Lo primero que asombra en este libro es el tamaño, aun antes de leerlo. Quien haya estudiado un poco vida y obra de Guillermo de Torre conoce la existencia de un intento suyo de autobiografía, pero sabe también que el tal fue exiguo y quedó inconcluso. Y sin embargo, el lector se halla ahora ante un volumen de casi 600 páginas. El enigma es de fácil solución: el compendio contiene mucho más de lo que el modesto título promete. Pero vayamos por partes.
Pablo Rojas, su editor, es un avezado estudioso de la literatura de la vanguardia histórica española. Ha dedicado ya iluminadores trabajos a algunos autores de la época ultraísta, si bien no pertenecieron de lleno al movimiento, como Mauricio Bacarisse y Alfredo de Villacián, o no ocuparon en él un puesto predominante, como Ernesto López-Parra, “el ultraísta remolón”, objeto de una monografía (2006). Sus mejores frutos, empero, los dio y los está dando al estudiar la vida y la obra de Guillermo de Torre, paladín de la vanguardia española.
Además de editar algunos epistolarios menores, Rojas ha escrito una excelente biografía: Guillermo de Torre y la cultura del exilio (2015). Prepara, sobre el mismo, otro volumen, titulado Guillermo de Torre. Por caminos y laberintos. En estos mismos días están por aparecer dos volúmenes que hemos editado juntos: Dossier Guillermo de Torre y Epistolario de Ricardo Gullón y Guillermo de Torre, 1934-1970 (ambos en Madrid).
El libro que ahora nos ocupa es un golpe de genio, pero también fruto del trabajo concentrado. Lo conforman dos partes que se completan mutuamente.
Torre se propuso una y otra vez escribir su autobiografía, y tomó para ello notas en diversos momentos de su vida. Ese ambicioso proyecto quedó inconcluso y permaneció inédito hasta que su hijo Miguel de Torre Borges dio a luz algunos fragmentos. Paralelamente, y puesto que su vida como escritor transcurrió en momentos especialmente interesantes o álgidos de la historia literaria española, de la que fue testigo privilegiado y a menudo protagonista, Torre esparció informaciones sobre sí mismo en numerosos trabajos éditos e inéditos. Lo que ha hecho Rojas en la primera parte de su libro es, primero, recopilar todos los escuetos bosquejos y apuntes que Torre pensaba expresamente incluir en su autobiografía (estrictamente hablando, eso es todo lo subsistente del nonato libro Tan pronto ayer). Luego ha escogido de entre sus libros y artículos los capítulos o párrafos que informan sobre las actividades de Torre en diversos campos y países, ha hurgado entonces en archivos personales e institucionales, de donde obtuvo varias joyas inéditas, y finalmente ha ensamblado sabiamente esos 35 textos, conformando así un amplio, variopinto e informativo panorama, tensando un arco vital que cubre el periodo 1915-1969: más de medio siglo dedicado a las letras, al arte, a la cultura en general.
Rojas titula “Evocaciones y a fisonomías” la segunda parte del libro, al que se dedican las páginas 267 a 570.
Torre era un maestro en el arte de reinstalar continuamente figuras del pasado en su respectivo presente, honrándolas en la prensa con ocasión de algún aniversario. Como además tuvo la fortuna de mantener trato personal con muchas de las más representativas personalidades del siglo XX, e intercambiar con ellas cartas (a veces por periodos de más de 50 años), huelga casi resaltar el acierto que implica esta selección.
Por estos 34 capitulillos desfilan, entre otros, los españoles Pío Baroja y “Azorín”, Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset, Ramón Gómez de la Serna, Rafael Cansinos Assens, Eugenio D’Ors, Pedro Salinas, Juan Larrea, Miguel Hernández, Melchor Fernández Almagro, Ernesto Giménez Caballero; entre los hispanoamericanos, los argentinos Ricardo Güiraldes (con quien mantuvo correspondencia, pero a quien Torre no llegó a conocer personalmente) y su cuñado Jorge Luis Borges (relación no exenta de tiranteces), el mexicano Alfonso Reyes, la chilena Gabriela Mistral, el uruguayo Julio J. Casal (director de la revista coruñense y luego montevideana Alfar), el peruano César Vallejo, y los chilenos Vicente Huidobro y Pablo Neruda, con quienes Torre mantuvo sonadas polémicas.
Puesto que Torre estuvo desde muy temprano interesado en el arte de vanguardia, no sorprende encontrar a Picasso, Juan Gris, Robert Delaunay, Rafael Barradas, Joan Miró, Salvador Dalí y Ángel Ferrant entre sus conocidos y retratados. Pero quien se lleva la palma, en esta segunda sección del libro y quizás en la vida de Torre, fue Federico García Lorca, a quien lo unió una intensa amistad, documentada en una larga correspondencia y en la primera edición, hecha por Torre, de las Obras completas del granadino.
Testigo de excepción, el libro recopila también información de primera mano relacionada con la fundación de dos revistas basales del mundo de las letras castellanas a ambos márgenes del océano: La Gaceta Literaria y la argentina Sur. Torre no solo fue secretario de redacción de ambas, sino estrecho colaborador de los respectivos directores (Giménez Caballero y Victoria Ocampo) ya desde que comenzaron a delinear el plan de sus revistas.
En “El acercamiento a Almotásim” (relato disfrazado de reseña), Jorge Luis Borges resume una novela ficticia diciendo que narra “la insaciable busca de un alma a través de los delicados reflejos que esta ha dejado en otras”. El presente caso es como el envés de esa trama: el homenaje de Torre a todas esas personas nos da ahora, al ver la amplitud del abanico y la generosidad del trato, idea de la variedad de intereses y de la constancia de Torre mismo, iluminando así su propia personalidad, en tanto él se ocupa de la de otros.
Debe dejarse constancia, sin embargo, de que no se trata en ningún momento de memorias íntimas, a las que Torre no era nada propenso. Según nos recuerda Rojas (11):
También es verdad que fue extremadamente pudoroso en el relato de su intimidad y que su breve aunque intensa incursión en el el género lírico —el más adecuado para la expansión sentimental— apenas nos da idea de sus pálpitos interiores.
Lo que el libro de Pablo Rojas nos ofrece no son, pues, confesiones, sino algo más meduloso y fructífero: la crónica de la insobornable evolución intelectual de un escritor español del siglo XX. El trabajo de investigación, selección y montaje es eximio (equivalente, en sus cualidades, al que Rojas realizara para el volumen Poetas de la nada: Huellas de Dadá en España). La presentación editorial, como es usual en Renacimiento, irreprochable.
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Autor: Guillermo de Torre. Título: Tan pronto ayer. Edición: Pablo Rojas. Editorial: Renacimiento. (Biblioteca de la memoria, 73). Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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