Fotografía cortesía de Anú Pictures.
En esta ocasión cedo este espacio a un relato que no es mío, aunque es tan real como los que yo les cuento. Y como la vida misma. Una historia de mar con reflejos literarios, una aventura muy adecuada para el territorio de Zenda.
Se trata de la aventura de cuatro hombres singulares e intrépidos, cuatro marinos irlandeses, que se embarcaron en una embarcación construida por ellos en un viaje con tintes de epopeya.
Y como tantas otras grandes historias que terminan en España, tuvo un final dramático (hay otro final, el administrativo, que no se menciona en el relato; pero que yo conozco. Y es absoluta —y vergonzosamente— español).
Este relato fue publicado en la revista Galegos, de la Ed. Ézaro, en enero del 2019. Y su autor aceptó con mucho gusto mi sugerencia de publicarlo también en Zenda; ambos agradecemos al editor jefe de este espacio (gracias, A.) que lo brinde para ofrecerles a ustedes esta aventura.
A continuación, la historia. Escrita con muy buena prosa por otro marino que la vivió de cerca y compartió momentos con los protagonistas:
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MANUEL LARA
Llovía al comienzo de la tarde de aquel viernes luminoso de mayo. Dublín bullía inmerso en su diario ajetreo, diluido en su afán el canto desesperanzado de Molly Malone: “cockles and mussels… alive, alive-o”… Al lado del puente James Joyce, diseño del ingeniero y arquitecto valenciano Santiago Calatrava, sorprende en la calzada una embarcación tradicional que espera ser puesta en el agua. Se trata de un currach (del latín corium, cuero), un sencillo bote de pesca formado por un armazón de madera forrado antiguamente de cuero, hoy de tela alquitranada. En sus amuras se lee “Naomh Gobnait” (Santa Gobnata), nombre de la patrona de los herreros, apicultora y fundadora del convento de Ballyvourney, al poniente de Cork. En la popa de la embarcación, además de su propio nombre, leemos el de Tralee, la población que es puerta de entrada a la península de Dingle y de la que partió San Brandán el Navegante en una nave de cuero en busca de la Isla del Paraíso.
Y es en la península de Dingle donde nacieron y viven tres de los cuatro tripulantes que se proponen llegar en esa frágil embarcación hasta Galicia: Danny Sheehy (1951), carpintero, pescador, granjero, narrador, poeta y escritor; Brendan Begley (1957), cantante e intérprete de acordeón, importante figura de la música tradicional irlandesa; y Brendan Moriarty (1964), pescador, albañil y folclorista. El cuarto tripulante es Liam Holden (1961), un pintor paisajista nacido en Kilkenny y que, residiendo en Dingle, se enamoró del mar y aprendió a construir el currach típico de esta región, llamado naomhóigh (literalmente, “la santita”), cuyo diseño favorece el enfrentamiento con el bravo oleaje de estas costas.
Los cuatro amigos proyectaron un viaje desde Dublín a Santiago de Compostela, navegando a vista de tierra unas 1.350 millas (2.500 km) para desembarcar en A Coruña y completar la peregrinación por tierra. Viaje que realizarían de forma espaciada en tres años, a razón de seis semanas de navegación cada año. Unas 75 millas (casi 140 km) cada semana, a remo y aprovechando los vientos y corrientes favorables. Contaba Danny: “Habíamos estado hablando del Camino Jacobeo, y alguien sugirió que sería muy interesante hacerlo en bote. Dado que todos creemos que debió de haberse hecho de esta manera siglos atrás, pensamos que no nos haría daño comprobarlo”.
El primer paso fue hacerse con la embarcación. Y Danny, antiguo profesor de carpintería, se puso manos a la obra, y con la ayuda de Liam y la colaboración de otros amigos, fueron dando forma a su naomhóigh. Cortaron las maderas, de roble y de pino, prepararon y ensamblaron listones, bordas, cuadernas, barraganetes… Completado el esqueleto, lo forraron con los lienzos que conforman el casco, prepararon la brea y cuidadosamente procedieron a su impermeabilización. Con los largos remos sin pala, el mástil y la vela, completaron el bote. En la vela luce el pájaro que profetizó a San Brandán y a sus compañeros un largo viaje hasta poder ser merecedores de encontrar la Isla del Paraíso. Vinieron después las pruebas de mar y el entrenamiento de los remeros que se preparaban para un largo viaje.
