Las redes sociales han modificado la industria literaria: no solo qué se publica y la manera en que se hace, sino también cómo se difunde el producto final. Las editoriales saben que sus obras son más accesibles para los lectores en internet que en prensa escrita, y actúan en consecuencia.
«Los jóvenes nos movemos de una manera muy orgánica en internet. Yo encontré en blogs y foros un círculo con el que hablar de libros, y en 2011 empecé a hablar de literatura en YouTube», explica en una entrevista con Efe el booktuber Javier Ruescas, que semanalmente publica vídeos recomendando libros en dicha plataforma. Con más de 22 millones de reproducciones en sus vídeos de YouTube, Ruescas es uno de los booktubers más seguidos en España, aunque reconoce que no genera grandes beneficios: «Yo no conozco a nadie que pueda vivir de esto, aunque hay marcas que, a veces, te ofrecen participar en sus campañas. Pero no es nada riguroso o constante, no es un salario», aclara Ruescas, autor de varios libros. «Los booktubers fomentamos la lectura, hablamos a la gente de manera muy personal, casi a los ojos», explica Ruescas, que esta misma semana ha participado, en el marco de Cibfest (un festival de la Organización de Estados Iberoamericanos) en una mesa redonda en la que se ha debatido sobre el fenómeno booktuber y su influencia en los jóvenes. «Yo lo que intento en mis vídeos es mezclar todos los géneros literarios, para tratar de alcanzar tantas personas como sea posible», ha reconocido Ruescas, quien, pese a ello, asegura que no recomienda ningún libro que «no disfrute».
A este criterio selectivo es al que el coordinador de la web Canal Lector, Lorenzo Soto, otorga parte del éxito de estos líderes de opinión literarios. «Son lectores apasionados que se ponen a la cabeza de la crítica, pero no como crítica especializada. Su perfil es muy adecuado para reforzar el amor por la lectura de los más jóvenes», añade Soto, quien recuerda que, de acuerdo al último Barómetro de Hábitos de Lectura, los jóvenes de 14 a 24 años son los mayores lectores del país.
Para Soto, los patrones de consumo de esa generación de lectores son los que han cambiado la manera en la que funciona la industria del libro. Antes, las editoriales solían enviar sus obras a la prensa cultural, que se encargaba de reseñarlas, pero ahora «los jóvenes no leen a la crítica literaria, sino que les llegan las opiniones de sus amigos y las de las redes sociales», recuerda. Cada red social tiene su formato y permite explorar la literatura desde distintos planos. En la red social de fotografía Instagram, cuenta Soto, proliferan las cuentas dedicadas a los libros, ya que «es más fácil publicar, exige menos tiempo. En Instagram se hacen cosas mucho mas artísticas que en YouTube, proliferan más perfiles porque es más fácil publicar, requiere menos tiempo la edición de una foto que la de un vídeo. Además, el usuario que publica en Instagram sabe que no puede monetizar sus imágenes, como hacen los youtubers con sus vídeos. Lo que queda es amor por la lectura», añade el encargado de Canal Lector.
Una de estas usuarias es Sara Jiménez, que comparte con más de 10.000 seguidores sus lecturas en su cuenta de Instagram, @nnoviembre. Jiménez, graduada en Filología Hispánica, cuenta a Efe que encontró en esta red social «una comunidad con la que hablar de libros y compartir lecturas». Las reseñas de Jiménez en Instagram, como los vídeos de Ruescas en su canal de YouTube, se construyen alrededor de su propia impresión, lo que acerca las reseñas a otros usuarios: «En la carrera analizábamos mucho el aspecto técnico de los libros, y a mí me interesa lo que me hacen sentir: si me gusta, si me hace sentir incómoda…», enumera. «La trama la puedes leer en cualquier sitio, yo me guío por otros estímulos. Para hablar del argumento, o de si un libro es bueno o malo, ya hay mucha gente», añade Jiménez. Sobre la selección de los libros que reseña, la filóloga explica que funciona «según las exigencias de la editorial». En ocasiones, cuenta Jiménez, las editoriales envían los libros con la condición de que los influencers valoren positivamente las obras que les hacen llegar. «A mí esto siempre me ha venido un poco grande. No me gusta sentirme presionada: si las editoriales me exigen cosas, rechazo la oportunidad», reconoce.
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