El pianista y escritor inglés James Rhodes ha defendido en el Hay Festival de Segovia la música como “medicamento” frente a un mundo de vértigo y redes sociales y ha afirmado que con ella “podemos sentir con más intensidad que con la palabra”.
Feliz de estar en España y con un castellano cuyas primeras palabras aprendidas están vinculadas con dichos populares, en una conversación con el periodista Jesús Ruiz Mantilla el músico se ha mostrado partidario de “enganchar nuevos públicos a la música, aunque necesitamos empezar en las escuelas”. Ese es uno de los objetivos de su nuevo libro Playlist: Rebeldes y revolucionarios de la música, donde se centra en genios como Bach, Mozart, Beethoven, Chopin, Schubert, Rachmáninov y Ravel, cuyo autor confía en que sea “un trampolín hacia un nuevo mundo”, en referencia a la música clásica dirigida a todos los públicos.
Autor del libro Instrumental, en el que relata cómo en su niñez sufrió abusos cuyas lesiones psíquicas y físicas ha arrastrado toda la vida y cómo la música le salvó en los momentos más oscuros, Rhodes ha criticado a los gobiernos porque, en su opinión, “la educación musical está en crisis”.
Incansable por acercar la música a todo el mundo y no solo a las élites, ha subrayado que “con la música no hay que comprender, solo sentarte, cerrar los ojos, escuchar y relajarte”. Al hablar de la expresión en diversos lenguajes, la música o la literatura, el popular pianista se ha considerado “la misma criatura bajo el mismo paraguas, lo mas importante es encontrar creatividad para escapar de este mundo”.
James Rhodes se ha referido a la diferencia con la que capta la música cada persona, argumentando que puede tocar la misma pieza de Bach ante 2.400 personas y cada uno se crea una historia diferente porque lo aproxima a su experiencia sensorial. Con la misma pieza una persona puede estar muy triste y otra muy feliz, “la música sube el volumen de los sentimientos que tenemos en este momento”.
Con humildad, Rhodes ha afirmado que no puede estar a la misma altura que otros intérpretes españoles y que tiene el síndrome de “impostor” y ha explicado que no tuvo su primer profesor hasta los 14 años y luego dejó de tocar durante diez años, hasta los 28. No obstante ha reconocido que tiene “demasiada suerte de compartir escenarios con ellos, es mi sueño desde los siete años”, y ha insistido en que imaginar un mundo sin música “es insoportable. La música te salva”.
El pianista ha tenido palabras de cariño hacia su novia, la actriz argentina Micaela Breque, y también para España: “Estoy más feliz ahora, profesionalmente, personalmente y físicamente, me siento mucho mejor que hace tres o cuatro años”. No obstante ha justificado su mal uso del idioma señalando que, aunque comenzó a vivir en Madrid, hace dos años, sin conocer antes una palabra de español, “con 44 años es muy difícil aprender”.
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