Aquel viernes, 23 de mayo del año 2014, en Dublín, cerca de Saint James Gate, la Puerta de Santiago de la que partían los peregrinos medievales, un heterogéneo grupo en el que destacaba el habla irlandesa, ayudó a trasladar la naomhóigh a la orilla del río Liffey, por su margen derecha y a unos doscientos metros aguas arriba del puente dedicado a James Joyce. Enfrente, al otro lado del río, el parque que recuerda a los “chicos rapados”, The Croppy Boys, los rebeldes irlandeses que en 1798 se alzaron contra la ocupación británica.
Bajo un plátano que estrenaba sus hojas, un sacerdote bendijo la embarcación y depositó una botella de agua bendita en su interior. Acompañado por algunos socios, el presidente de la Sociedad Irlandesa de Amigos de Santiago entregó a los tripulantes la credencial, el pasaporte del peregrino, con sus nombres delicadamente escritos en la tradicional letra uncial.
Al igual que se hacía cientos de años atrás, el árbol ribereño sirvió de sujeción para el improvisado aparejo con el que, con la ayuda de algunos asombrados espectadores, se depositó suavemente el bote en el agua. Poco después, atrás fueron quedando amigos y familiares, el plátano que colaboró en la botadura, la fábrica de cerveza Guinness… Una flotilla de currachs y otras embarcaciones acompañaron a los peregrinos: un puente, otro puente, y otro más… Quince puentes río abajo, unas cuatro millas (7 km) hasta desembocar en el mar. Como en un nuevo Immram, el peregrinaje de los monjes irlandeses, Danny, Liam, Brendan B y Brendan M iniciaban un largo viaje por las costas atlánticas de la vieja Europa.
En este primer año del que ellos denominaron “Camino na Sáile”, el Camino por el agua salada, remaron hacia el sur de la costa este de Irlanda, arribando al atardecer para acampar en tierra. Escalas en Dún Laoghaire, recordando a James Joyce y a Samuel Beckett; Wicklow Town; Courtown, con su puerto construido en los años de la Hambruna (1839-1946), donde les hicieron un remo nuevo; Cahore, y las playas interminables; las acampadas en Saint Margaret’s y en Carne Beach, a la espera de un tiempo adecuado para cruzar el Canal de San Jorge. Finalmente, el viernes 30 de mayo, la tarde se presentó favorable; a las seis partieron con rumbo sudeste, hacia Milford Haven, ya en Gales, pensando en Skomer Island para una posible acampada.
Aquella larga noche, el ingeniero y navegante dublinés Paddy Barry y su tripulación, a bordo del ‘An Seachrán’, el yate de Paddy, fueron haciéndoles compañía y ofreciéndoles protección. Cuando en 1986 Paddy cruzó el Atlántico desde las Islas Canarias hasta Boston y Nueva York en el ‘Saint Patrick’, un restaurado Galway Hooker, un barco tradicional para la pesca con anzuelos, Danny formaba parte de su tripulación. Danny ya lo había acompañado en 1981 por el norte de España; lo haría de nuevo en el año 2003, esta vez por el Mediterráneo, para visitar la catedral de Mola di Bari, donde está representado en un mosaico San Brandán en un currach, y también en el año 2011, en esta ocasión siguiendo hasta Islandia la ruta de los monjes irlandeses. Ahora era Paddy quien acompañaba a Danny y a sus compañeros, acogiéndolos durante unas horas a bordo para que pudiesen descansar con tranquilidad en sus largas jornadas de travesía.
