A las buenas, querido criminal.
¡Vaya! ¡Menudo recibimiento me has dado! Tengo que reconocer que siempre siento miedo cuando empiezo un blog nuevo porque, claro, en mi cabeza suena genial pero… ¿y en la práctica? ¿Gustará? ¿Atraerá? ¿Resultará interesante? Todas esas preguntas me asaltan una y otra vez. Supongo que es el miedo al fracaso que todos (y no me vengas ahora con que no) tenemos. Pero, ¡guau! Parece que te ha gustado el contenido que voy a tratar, y mucho. Así que yo sólo puedo esforzarme más para que esto no decaiga y que mantengas el interés entrega a entrega. Y para ello he decidido traerte un caso que te aseguro que te mantendrá pegado a la pantalla mientras queden letras. ¿Has oído hablar del asesino del torso? Puede que no, a pesar de sus atrocidades ha pasado algo desapercibido, pero no te preocupes porque yo te voy a contar todo lo que he podido averiguar acerca de estos crímenes. Y sí, son varios.
Ahí vamos.
Lo primero que me llamó la atención de este caso en particular fue la afirmación de que es el primer asesino en serie del que se tiene constancia en los archipoderosos EEUU de América, aunque esto tiene un matiz. No lo es, ni mucho menos. El primer asesino en serie que se conoció en este país fue el Dr. Howard Henry Holmes, que mató a 27 personas y lo intentó con 50 más en el siglo XIX, pero el caso del asesino del torso fue el primero identificado por fuerzas policiales modernas, por lo que esto ha llevado muchas veces a confusión. Aclarado esto, sigamos.
Como es evidente, no te puedo contar nada sobre su infancia y adolescencia, pues se desconoce su identidad, así que me salto esto para centrarme directamente en lo que hizo. Eso sí, déjame que le dé una nueva vuelta más a todo, porque me parece muy interesante situar la ciudad en la que actuó bajo el contexto de la época, ya que me parece algo esencial. No te lo he dicho, pero actuó en Cleveland y es interesante que te cuente que la ciudad, en los años 30 del siglo XX, que es cuando actuó, se encontraba en el segundo puesto del pódium de ciudades más violentas de EEUU. ¿A qué se debía esto?
A que las muertes por el tráfico de alcohol que acarreó la famosa Ley Seca que se impuso en el país lo copaban todo. Las mafias aparecieron y ya se sabe lo que suelen traer de la mano. Pero no solo eso: Estados Unidos acababa de salir de su Gran Depresión y sus efectos eran devastadores en una población que pasaba hambre y necesidad a partes iguales. La delincuencia aumentó inevitablemente, pues lo único que querían los habitantes de la ciudad era comer. ¿El resultado? Un caos profundo que se cree que fue aprovechado por este maníaco para hacer de las suyas. Y es que no nos engañemos: las circunstancias le favorecían para campar a sus anchas, pues las autoridades ya tenían bastante con lo que tenían en su lucha particular contra el contrabando y los rateros. También te diré que, como muchos asesinos en serie a lo largo de la historia han demostrado, éste demostró cierta “inteligencia” (entiéndanse las comillas, por favor) seleccionando a sus víctimas entre la clase baja de la sociedad. ¿Que por qué era esto inteligente? Usemos la lógica. Aunque suene duro y chocante leer esto: ¿de quién se preocupará más y antes para esclarecer un asesinato, de un miembro de la alta burguesía o de un “parásito social”? Creo que ya tienes tu respuesta. Y esto no es algo que me haya sacado de la manga: muchos psicópatas a lo largo de la historia han seleccionado a este tipo de víctimas frente a la comodidad que les representaba que sus actos no hicieran demasiado ruido en la sociedad frente al poco interés de ésta por esas personas. Y ahora que ya te tengo situado en el contexto, te relataré lo que sucedió.
