El pasado mal recordado es el verdadero villano de Stephen King
«Las películas de terror no crean miedo, lo liberan». Es una frase del mítico realizador Wes Craven (Pesadilla en Elm Street, Las colinas tienen ojos), fallecido ahora hace cuatro veranos y convertido ya en carne de meme para los fans del terror. Otra de sus frases venía a catalogar sus propios filmes como películas sobre el miedo, no de miedo. Y esta última parece adaptarse como un guante a It y esta It: Capítulo 2, secuela o más bien segunda mitad de la mastodóntica novela de Stephen King, cuya primera entrega fílmica de 2017 sesgaba la vida adulta de la pandilla para concentrarse en su niñez, y que ahora aborda el retorno del payaso asesino a la vida de los que antes se llamaron los «Perdedores». La obra del argentino Andy Muschietti no genera ese miedo cerval y básico que viven sus protagonistas, más o menos el mismo que muchos sentimos al tomar en nuestras manos el voluminoso ejemplar de «The King». Hay problemas estructurales, omisiones molestas, concesiones a los recursos del terror comercial que también vivían en el original literario. Mucho susto fácil, si es que fácil equivale a malo. Pero al menos hay algo en esta dupla de películas que resucita el terror épico para el gran público del 2019: It es una historia apasionante e inquietante cuyo reparto, adulto e infantil, brilla en plena forma; un espectáculo visual que alberga una extraña contradicción. It. Capítulo 2 es tan grande en escala visual como íntima, tan ortopédica en términos narrativos como igualmente apasionante en los generales.
La película trata de abordar en formato panorámico y como festival de FX digitales los miedos personales de cada uno de los integrantes de la pandilla protagonista, esta vez versión adulta. Para ello se ha contratado un casting estelar, que convive con los «flashbacks» constantes de los niños de la película anterior, y preparado un show de efectos especiales superior al de la primera parte. La película sufre por ello, por respetar la letra impresa de King y la peculiar estructura de un relato que entretejía pasado y presente; también por tratar de apelar a cuanto más público mejor, volviendo a traer (rejuvenecidos digitalmente de una manera asombrosa) a los niños del Capítulo 1. Al haber escindido casi toda la parte infantil del relato para realizar la primera parte (extensión obliga, nadie dice que la papeleta de Muschietti fuera fácil), lo que queda es es la sucesiva presentación de cada uno de los protagonistas, versión adulta, y sus episódicos entrentamientos terroríficos con Pennywise, decidido a volver tras completar su letargo de 27 años. It. Capítulo 2 da la impresión de ser una narración más ortopédica, torpe, desde luego menos dinámica, cuya ambición (más de 160 minutos de duración son muchos minutos) parece ahogar el devenir del relato.
Como el Capítulo 1, este desenlace sufre también de algo que nos llevó a elegir la frase de Craven para comenzar el texto. It. Capítulo 2 no da miedo, por mucho que sea una película de miedo. No es algo deliberado, sino una característica que sin embargo no perjudica el empaque de la historia, su capacidad conmovedora. Los sentimientos tardan de llegar a la película, que es larga, pero lo hacen y el resultado es tremendamente eficaz. Los números terroríficos tienen aquí una superior carga de imaginación, lo que los hace plenamente disfrutables de una manera más gamberra, más referencial: da la impresión de que a Muschietti el estudio le ha dado carta blanca para plasmar sus influencias terroríficas y añadir un peculiar humor que aproxima a Pennywise a cualquier secuela de Freddy Krueger (la presencia en el cine de Pesadilla en Elm Street 5, también de la New Line, no puede ser casualidad).