Tras acampar en la victoriana villa balnearia de Tenby (Pembrokeshire, Gales), y acompañados por el ‘An Seachrán’, cruzaron el Canal de Bristol en una dura jornada con rumbo a Lundy, la isla más grande del canal, cerca ya de la costa inglesa de Devon. La tripulación hubo de reunir todas sus fuerzas para resistir desde Lundy una larga singladura en la que no pudieron hacer tierra hasta Padstow, puerto pesquero de la costa norte de Cornualles, donde por fin acamparon el 4 de junio, agotados por el fuerte oleaje y las difíciles condiciones padecidas.
Dos días de bien ganado descanso y de nuevo al remo, en demanda de Newquay, el paraíso de los surfistas en el Reino Unido, pero con un puerto sólo accesible en pleamar. Una anotación en el cuaderno de viaje: “Acampamos el sábado, 7 de junio. Vinieron a visitarnos nuestras esposas; se comieron todas nuestras provisiones y nos llevaron a hacer turismo por la zona.”
Martes, 10 de junio: escala en Saint Ives, importante centro pesquero y de minería del estaño hasta el siglo XIX. Refugio de artistas durante la Segunda Guerra Mundial. Los remeros están encantados con la visita al Museo Escultórico Barbara Hepworth y a la magnífica Tate St. Ives, una sucursal de la Tate National Gallery.
Tras doblar Land’s End, el Fisterra córnico, arribada el 11 de junio en Newlyn, importante puerto pesquero y hoy barrio de Penzance. Mike, Ken y Eric, tripulación de Paddy Barry, se despiden. Mañana llegará tripulación de refresco para acompañar la travesía del Canal de la Mancha. La mañana del domingo 15 de junio, con buen tiempo y la compañía del ‘Ar Seacrán’, la ‘Naomh Gobnait’ abandona Cornualles rumbo a Bretaña. Si viento y corrientes ayudan, serán tres o cuatro días de viaje.
La tarde del lunes, 16 de junio, Brendan Begley anotaba: “Salimos de Penzance a las 06:30 de la mañana del domingo. Según lo planeado, al mediodía subimos a bordo del ‘Ar Seachrán’, a almorzar y a echar una cabezada hasta las 16:00. Saltó el viento y no pudimos volver a nuestra ‘Naomh Gobnait’ hasta las 20:00; entonces remamos hasta que anocheció y regresamos al yate de Paddy; pintaba horrible, el yate subía y bajaba golpeando la naomhóig, casi rompiéndola y con ella nuestros tobillos. Escuchamos que tendríamos fuertes vientos en contra y tuvimos que permanecer a bordo mientras el yate echaba humo en medio de la noche. A las seis de la mañana, Bretaña estaba a la vista, pero muy mala mar para remar. Por fin, a las ocho pudimos regresar a nuestro bote y remamos tres horas contra el viento, hasta desembarcar en L’Aber Wrac’h, un puerto pesquero y deportivo de la comuna de Landéda. Nos topamos con un gran tipo, que nos dejó acampar en su jardín. Estamos tan confortables como bichitos en alfombra (As snug as a bug in a rug). Dios nos libre de algo parecido (Slán mar a n-intear)”. Un diario local el día 19 daba cuenta de la aventura y comentaba que los viajeros habían animado dos tardes en el café del puerto, transformando el bar en un pub.
Ya en las costas bretonas, con cielos despejados y sol brillante, a bordo se disfrutó de la jornada del 19 de junio. Hubo que remar, pero también se pudo navegar a vela, lo que alguno aprovechó para roncar a su sombra. Arribada y acampada en Camaret-sur-mer, península de Crozon.
El viernes 20 de junio fue la última etapa del año 2014. Remando desde Camaret-sur-mer hasta Port Rhu, en Douarnenez. Fueron cinco semanas y 446 millas (826 km) en la naohmhóig. En el astillero “Pleine Mer Charpente Marine”, de Christoph Eberhardt, pasará “la santita” el próximo invierno. Descanso y visita al Museo Marítimo. La tarde del domingo, día 22, salida en el ‘Ar Seacrán’, de vuelta a casa. Llegada al amanecer del día 25, con el sol alzándose sobre la bahía de Dingle.
