Dice la escritora Laura Esquivel que son tiempos en los que es necesaria una reflexión en torno a lo sagrado femenino. Y es que la autora de la celebérrima Como agua para chocolate considera que México tiene que aceptar que es una sociedad enferma emocionalmente. Con ese afán, Esquivel ha seleccionado un relato suyo publicado hace cinco años, titulado A Lupita le gustaba planchar, que con la colaboración del artista y diseñador Jordi Castells, se acaba de convertir en una novela gráfica publicada bajo el sello editorial SUMA, que recupera la iconografía y la tradición de la historieta mexicana clásica. El relato lo protagoniza una mujer policía, una suerte de antiheroína inmersa en la violencia y el abuso, la corrupción y las ganas de superar las adversidades, situaciones por desgracia muy palpables desde hace años en México, donde esa mujer, Lupita, es su fiel reflejo, pues habita un mundo sórdido en el que la han devaluado y violado, teniendo que recurrir al alcohol para poder sobrellevar su enorme dolor. Esquivel ha dicho que Lupita es su forma de hacer visible esa enfermedad emocional social que padecemos los mexicanos, y aunque vive el escarnio público y le gusta chingar y tener la razón, finalmente sana. ¿Cómo? La escritora plantea que la sanción de los mexicanos como sociedad nunca va a llegar por medio de la justicia, de acuerdo con las leyes, que ahí no están las respuestas, ni mucho menos en la fragmentación, las diferencias, la exclusión, el castigo, el juicio, o entrando en una escalada de violencia. “El odio y la rabia son una cárcel donde uno se encierra para convertirse en una víctima eterna”, sostiene. Para Esquivel la sanación debe venir de un trabajo interno, como el que hace Lupita, para recuperar y reconstruir el corazón entendido como aquello que hace vibrar; pero también entrando en armonía con todo lo que nos rodea. “No tiene nada que ver con el desorden político; es sanar el corazón propio para conectarlo con el corazón de otro ser humano”, afirma la autora. En la novela Lupita encuentra el camino guiada por otras mujeres que saben vivir en comunidad y que no han perdido una tradición ancestral que les permite conectar con el todo más allá de los cuerpos diferenciados, con una esencia común que se resume en un solo espíritu. ¿Eso es todo? ¿Así llegará la sanción del pueblo mexicano ante la situación que, subrayamos, padece desde hace muchos años soplada por gobiernos de diverso pelaje político? Estoy de acuerdo en que hay un camino de carácter espiritual en ese proceso hacia la paz en México, como sugiere Esquivel. Pero disiento en que en este momento, porque hablamos del presente, sea oportuno simplemente mirar hacia ese más allá (o más acá), pues la sociedad mexicana necesita ahora medidas urgentes de orden jurídico, político y económico que detengan la sangría que produce la violencia y la desintegración colectiva resultado de años de corrupción, impunidad, desatención, indiferencia y marginación de amplios sectores de la población, muchísimos de ellos como la Lupita del relato de Esquivel. Es imposible pretender que la gente sane sus corazones solo a base de buena onda y espiritualidad. Y no digo que no haya que hacerlo. Pero el pueblo mexicano va sobrado de espiritualidad; lo lleva en los genes y tal vez por eso hayan abusado hasta tal punto de su gran corazón. México es hoy un país que se ha pasado de vueltas y requiere, ya mismo, una sanción como sociedad mucho más elemental que le permita, entonces sí, una convalecencia en paz para elegir caminos como el que ofrece Laura Esquivel en su interesante relato. Lo digo de todo corazón.
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