Se creía que los dos primeros cadáveres que dejó en su senda fueron hallados en septiembre del año 1935, pero no fue así. A ver, no me entiendas mal, sí que se hallaron estos cuerpos en esta fecha, pero una investigación exhaustiva determinó que un caso encontrado justo un año antes también se le atribuía a él. En el año 1934 se encontró el cuerpo de una mujer dividido en dos en la costa del lago Erie. Pero ojo, no te vayas a pensar que las dos partes estaban la una al lado de la otra, qué va, había una separación de 50 kms entre ellas. Impresiona, ¿verdad? Pues no es todo. La cabeza y los brazos de la víctima nunca fueron hallados, hecho que sirvió para que nunca pudiera ser identificada .Y la cosa no acaba aquí, y si me lo permites te diré que esto es lo que más me ha impresionado a mí. Y es que la víctima estaba cubierta con cloruro de calcio, que actúa como preservador. Esto hizo que aunque el cadáver lo fuera tal desde hacía unos cuatro meses, estuviera muy bien conservado. ¿La razón? Evidentemente, esto es algo que sólo el asesino puede saber a ciencia cierta, pero nos da una idea aproximada de cómo funcionaba su mente al haber querido que el cuerpo se conservara lo mejor posible para cuando fuera hallado. Claro, todos estos detalles no se tenían en cuenta en una investigación de la época pero ahora, con la aparición de las secciones de análisis de la conducta en los cuerpos policiales, este dato sería oro puro para poder localizarlo.
Como te he contado antes, en septiembre del año 1935 se hallaron dos cuerpos más en condiciones parecidas a las de esta mujer desconocida. Fueron encontradas en el área de Jackass Hill, en el barrio de Kinsgsbury Run. Antes también te he dicho que fue bastante cuidadoso e “inteligente” a la hora de elegir sus víctimas, ya que este barrio era extremadamente pobre y marginal. De hecho, la policía le dio la importancia justa, ya que se pensaban que era un ajuste de cuentas por cualquier lío en el que el contrabando de alcohol estuviera presente. No tuvieron en cuenta la extrema crueldad con la que aparecieron los torsos. Incluso se les había cortado los genitales. Un dato digno de remarcar es que ambos cuerpos fueron movidos de su lugar original de asesinato, ya que no se halló sangre alrededor de estos. Esto hoy nos diría que se trataba de un asesino organizado.
Una de las víctimas no pudo ser identificada pero la otra sí. Gracias a sus huellas dactilares (ya que se recuperaron sus brazos) se supo que se trataba de Edward Andrassy, que pertenecía a una poderosa familia de Cleveland. Si estás atento a lo que lees, esto último te habrá llamado la atención, ya que hace nada he escrito que fue directo a por lo más bajo de la sociedad, lo que le permitía pasar desapercibido. Bien visto. Pero en este caso pudo actuar contra esta persona sin ningún problema porque Edward estaba marcado socialmente, porque la gente consideraba de él que tenía tendencias sexuales indecorosas para la época. Así que su familia no quiso que el caso se airease y dejó que cayera en el olvido.
En enero de 1936 llegó la cuarta víctima. Se trataba de una prostituta de la cual tampoco se llegó a encontrar nunca la cabeza. En este caso su torso fue troceado. Cinco meses después llegaría la quinta víctima, descubierta por desgracia por dos niños que jugaban junto al río. Lo macabro de este descubrimiento es que fueron ellos los que hallaron la cabeza enrollada en unos pantalones que el río había arrastrado a la orilla. El torso fue hallado en Kingsbury Run. A este cadáver se le conoció como el «hombre tatuado» por la razón que seguramente estás imaginando. A pesar de que asesinaba a gente que pasaba desapercibida, la prensa ya se había hecho eco de los asesinatos y los investigadores estaban algo nerviosos. En medio de este pequeño caos llegó la sexta víctima. Apareció junto a un campamento de indigentes. Por primera vez, el asesino cambió su modus operandi, ya que el cuerpo fue hallado en el lugar exacto del asesinato. Evidentemente se desconocen las razones. La siguiente víctima llegó en septiembre, cuando un vagabundo encontró un cuerpo partido en dos de nuevo en Kingsbury Run.
A partir de este momento la prensa se lo tomó mucho más en serio y el acoso a los investigadores fue brutal, pues la sociedad exigía resultados a pesar de sentirse relativamente seguros, pues esos macabros actos no iban dirigidos contra ellos, sino contra un estrato social más bajo. La actividad policial se intensificó sin resultados aparentes.
Los tres siguientes cuerpos que se hallaron rompieron un poco los esquemas, porque se salían ligeramente del proceder del que después tildarían (durante la época no se hizo) como «asesino del torso». En el primer caso, la precisión con la que los miembros fueron cortados no era igual que en los casos anteriores, por lo que se llegó a dudar de que fuera el mismo asesino que en las víctimas anteriores. En la siguiente, la víctima era de raza negra, lo que rompía el patrón racial (que si bien antes no se tenía en cuenta, ahora hubiera sido un verdadero quebradero de cabeza para los investigadores conductales) y en el tercero apareció sin corazón ni algunos órganos internos más. Evidentemente, esto les hizo sospechar que el psicópata debía de tener conocimientos de medicina, pues la precisión con la que habían sido extirpados era asombrosa, según el forense.