Al año siguiente, el sábado 23 de mayo del 2015, los cuatro tripulantes estaban de regreso en Douarnenez y repasaban concienzudamente el alquitranado del casco de su embarcación. Para evitar las temibles corrientes y el fuerte oleaje entre la Pointe de Raz y la isla de Sein, se trasladaron por tierra hasta Quimper y el lunes 25 zarpaban río abajo rumbo a Bénodet, con la intención de continuar para acampar al atardecer en Port-Manec’h (comuna de Névet), el que fue importante puerto sardinero y villa balnearia.
El miércoles 27 llegaban felizmente a Port Louis, en la ría de Lorient. Dos días después hacían noche en la isla d’Hoedic y al día siguiente remaban durante nueve horas para recorrer 20 millas y acampar en Le Pouligen, en la margen derecha de la desembocadura del río Loira. El 1 de junio cruzaron la desembocadura del Loira para recalar en la isla de Noirmoutier, tomándose unos días de descanso.
El 4 de junio, jueves, estaban en Les Sables d’Olonne, con una previsión de fuertes vientos a partir del sábado. Al día siguiente visitaban la isla de Ré y remaban hasta La Rochelle, donde pasarían varios días a la espera de que mejorase el tiempo. Por fin, el viernes llegaban a acampar en Saint Trojan-les-Bains, en la isla de Oleron.
El día 14 llegaban a Pauillac, en la orilla izquierda del río Garona, con la intención de remontar hasta Burdeos al día siguiente y seguir por los canales hasta Condom, trasladándose después hasta Dax para descender por el río Adour hasta Bayona. El 23 de junio salían de Bayona para Pasaia, donde dormirían el miércoles 24 de junio, y donde el bote invernaría hasta la primavera siguiente.
El 21 de mayo del año 2016 la tripulación del “Naomh Gobnait” se dirigía al Museo Marítimo Albaola, en Pasajes de San Pedro, para poner a punto la embarcación tras la invernada. En esta ocasión, Brendan Moriarty hubo de quedarse en Irlanda por compromisos laborales. Su sustituto fue Glen Hansard (1970), un músico, compositor, guitarrista y cantante que nunca antes había remado. “Traerlo a remar fue como poner a Shergar (un famoso caballo de carreras) a arar”, decía Danny. Pero el músico dublinés pronto se acostumbró a la rutina del remo; animó las jornadas con sus canciones, compuso nuevos temas e incluso aprendió alguna tonada en irlandés. “Al principio no podíamos dejar de compararlo con Moriarty”, comenta Begley, “que un día llegó a exclamar ‘¡Pensar que dejé el subsidio de desempleo por esto!’. Por el contrario Glen siempre estaba animoso”.
Abandonaron Pasajes el 23 de mayo, en una corta escala hasta San Sebastián. Después, Lekeitio, Mundaka, Armintza, Ziérbena. El domingo 29 arribaron a Castro Urdiales, donde recalarían varios días esperando que amainasen los fuertes vientos de poniente que les impedían proseguir el viaje. 27 millas después, el 2 de junio llegaban a Santander. Comillas, Llanes, Ribadesella, Tazones. Con el asombro de los Picos de Europa por babor y la ayuda logística de los amigos que los van siguiendo en coche por tierra. Entre Luanco y Cudillero cubrieron las 20 millas sufriendo un oeste fuerza dos, por lo que decidieron tomarse un día de descanso.
El sábado 11 de junio llegaban a Luarca; fue un buen día de remo y algo de vela. Puerto de Vega los acogería durante varias ventosas jornadas. Seis días después, una nueva escala, ahora en Tapia, y 20 millas más los dejarían en Burela el 20 de junio, lunes. Al día siguiente la espesa niebla los obligó a refugiarse en San Cibrao, pero cuando levantó, una suave brisa los llevó sin esfuerzo hasta Cariño.
