempre digo que me gusta lo último que he leído. Siento una envidia tremenda cuando leo un libro que me gusta, me siento como un gusano. Lo que yo admiro muchísimo es a los autores que apuestan por el riesgo.
—¿El Willy el Mudo de la novela es Billy el Niño?
—Sí.
—Pero usó un seudónimo.
—Yo sigo una tradición literaria. Empiezo con Montalbán en El asesinato en el Comité Central, que ya utiliza un seudónimo, Dillinger. Luego está la película de Juan Antonio Bardem, Siete días de enero, en la que también hay otro seudónimo, Cisco Kid… Me parecía interesante seguir esa tradición literaria de poner seudónimo a algún personaje.
—He leído que sitúa su novela entre el Sostiene Pereira de Tabucchi y El misterio de la cripta embrujada de Mendoza.
—Yo soy un pirado de Sostiene Pereira. Lo leí cuando era un chaval.
—Yo lo leí dos veces.
—Yo tres, jaja. Es un libro que tiene una magia, una ambientación… Quieres estar en Lisboa con ese personaje decadente que hace las esquelas de los famosos antes de que mueran. Es una broma, pero quería reflejar el punto de humor de Mendoza y la situación política como la que se vivía en la dictadura de Salazar, en la novela de Tabucchi.
—Hábleme de Montoya Jackson.
—Cuando publiqué mi primera novela, el nombre de Montoya Jackson lo tomé como un juego. Me autoedité y lo mandé a las editoriales, quise hacer un retrato del año en que nació mi hija (2006). En este caso, aunque también es un thriller, no es un policía sino una mujer que acaba de tener una niña. En fin, como te digo fue un juego y para que mis compañeros de trabajo no se enteraran y no me dijeran “¿tú que de qué vas?”, me puse el seudónimo de Montoya Jackson en homenaje a la hermana de Michael, a LaToya. Lo hice como una broma, pero luego el libro empezó a gustar y fue una gran sorpresa; mandé el manuscrito y AdN me contactó, pero antes de que me llamase Fernando [Fernando Paz, editor de AdN] me había buscado la vida por blogs literarios, me reseñaron… Tuvo éxito en ese sentido, conservé a Montoya Jackson y me dije: “Voy a ser el editor”. Hice una página de Facebook con ese nombre y empecé a escribir microrrelatos, en plan cebo, a ver si la gente pinchaba el enlace. Fue un fracaso total, pero al final los microrrelatos tienen ya una entidad. Yo voy a seguir escribiendo microrrelatos de temática actual, cotidiana y humorística… El editor me ha quitado el seudónimo, pero me parece bien. Mi madre también quería, jaja.
—Da miedo comprobar la vida de las comisarías, al menos en los años 80.
—Yo he conocido a policías y a inspectores de aquella época y te puedo asegurar que era un ambiente… difícil, donde el alcoholismo estaba muy presente, la tasa de suicidios entre los policías era tremenda. Es un mundo complicado, y más en aquellos años. La policía ahora no tiene nada que ver, se ha profesionalizado. El Cuerpo Superior de Policía era el de los inspectores que iban de paisano, los llamaban los chapas (porque enseñaban la placa para identificarse).
—La social.
—La Brigada político-social fue la antecesora del Cuerpo Superior de Policía, que se creó en la época de Suárez. El de los inspectores era un cuerpo con pocos medios, con muchas deficiencias organizativas. Yo lo nombro al principio en las notas contextuales, citando la fuente de Wikipedia para que se vea que es algo público.
—Todos saben que es inspector por la pinta.
—El hombre que menos quiere ser inspector tiene toda la pinta de inspector. Es un drama. Es que a mí me gusta mucho el choque, tú no quieres ser esto pero la vida te ha puesto ahí, como el que quiere cantar y tiene una voz horrible, el que quiere escribir y tiene todas la condiciones materiales pero luego no escribe como querría. Pues este es él.
—De otro lugar.
—El título lo puso mi mujer. De otro lugar es porque él quiere ser de otro lugar, quiere ir a otro lugar, la vida después de la muerte. Al final de todo, España es casi como otro lugar, con las tensiones que tenemos constantemente, que son agotadoras. También otro lugar es todo eso, es no estar contento con este lugar.
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