Fondeando en lugares oscuros se encuentran a veces los mejores tesoros. Esta es casi siempre la tarea invisible del escritor. Encontrar historias donde otros no se atrevieron a mirar. Un libro es siempre una mirada, narrar es saber mirar donde otros vuelven la vista. Fruto de este «expolio literario» hay obras que sobresalen entre la marea de novedades.
Nativel Preciado es periodista y escritora. Levó anclas en el mundo literario hace ya varias décadas. Años de trabajo y publicaciones la hicieron merecedora de varios premios como el Primavera de Novela, por Camino de hierro, o el Fernando Lara, por Canta sólo para mí. Antes se había convertido en finalista del Premio Planeta gracias a El egoísta, su primera novela.
Mucho antes de destacar en el universo editorial, Preciado se encaramó a la tecla y fue la voz, la pluma y la mirada, para diversos medios, de la Transición española. Se especializó en información política. Se convirtió en un referente en la prensa de nuestro país del último cuarto de siglo. Hoy día colabora con diversos medios al tiempo que fondea esos lugares oscuros. Busca tesoros que nadie vio, elabora con ellos historias que nos estremecen, nos provocan emoción.
Esta primavera Nativel Preciado vuelve a las librerías. Lo hace con su última novela, El Nobel y la corista, una historia desconocida sobre los días que pasó Albert Einstein en Madrid. La historia arranca con un sorprendente descubrimiento en una mudanza de una casa familiar. Es una novela en la que prima la investigación por el pasado. Es una novela de amor. Es una novela de mujeres en la que varias generaciones de la misma familia escarban en la historia de Margot Denis, la bisabuela, una mujer hecha a sí misma, que trabajó como corista en Madrid y cuya vida personal había sido siempre un misterio.
Nativel Preciado caminó un tiempo tras los pasos de Margot. El trayecto la condujo a sitios donde la mirada de otros no vio, o no quiso ver, la historia. Sitios oscuros que tiñen de gris la biografía de grandes personajes. La ficción a veces puede empañar la realidad, hacer que nos cuestionemos la escala en blanco y negro en la que instalamos todo cuanto aprendimos una vez. La historia de Preciado llena de vaho la realidad, pide al espectador que limpie ese vaho adherido, que restriegue y olvide lo que cree saber y se permita preguntarse por esos lugares oscuros, ver lo que no vio, alcanzar el tesoro.
Nos encontramos con Nativel Preciado un día soleado en la Feria del Libro. Conversamos con ella sobre su novela, sobre la figura de Albert Einstein y las mujeres de su entorno. Descubrimos con esta escritora el momento de libertad que vivieron las mujeres en la España de los años 20.
Comenzamos.
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—¿Quién es Margot Denis?
—Es mi bailarina, una mujer libre que en los años 20 se enamoró locamente de Einstein.
—¿Cómo surgió una historia como la de El Nobel y la corista?
—Einstein es un personaje que siempre me había interesado, y he leído prácticamente todo lo que se ha escrito sobre él. Cuando leí por primera vez la biografía de Mileva Marić, su primera mujer, la madre de sus hijos, me quedé muy impactada por el maltrato que recibió, por lo mucho que sufrió, porque era una mujer muy valiosa y lo dejó todo por amor a Albert Einstein. Y él no le pagó con la misma moneda, muy al contrario, se puede decir que la maltrató psicológicamente. A raíz de aquello he leído casi todo sobre Mileva. No fue sólo Mileva, fueron sus hijos, fueron sus amantes, fue su segunda esposa, Elsa. Me impresionaba mucho que un hombre con ese talento descomunal y ese cerebro privilegiado, que se había dedicado a hacer cosas importantes para la humanidad, tuviera una deficiencia emocional tan grande. Pensé en escribir una historia. De repente, leyendo un libro de Glick (Einstein y los españoles: Ciencia y sociedad en la España de entreguerras), que habla de los diez días, o dos semanas, que Einstein pasó en España, encontré en el diario de Einstein una frase que decía: «Esta tarde tomo el té con una aristocrática señorita». Y eso me hizo imaginar quién sería esa señorita. Esa señorita es mi Margot Denis. Ése es mi personaje. Ésa es la parte de ficción. Todo lo demás es real.