Tras doblar Ortegal y costear A Capelada, una penúltima escala en Mugardos. Brendan Moriarty no podía perderse la última etapa, y llegó para incorporarse al grupo. Y, por fin, el 23 de junio, víspera de San Juan, los cinco remeros desembarcaban en A Coruña. Extasiados en la celebración de las hogueras en las playas de la ensenada del Orzán. ‘Camino na Sáile’, el Camino por Mar, también apodado ‘Naomhóig na Tinte’, el bote de las tiendas de campaña, había rematado con éxito. Después de visitar la Torre de Hércules y fotografiarse con Breogán (“nuestro antepasado”), estibaron el bote en el techo de un coche y pusieron rumbo a Santiago. Con la ayuda de algunos amigos, los felices tripulantes trasladaron el bote a hombros por las calles compostelanas, entre el asombro y el jolgorio de las numerosas personas que en estas fechas disfrutan de la ciudad.
“Santiago es un lugar maravilloso —comentó Brendan Begley— Yo estuve aquí en el año 2002 con la banda escocesa ‘The Boys of the Lough’, en la gira del disco ‘Lonesome Blues And Dancing Shoes’. Es una ciudad llena de la energía y la felicidad que han traído gentes de todo el mundo”.
Los vigilantes de la Catedral frustraron su intención de llevar el bote hasta el altar mayor. Así que, mientras Begley abría camino tocando ‘Tonn Chliodhna’ con su acordeón, se contentaron con llevar los remos, con los que asistieron a la celebración de la Misa del Peregrino. Danny Sheehy tuvo el honor de leer en irlandés la invocación al Señor Santiago, la primera que se hacía desde que, 800 años antes, se registrase la primera peregrinación de irlandeses a Compostela. Finalizada la ceremonia, los remeros, sus amigos y apoyos, incluidos algunos miembros de Camino Society, la Sociedad Irlandesa de Amigos de Santiago, se reunieron en una gran fiesta.
Al día siguiente, en el Colegio Irlandés, el Padre Joe Coughlan les contó la historia de Dónal Cám Ó Súilleabháin Beara (el último príncipe de Irlanda) y su compromiso con la institución, mientras un extasiado Danny escuchaba ecos de la que podría haber sido su propia historia. Una historia de un pequeño bote en un mar inmenso, una historia de música, estudio, imaginación, coraje, risa, amor a su lengua y tradiciones; y de un exuberante amor a la vida.
“En todos los puertos de arribada fuimos bien recibidos y hospitalariamente acogidos, de una manera que sería posiblemente diferente si llegásemos en otro tipo de embarcación”, comentaba Brendan Begley en un melancólico recuerdo de quienes huyendo de los conflictos y la pobreza navegan por el Mediterráneo. “Nadie nos molestó en nuestras acampadas ni nos pidió que nos marchásemos; nada nos robaron, quizá tampoco teníamos mucho que perder. Hemos desarrollado una gran consideración para aquellas personas que tienen habitualmente que dormir al raso”.
Danny recogía continuas y meticulosas anotaciones en su diario. Brendan Moriarty recordaba el dicho irlandés “aléjate del mar y no te ahogarás” y contabilizaba los progresos en el viaje por el número de velas que había encendido hasta entonces, ya que fervorosamente encendía una vela en cada una de las iglesias que durante sus acampadas fueron visitando a lo largo del trayecto.
La edad no fue un impedimento en el desafío. Las exigencias fueron más psicológicas que físicas. “No creo que hubiésemos podido hacerlo cuando éramos jóvenes: Más que una buena forma física, se necesita un corazón envejecido para salir adelante con su resistencia, y una cabeza madura que sepa que no hay atajos”. Y añade Glen, “Danny nos dijo que sólo había una regla en el bote: no quejarse. Y llevaba razón, la energía negativa a bordo ralentiza la navegación”.
