Qué lástima que la comunidad LGTBQI tenga que volver a estar en estado de alerta. Que se plantee trasladar el Orgullo a la Casa de Campo y en horario para adultos, que se amenace a un chaval en Barcelona por considerar que vestir como quiere es faltar al respeto. Que se legitime en política el discurso homófobo e incluso se use como estrategia electoral. Es una pena, sobre todo, porque la lucha antagónica heteros contra no heteros parecía ya del pasado y, por fin, ese camino más profundo que habíamos empezado pasa a un segundo plano. El difícil trayecto de solucionar los problemas dentro de la propia comunidad que, sobre el arco iris, esconde cuestiones enquistadas que van mucho más allá de la lucha maniquea de la mayoría contra la minoría, sino que piden una tregua para mirarnos a nosotros y pulir nuestras propias asperezas.
El Orgullo LGBTQI 2019 apunta a los mayores. Nuestro Mayor Orgullo, reza el lema, dando luz a uno de los olvidos más clamorosos de la causa. Y ese es el camino a seguir. Tras las conquistas, la letra pequeña de la autocrítica. Pero el auge de la intolerancia vuelve a ponernos en gabinete de crisis. Asignaturas importantes como la plumofobia, la serofobia, la homofobia interiorizada, el machismo homosexual, la diversidad sexual en el entorno rural o la ruptura del género binario pasan a ser de nuevo, como siempre, marías en un programa educativo que se encalla, una y otra vez en la simple introducción al respeto y a la aceptación.
Nueva York de un plumazo, el libro que publico después de estar seis años viviendo al otro lado del charco, retrata con vocación definitivamente lúdica esa sensación fantasiosa que genera la ciudad de los rascacielos a los hombres homosexuales: que no somos minoría, sino privilegiados. Por lo difícil que resulta mantener una familia, por ser capital de artes y moda, somos el espécimen con más alto índice de adaptación y supervivencia en la jungla de asfalto. Y es maravilloso porque desglosa las posibilidades y las libertades hasta el infinito. En otras palabras, te desvictimiza. El mundo que te rodea te acepta y eso es una gran responsabilidad que se traduce en una gran labor para paliar la doble discriminación: la que uno sufre dentro de su propia minoría. En ser conscientes de que ser hombre gay es una forma de dominación en la comunidad LGTBQI.
Viviendo en Nueva York, por otro lado, también me he sentido muy orgulloso de cómo España había entrado de golpe y porrazo como un lugar diverso y había adelantado por la derecha en algunos aspectos a la supuesta pionera, con 50 años de historia activista que se cumplen estos días. De cómo padres, madres, abuelas y abuelos han encajado un cambio de mentalidad en tiempo récord y de cómo el imaginario popular aceptaba de corazón el desafío a lo heteronormativo. La ciudad de los rascacielos siempre mira hacia arriba y acostumbra a ser inmisericorde con los que están abajo. Nadie se mete con tu orientación sexual, pero quizá porque no les importas. Y sinceramente, creo que es más difícil lo que hemos conseguido en España que lo que se ha conseguido en Nueva York. Así que no perdamos lo que hemos hecho bien y no copiemos lo que ellos hacen mal, por favor. Sigamos por el buen camino y miremos al lado solo para mejorar. Marchemos orgullosos para seguir trabajando en nuestras vergüenzas.
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Autor: Mateo Sancho Cardiel. Título: Nueva York de un plumazo. Editorial: Roca. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro
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