—Esta es una historia de amor y de abandono. ¿Cómo definiría la novela?
—La novela es mucho más. Es el retrato de una época, que son los años 20, cómo eran las mujeres de avanzadas en esa etapa de la Historia. Habían salido de una guerra cruel y pensaron que, a partir de entonces, se acababa lo malo y empezaba lo bueno. Lo bueno fue efímero, pero mientras duró fueron muy libres y vivieron un espejismo de liberación muy importante. Quise retratar eso, quise retratar cómo son las mujeres de muchas épocas, no sólo de los años 20. Mujeres que tienen que sacar adelante toda su vida, su familia… porque los hombres, como bien dice la primera frase de la novela, «desertan de sus vidas y de sus obligaciones». En aquella época lo hacían casi todos. Ahora lo hacen menos, pero también lo siguen haciendo.
—¿Podría contarnos cómo fue el proceso de escritura y de documentación de esta novela?
—El proceso de documentación es muy periodístico, en el sentido de que he utilizado las técnicas que utilizo para hacer cualquier otro tipo de trabajo, cualquier crónica o cualquier trabajo periodístico. Es muy útil nuestra profesión para documentarnos, porque solemos escoger entre el cúmulo de conocimiento inútil que nos ofrece ahora internet y las redes sociales. Tenemos la suerte de saber escoger lo mejor. He leído biografías, documentos, periódicos de la época. He consultado el archivo de la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde Einstein dejó todo su legado y que hace pocos años lo dio a conocer al público. Ahí es donde aparece la parte oscura de Einstein. La parte más brillante está, por supuesto, en todas partes. Lo que todos conocemos del genio aparece en todas partes. En esos documentos, en los que se han basado los nuevos biógrafos (sobre todo Walter Isaacson para hacer una biografía extraordinaria de Einstein), ahí aparecen las cartas de sus amantes, testimonios de sus hijos, testimonios de su nieta adoptada por su hijo, que no se sabe si es nieta o si es hija. Aparecen verdaderas joyas que descubren un personaje que la mayoría de la gente desconoce.
—¿Por qué le dio esta estructura a la novela?
—La parte central es el meollo de la novela. El hecho de sistematizarlo tanto y dar a cada personaje su voz y su parte de la historia es porque hice una novela tan sumamente densa, volqué toda la documentación, todo lo que sabía… ¡era tan caótica!, que decidí que lo mejor era estructurarlo de la manera más simple posible. Es mi obsesión como narradora, facilitar lo más posible la lectura. Creo que es mi obligación, y la de todos los profesionales, pero también desde luego, la de los narradores. Me pareció que esta era la manera sistemática más fácil de explicar la historia.
—¿Qué ha encontrado como escritora al escarbar en personajes tan fascinantes como Einstein o Alfonso XIII?
—No es el primer personaje que me deslumbra. De Alfonso XIII no he encontrado nada, porque está todo en las redes. Sólo aparece en la novela porque forma parte de la historia: es él quien recibió a Albert Einstein cuando llegó. No quiero para nada compararle con Einstein. Alfonso XIII era un frívolo sin más. Llevaba una vida mundana y frívola y no se ocupaba de los asuntos de Estado. Einstein es un personaje excepcional que tiene un lado oscuro, como tantos otros. Descubrí, hace muchísimos años, la otra cara de Picasso. No solamente leí la biografía de Françoise Gilot, Vida con Picasso (donde contaba cómo era con las mujeres y con sus hijos y cómo era en su vida privada, cómo tiranizaba a su entorno), sino que también he descubierto biografías y personajes como Marlene Dietrich, Simenon, Stephen Hawking, muchos otros, que cuando tienen algo de genialidad, resulta que tienen una deficiencia emocional o sentimental muy fuerte. Me llama la atención, porque siempre crees que detrás de la obra que admiras hay una persona a la que también puedes admirar. Y no suele pasar. Uno de mis personajes dice algo así —citando a Balzac, creo— como «no puedes tocar a los ídolos con las manos porque se te queda el oro entre los dedos».
—¿Cómo llega Margot, una joven huérfana, a codearse con personajes de la talla de Ortega y Gasset o Ramiro de Maeztu?