“Después de cinco semanas y unos ochocientos kilómetros de convivencia, ¿seguís siendo amigos?”, preguntaban en San Sebastián. “Es parecido a estar de gira con una banda: la cuarta semana tienes los nervios de punta, pero sabes que sobrevivirás porque la quinta semana está al caer”, contestó Brendan Begley. “Alguna gente comentaba que estábamos chalados, y has de estarlo un poco para hacer algo así. De estar totalmente cuerdos, seguramente no lo haríamos. El mar es como la mente humana. Puede ser más áspero, cruel, hostil, taimado, y mortífero de lo que pudieses imaginar. En él aprendes sobre ti mismo y con rapidez algo que de otra forma podría llevarte toda la vida”, completaba Danny.
El bote quedó en Galicia, resguardado en un garaje para pasar el invierno, “pero pensamos regresar el próximo verano para celebrar nuestra buena salud, y quizá seguir remando hacia el sur, quizá hasta Marruecos”.
Y en el verano del año 2017, dispuestos a seguir remando, Danny Sheehy, Brendan Begley y Brendan Moriarty regresaron a Galicia. Después de gozar de unos días de asueto en la ría de Arousa y contemplar la infinitud del mar desde el faro de Fisterra (donde Brendan Begley esparció las cenizas de su hermano Sean el año precedente), su propósito era dedicar cuatro semanas para recorrer la costa atlántica y disfrutar de las sucesivas acampadas hasta llegar a Oporto el 28 de junio, donde el bote viajero haría su invernada hasta el verano del año 2018.
Les acompañaba en esta ocasión Pádraig Ó Duinnín, constructor de embarcaciones tradicionales, fundador de ‘Ocean to the City’, el gran festival de embarcaciones a remo que se celebra en Cork, y fundador, además, de ‘Meitheal Mara’, una institución benéfica y centro de capacitación acreditado como carpintería de ribera, que promueve y fomenta la cultura marítima y las habilidades tradicionales, utilizando la construcción de barcos, la artesanía en madera y la marinería como medios para ayudar a grupos e individuos a aprender, progresar y desarrollarse.
El éxito de sus anteriores viajes llevó a que otros conocidos deseasen participar como remeros en alguna de las etapas que Danny había proyectado para esta temporada. Uno de los viejos amigos que pidió acompañarlos fue Paddy Barry, con quien Danny navegó en varias ocasiones y quien acompañó con su yate ‘An Seachrán’ a la ‘Naohm Gobnait’ en algunas de sus comprometidas travesías.
La tarde del viernes 9 de junio, Danny Sheehy y Brendan Begley, junto con Padraig O’Duinnin y el músico Liam Ó Maonlaí, fundador de la banda dublinesa ‘Hothouse Flowers’, zarparon del puerto de A Guarda con la idea de recalar en Tui. Al llegar a la desembocadura del río Miño, las revueltas corrientes de las barras les complicaron la travesía y la embarcación zozobró. A duras penas, y llevando consigo el bote, consiguieron alcanzar las orillas de Caminha, donde fueron prontamente auxiliados por la guarda costera portuguesa. El corazón de Danny Sheehy no resistió el esfuerzo y el poeta irlandés murió poco después. Sus tres compañeros, con síntomas de hipotermia y en estado de shock, fueron debidamente atendidos en un hospital cercano.
Su buen amigo Paddy Barry tenía previsto unirse a ellos el viernes siguiente para remar por la costa portuguesa durante una semana. “Habíamos navegado juntos cruzando el Atlántico en el ‘Saint Patrick’, y hasta Islandia en el ‘Ar Seachrán’. En los mares más fieros y en la calma de las noches estrelladas fue un compañero y amigo”.
En el primer aniversario del suceso, el pasado 9 de junio de los corrientes, la ciudad de Tui le rindió homenaje y en presencia de su esposa Móira, de su hijo, Corman, de su hija, Órla (la hija mayor, Roísin, no pudo asistir), de Brendan Begley, Liam Holden, Liam Ó Maonlaí y un grupo de amigos, se descubrió en la fachada del Club Náutico San Telmo una placa en su recuerdo, grabada en gallego, irlandés, español e inglés. Al día siguiente, la prensa irlandesa recogía la conmemoración: “Galicia e Irlanda añadieron ayer otro capítulo a su larga narrativa histórica y mitológica con el viaje de Danny y la tripulación de Naomhóig na Tinte”.