Muschietti cercena, quizá para no alargar aún más el filme, muchas apariciones del malvado macarra Henry Bowers, escapado ahora del psiquiátrico para frenar la acción de los héroes, y también cierta concepción de Derry, la ciudad ficcional donde se ambienta It, como «ciudad americana encantada», contaminada cual virus por la acción subterránea de aquello que se ha venido a llamar Pennywise. Las reflexiones socioeconómicas que King volcaba en el relato aquí se reducen a la nostalgia por un cine cerrado (aquel episodio en el que Bill regresa a su pueblo, y éste aparece reflejado como un centro comercial en decadencia, lejos de su antiguo esplendor, brilla por su ausencia) y un par de asesinatos infantiles brillantes solamente por existir en un film destinado a recaudar muchísimos millones, pero más bien mal insertados en el relato. Por supuesto, los episodios lisérgicos finales de la novela (incluyendo la orgía final) han desaparecido, eso lo dábamos por sentado.
¿Por qué resulta It. Capítulo 2 una película apasionante por encima de sus ya relatados defectos, de su tendencia al susto marrullero y fácil? Pues miren, porque conserva casi íntegro el contenido de la monumental novela, un producto considerado hasta hace poco inadaptable y que ya la anterior miniserie de 1990 apenas acertó a plasmar al margen de la icónica construcción del Pennywise de Tim Curry. Y eso significa capturar al espectador a través de sus personajes y la creación de un monstruo informe canónico por, precisamente, mutable. Como buena obra comercial que es, el filme aclara sus intenciones ya desde sus dos o tres primeras secuencias, potenciando ciertos crímenes de odio que ya estaban en el libro original (por aquello de ubicar la acción en la actualidad estadounidense, acaparada por los problemas raciales y la identidad sexual) y señalando el camino de su moraleja a través de la voz en off de Mike Hanlon. Y porque, al menos para el que esto escribe, sigue resultando divertida, conmovedora.
¿Qué somos, lo que recordamos o lo que hemos elegido olvidar? Esto lleva a una importantísima modificación del relato original de King, con los supervivientes recordando efectivamente quienes fueron y manteniendo sus lazos de amistad por encima del tiempo. La constante mofa que se realiza en el filme a los finales de King, escritor famoso por no escribir precisamente los mejores, nos ofrece cierto destello de autoconsciencia postmoderna que nunca se sobrepone a la historia o los personajes. No me parece mal y resulta coherente. It 2, como objeto-película, es una historia que incorpora la nostalgia a la que apela comercialmente como mecanismo narrativo y no solo como sentimiento, y que una vez dentro de la sala nos llama a revisar nuestra manera de recordar el pasado para no rehuir nuestros fantasmas, y con ello nuestra propia y verdadera identidad.
La segunda razón sería su tesis y excusa primordial, como extensión de lo anterior: cuando somos adultos no desaparecen los miedos, sino que adoptan formas peores. La mayoría de Perdedores están atrapados en una fantasía de éxito netamente americano que en realidad esconde una desastrosa situación personal. Bill (James McAvoy) es un escritor que trata de plasmar sus recuerdos en un guión que todos insisten en cambiar al tiempo que fracasa en su relación sentimental; Beverly vive una vida de éxito aunque es maltratada por su marido; Eddie es un ejecutivo que casado con una mujer sobreprotectora que parece un clon de su propia madre…. Todos ellos reciben la llamada que les permitirá, si soportan la prueba, congraciarse con su propio pasado, ser ellos mismos. Todo en It. Capítulo 2 versa sobre la imposibilidad de los finales cerrados, y cómo —naturalmente— los terrores de la infancia infectan, contaminan, la vida adulta. Al final, una vez enfrentados (ya sea los miedos propios como su encarnación física final, como refleja el monumental clímax de una hora de la película) solo queda aceptar la incertidumbre final: del «¿seguiremos siendo amigos?» pasamos al «nada dura para siempre» que pronuncia un absolutamente excelente Bill Hader mientras se mira al espejo, en un instante donde ese intangible que es la poesía aparece para literalmente pasarnos por encima, apisonarnos y liberarnos. It. Capítulo 2 no es una película perfecta, es una que elige ser hija de su tiempo, con sus modas y vicios (no creo que la novela aspirara a cosa distinta) pero al final las emociones llegan y de su suma con la anterior película se redondea una obra compleja y entretenida.
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