Hay símbolos instalados en el imaginario colectivo, no sólo en literatura, sino en cualesquiera otras formas de arte, o incluso a otros niveles no artísticos de la condición humana. Así, la luna esta asociada al amor y al secreto, el mar a lo inabarcable y lo desconocido, y la lluvia a lo efímero, al tiempo que pasa. Si un amigo mira demasiado recurrentemente al cielo, desciframos en ese gesto su estado taciturno, su nostalgia. Gestos, objetos, elementos o solo palabras que han perdido su significado expreso en favor de la poesía y la metáfora.
Mario Satz se centra en uno de estos símbolos. En uno de los más evocadores. Mitad entomólogo mitad poeta, recopila en El alfabeto alado los diferentes significados que a lo largo de los tiempos hemos dado al aleteo de las mariposas, a la forma y simetría de sus ocelos, a sus colores vivos y a su vuelo errático. Se nota su pasión por los lepidópteros, pero también el cuidado a la hora de describir lo que escucha en ellos cuando los observa. En cada relato descubre un nuevo significado a sus vuelos, a sus formas o a sus comportamientos, y lo describe e interpreta con lenguaje preciso y precioso, con la delicadeza necesaria para que la metáfora se abra ante nuestros ojos, como una crisálida. Poesía en prosa. «Belleza» es la palabra que mejor describe la estética de El alfabeto alado, en las formas con que se narran historias y leyendas que son metáforas en sí mismas, adornadas con la atmósfera de los cuentos antiguos.
Todos los relatos son maravillosos, y es difícil decantarse solo por algunos de ellos. En “post tenebrosa, lux”, una anécdota sobre una sesión fotográfica al escritor Walt Whitman, sirve a Satz para presentar a la mariposa como símbolo del tránsito de la vida a la muerte, del retorno a la naturaleza. Y en “el círculo de Kama” una mariposa blanca de la familia de las licénidas se posa en los labios del moribundo y aletea febrilmente. Sólo esa imagen hace innecesaria mayor explicación sobre la idea de la reencarnación. En “el sello de la tristeza” una gran mariposa piéride de alas negras sirve a Issa, gran maestro japonés del haiku, para comprender que todo es efímero, todo se desvanece, nada perdura, a pesar de lo cual es mejor “volar un instante que no volar nunca”. Y la idea de poesía y universo está en “la hoja remonta el vuelo”: “de todas las hojas caídas, sólo una intenta volver a su lugar”. Especialmente emocionante es “mientras el mundo duerme”, donde Friedl y los niños pintan mariposas en las paredes del campo de concentración en el que están encerrados; mariposas que perduran en la piedra tras la muerte de sus creadores, y a través de las cuales sintieron algo parecido a la libertad mientras estuvieron privados de ella.
Casi al final, en el relato que da título a la obra, el naturalista y fotógrafo Kjell Sandved descubre letras ocultas en las alas de las mariposas, y dedica su vida a completar el alfabeto; lo hace a pesar de las críticas, a pesar de que lo llamen loco. En este relato se conjugan la totalidad de los símbolos representados por la mariposa. En sus alas nuestro lenguaje. Para explicar por qué nos hablan, por qué las entendemos, como si de ellas hubiéramos aprendido a expresar lo que no se puede decir con palabras. Como si el aleteo de sus alas fuera hermano del latido de nuestros corazones; como si completara las carencias humanas para expresar sentimientos.
Quizá Pirandello o Cărtărescu también se inspiraron en una mariposa para sus juegos con los narradores, con el concepto de creador como ente conocido o buscado por el personaje. Quizá también conocían la historia del filósofo Chuang Tzu, que soñó que era una mariposa que soñaba que era Chuang Tzu, despertando del sueño con un ligero sabor a polen en los labios.
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Autor: Mario Satz. Título: El alfabeto alado. Editorial: Acantilado. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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