En marzo se había estrenado en el Instituto Irlandés del Cine Iomramh an Chamino (The Camino Voyage), el documental que sobre el viaje realizó el cineasta irlandés Dónal Ó Céilleachair, y que a lo largo del año 2018 habría de recibir diferentes premios en varios festivales internacionales: Nueva York, Luxemburgo, Dingle, Killarney.
Por circunstancias que ahora no hacen al caso, y gracias a la intermediación graciosa de diferentes personas y entidades, la embarcación “Naomh Gobnait”, protagonista de la aventura y dañada en el accidente, se rescató de su varada portuguesa y se cedió en depósito (con carácter indefinido y con las debidas acreditaciones legales) al Museo do Mar de Galicia, como una muestra significada de la construcción naval tradicional irlandesa y de las inmemoriales relaciones entre Galicia e Irlanda.
Como homenaje y muestra de agradecimiento, Buxa, Asociación Galega do Patrimonio Industrial (asociación sin ánimo de lucro declarada de utilidad pública), diseñó un proyecto cultural cuyo objetivo final es la reparación de dicha embarcación, aunque —en conformidad con la tradición irlandesa— nunca volverá a navegar. A tal fin, y entre otros interesados, se entablaron conversaciones con el Museo do Mar de Galicia (donde entendemos que debería “residir” la embarcación) y con Meitheal Mara (entidad de naturaleza asociativa constituida sin ánimo de lucro como institución benéfica y centro de capacitación acreditado a nivel nacional irlandés) que aportaría con la supervisión de un carpintero de ribera irlandés, el conocimiento para la restauración de la embarcación, trabajo que se llevaría a cabo a la vista del público en dicho museo. Además, se relataría el suceso en un acto de hermandad galaico irlandesa en el marco del Decimocuarto Encuentro de Embarcaciones Tradicionales de Galicia, que tendrá lugar en A Guarda entre el 11 y el 14 de julio de este año 2019.
Alrededor de dicho proyecto básico se pretende desarrollar una serie de actividades de diverso contenido y alcance (desde colegios de enseñanza primaria a asociaciones profesionales) y en diferentes formatos y medios (talleres, conferencias, exposiciones, documentos audiovisuales).
Además de las tres entidades ya citadas, y entre otras, se cuenta con el interés de la Embajada de Irlanda en Madrid y el Consulado de Irlanda en Ferrol, Culturmar (Federación Galega pola Cultura Marítima e Fluvial), Agalcari (Asociación Galega de Carpintería de Ribeira), el Eixo Atlántico do Noroeste Peninsular, Amergin (Instituto de Estudos Irlandeses da Universidade da Coruña), Exponav (Fundación para el Fomento del Conocimiento de la Construcción Naval y de las Actividades Marítimas), el Colegio de Ingenieros Navales y la Asociación de Ingenieros Industriales de Galicia, entre otras entidades de las que se espera el apoyo a la iniciativa, en particular, la Consellería do Mar, la Consellería de Cultura e Turismo y la Agencia de Turismo de Galicia.
El 26 de noviembre, la página de RTÉ, la Radio Televisión Irlandesa, publicaba: «Tras el trágico accidente y la pérdida de Danny Sheehy en 2017, el ‘Naomhóig na Tinte’, distintivo de la epopeya, quedó seriamente dañado. Se encuentra depositado en el Museo del Mar en Vigo, en Galicia, y en un reciente encuentro con Meitheal Mara en Cork se pusieron en marcha planes para comenzar un nuevo proyecto de carpintería de ribera tradicional entre Irlanda y Galicia; el primer proyecto sería la restauración del ‘Naomhóig na Tinte’, el bote de las tiendas, emblema del Camino Jacobeo por Mar.»
En tanto, difuminado por la distancia y la emoción, llegaba la despedida en la voz de Jimmy MacCarthy: “… ride on, see you…” (…cabalga, nos vemos…).
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