Ahora te voy a contar algo que me he dejado adrede para que tu nivel de interés sobre la historia no decaiga. ¿Sabes quién fue el encargado de investigar estos asesinatos?
Ni más ni menos que Eliot Ness.
Sí, el que sale en la película de Los Intocables, tan famosa. De hecho, Los Intocables fue un grupo que se creó con policías de los que se decía que eran incorruptibles a la hora de perseguir a los que se pasaban la Ley Seca por donde tú y yo sabemos. Y sí, Eliot Ness fue quien detuvo a Al Capone, el mafioso más conocido de todos los tiempos, por haber cometido fraude fiscal. Pues bien, llegó a Cleveland en 1935 para hacerse cargo del pésimo estado en el que se encontraba la ciudad, como te he contado al principio. Ness era todo un héroe norteamericano, y su fama, desde luego, sirvió para que se enfriaran los ánimos entre la población, que empezó a sentirse más segura. Y esto no era un espejismo que ellos mismos crearon, no, la criminalidad bajó tanto que se decía con la boca bien grande que Cleveland era la ciudad más segura de los Estados Unidos de América. Pero Ness tuvo la mala suerte de toparse con este psicópata. Y no es que le hiciera caso enseguida, qué va. Él seguía con sus esfuerzos por limpiar la ciudad de crimen mientras el asesino cometía sus primeras atrocidades. Fue cuando llegó la quinta víctima (y cuando un forense le dio un toque de atención, todo sea dicho) cuando comenzó a pensar en que quizá estos asesinatos estuvieran relacionados entre sí y los hubiera cometido una sola persona.
Puede que esto te suene increíble. ¿Cómo no se habían dado cuenta si, sin duda, todos los casos presentaban similitudes? Porque esto hoy día lo vemos enseguida gracias al trabajazo que se comenzó a dar en la década de los setenta, cuando se creó la UCC en el FBI, pero en esa época no se había desarrollado el concepto de asesino en serie y no se tenía en cuenta que esto pudiera suceder. El caso es que con el quinto se lo comenzó a tomar en serio, y ya con el sexto centró todos sus esfuerzos en localizar al maníaco. Esto fue tanto bueno como malo. Bueno, claro está, porque un asesino así requiere un sobreesfuerzo por parte de las autoridades para ser atrapado. De eso hay discusión. Malo, porque se llegó a obsesionar hasta tal punto que cometió auténticas locuras, como la que te voy a contar ahora:
Como veía que muchas de sus actuaciones se daban lugar en el barrio marginal de Kingsbury Run, dio por hecho que el asesino vivía ahí. Quizá se dejó llevar por la lógica aplastante de que uno se mueve sobre seguro, donde conoce el terreno. Evidentemente, esto no es siempre así, pero a él no se le ocurrió otra cosa que pegarle fuego al poblado de chabolas para hacerlo huir del lugar. Imagina qué comenzó a opinar la gente de ese héroe que siempre actuaba para el bien del pueblo, pero que ahora acababa de dejar sin lo poco que tenía a muchísimas personas. Y éste no fue su único error. Otro bien gordo fue decirle abiertamente a la prensa que no quería que hablara sobre los asesinatos en los medios. Su razón era clara y hasta entendible: creía que el asesino veía reforzado su ego cada vez que se hablaba de él en los periódicos, y quería terminar con esto. El resultado no lo previó, ya que los periodistas se echaron contra Ness al entender que quería ocultar a la sociedad la realidad de lo que estaba sucediendo.
Estos dos errores y su consiguiente descrédito frente a la opinión popular sumieron a Ness en una profunda mezcla entre depresión y obsesión por atrapar al asesino. De hecho, habiendo pasado tres años de los sucesos dimitió de su cargo y hasta llegó a convertirse en alcohólico. Sí, el que había luchado para que otros no pudieran beber se ponía hasta arriba de licor cada día. Pero esto, evidentemente, no es producto de esos dos errores que, aun siendo graves, no eran determinantes para que Ness cayera en esa espiral de depravación. Te lo voy a contar y al mismo tiempo te relato si en todo este embrollo, alguna vez, hubo algún sospechoso.
Claro que lo hubo. Con nombre y apellidos uno solo. Y, de hecho, estoy seguro que lo hizo él, al igual que la mayoría de los investigadores creen.