—Margot es un personaje muy especial. Es una mujer de origen francés, educada para ser burguesa, con una educación inicialmente exquisita, pero la vida le lleva, como a tantos otros personajes, a quedarse sola, abandonada. Primero sus padres mueren, segundo se enamora de un sindicalista revolucionario que la trae a Madrid y la deja sola. Su única posibilidad de buscarse la vida, salir adelante, es a través de una sindicalista que era costurera de una corista muy famosa, Julia Fons (una actriz de la época). Busca trabajo en la compañía y consigue que le den trabajo porque es una mujer muy espectacular. Julia Fons es amante de Alfonso XIII. Alfonso XIII va a ver las obras, iba siempre a la revista, y se enamora, se encapricha, de Margot Denis. La invita a una fiesta, una recepción que hacen los marqueses de Villavieja en honor de Einstein, y ahí mi corista conoce a Albert Einstein. A partir de ahí, todo es soñar.
—¿Cómo son las mujeres de la novela El Nobel y la corista?
—Creo que he retratado mujeres fuertes, mujeres seguras de sí mismas, mujeres que tienen que luchar mucho para prescindir de la tutela de los hombres, mujeres que a mí me parecen interesantes. Las he hecho como a mí me gusta que sean las mujeres.
—¿Ocupan las mujeres de la novela el lugar que merecen?
—En la novela sí, porque yo se lo he dado. En la vida no lo sé, fue difícil para ellas salir adelante. Margot lo pasó muy mal: su hija Albertina murió joven, Jimena eligió un camino equivocado y trata de remediarlo, y Vera todavía no ha encontrado su camino.
—La trama bascula entre el progreso intelectual y científico y la frivolidad social de Alfonso XIII. ¿Cómo compensó estos dos mundos?
—Alfonso XIII sólo es parte del paisaje, en el sentido de que aparece porque es el testimonio histórico de la época: reinaba en España, en esa España que visitó Einstein. Pero no he tratado al personaje con sentimentalidad ni con emoción. Simplemente lo describo como si fuera un monumento más de la España por la que transitan los personajes. Creo que la frivolidad de la época la representaban él y su entorno, la aristocracia, las fiestas que daban… frente a la lucha por la vida que existía entonces, que fue efímera, porque llegó Primo de Rivera, dio un golpe militar y se impuso. La libertad intelectual, científica, cultural… duró muy poco tiempo, porque Alfonso XIII no era muy amigo de la intelectualidad. Cortó con todo y aplicó la censura a rajatabla.
—¿Qué cree que puede aprender Vera de su bisabuela Margot?
—Muchísimas cosas. Creo que esa sensación de que en la vida todo parece seguro y todo parece estable de repente se desmorona y tienes que afrontar lo que era imprevisto. Te habían educado para defenderte con muchos instrumentos, mucho bagaje, y resulta que lo tienes que aplicar a algo contra lo que nunca supiste que te ibas a enfrentar. Sale adelante de una manera digna, a pesar de que tiene que hacer un trabajo del que duda muchas veces. Sigue adelante. Es una mujer con mucha confianza en que la educación lo puede todo. Quiere que su hija, que muere, y sobre todo su nieta, a la que educa, sea una mujer libre.
—¿Qué cree que pueden aprender los lectores de Margot?
—No lo sé. Cada uno aprende una cosa. Me sorprende siempre que la novela deja de pertenecerte: la escribes, la cogen los lectores y los lectores le dan una visión que nunca habías pensado ni proyectado. Cada uno tiene su propio aprendizaje. Yo no escribo para enseñar, sino que escribo para aclarar mi mundo o el mundo que me interesa. Creo que si yo lo entiendo, los demás también lo entenderán
—¿Qué poso quiere que deje la novela en los lectores?
—Que se entretengan y que aprendan… con que les dé una idea y un poco de ánimo me conformo.
***
Concluye la charla y Nativel acude a la caseta donde firma ejemplares de sus novelas a los lectores. Posa en la caseta para el objetivo de Victoria y no se desprende de la sonrisa en ningún momento.
Se coloca las gafas de sol. Quizá sus ojos ya estén buscando, en la oscuridad, una historia para descubrir a los lectores. Fondea para encontrar un tesoro que trasladar al papel y que le permita aclarar su universo personal.
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