Se trata de Frank Sweenie. ¿Que qué les hizo sospechar de él? Que era un cirujano venido a menos en su vida personal. ¿Recuerdas que pensaban que tenía altos conocimientos médicos? Esto encajaba, claro. Además de eso, su mujer lo acababa de dejar (llevándose también a sus hijos) justo cuando apareció la primera víctima. Puede que fuera una casualidad, pero también se pensaba que el asesino sería un tipo alto y fornido por eso de que pudiera trasladar los torsos de un lugar a otro, ya que, como te he contado, en el 95% de los casos no mató donde se encontraban los cadáveres.
Y sí, ya sé que esto no es determinante, pero lo que te voy a contar ahora es lo que me hace pensar que sí fue él. Y lo peor de todo es que le sirvió como coartada. Y es que en plena vorágine de asesinatos, Frank pidió su ingreso voluntario en un hospital psiquiátrico pues, según él, no se encontraba bien mentalmente. El problema para Ness, que tenía claro que era él el asesino, fue que los dos últimos asesinatos sucedieron mientras él estaba en ese centro.
¿Entonces cómo se puede dudar de que fuera él?
Pues porque gracias a ese ingreso voluntario, pudo elegir centro psiquiátrico y, ¡oh, casualidad!, era de mínima seguridad. Es decir, podía salir y entrar a su antojo de él. Nadie pudo atestiguar que sí estuviera en su habitación en el momento exacto de los crímenes. Pero, por si fuera poco, Ness se lo llevó un día a un apartamento solitario donde lo sometió a un duro interrogatorio. En él se contó que no solo lo resistió todo sino que mostraba una actitud burlona diciendo todo el rato que lo encerraran si tenían pruebas. Pero que no tenían nada.
Esta actitud se repitió con el paso de los años, cuando Frank enviaba cartas dirigidas a Eliot Ness en las cuales se burlaba de él y de todos los investigadores del caso al no encontrar al culpable de los asesinatos. Evidentemente, nunca se pudo probar que fuera Sweenie el que cometió todas estas barbaridades, pero como ves, todo apunta hacia él.
Frank se pasó toda su vida de un centro psiquiátrico a otro sin que nunca se pudiera demostrar que en verdad fue él.
¿Qué pasó con Ness?
Eliot Ness murió en 1957 sumido en la más absoluta locura tras el borrón en su historial que le había traído el caso del asesino del torso. La gente olvidó a ese héroe que años atrás reformó al cuerpo policial corrupto y que logró atrapar al criminal más famoso de casi todos los tiempos. Ahora era un loco que no había logrado dar con un asesino aparentemente perfecto que, además, parecía burlarse de él. A día de hoy, como es lógico, el crimen sigue sin resolver.
Y hasta aquí te puedo contar, querido criminal. No sé si la historia habrá producido en ti lo mismo que en mí, pero si tuviera que definirlo de algún modo sería fascinación. No paro de preguntarme si un caso así hubiera quedado resuelto en caso de suceder en una época más actual, ayudados por las técnicas de hoy día. Puede que sí, puede que no, pero esta es la historia del asesino del torso y quería contártela.
Como siempre, si te ha gustado, puedes hacérmelo saber en cualquiera de mis redes sociales (en todas ellas, me encontrarás como BlasRuizGrau). Por mi parte lo dejo aquí, pero te prometo que muy pronto me tendrás de nuevo en tu pantalla para contarte otro caso que quedó irresuelto. ¿Hay alguno del que te gustaría especialmente que hablara? Yo siempre escucho, así que házmelo saber.
Nos vemos muy pronto.
Sé malo.
A fines de 1935 Eliot Ness, luego de sus triunfos contra la delincuencia organizada, fue impuesto por el alcalde Harold Burton en el cargo de Director de Seguridad de Cleveland, el cual desempeñó hasta 1942.
Le aguardaba en esa ciudad una faena ardua y urgente: limpiar de corrupción a los ineficaces cuerpos policiales y de bomberos. Prestamente puso manos a la obra y parecía que el joven criminólogo continuaría por su sendero de victorias y que su bien ganada fama de Cid Campeador crecería más y más, pero unos sucesos terribles vendrían para agriarle la existencia y llenar de pánico a la ciudadanía: Unos asesinatos horrendos. Cadáveres desmembrados que con ritmo imparable dejaba un psicópata que la historia conocería como el «Descuartizador de Cleveland», el «Carnicero loco de Kingsbury Run» o el «Asesino del Torso».