Hay novelas que son universales. Aun habiendo sido escritas hace cien años se asoman a los mismos abismos a los que nos asomamos hoy. Se leen siempre como si acabaran de ser escritas. Esto se puede aplicar a Agostino, la novela de Alberto Moravia escrita en 1942 y que no fue publicada hasta tres años después, debido al veto de la censura fascista.
Moravia está en Capri cuando escribe esta novela corta, que recrea el verano que Agostino pasa con su madre en la playa. En ella se nos cuenta un trozo de la vida del protagonista. Apenas unos días, en los que la madurez se precipita. Durante esos días deja de ser un adolescente y comienza a comprender todo aquello que hasta el momento le era extraño; su mirada pierde la inocencia infantil y se convierte en la mirada de un hombre.
El lector asiste al cambio desde lo que Agostino ve, lo que hace, y también lo que piensa, rasgo característico de Moravia desde su primera novela, Los indiferentes. Pero lo realmente interesante es que la metamorfosis de Agostino se nos cuenta desde los cambios internos que sufre, pero también desde los estímulos externos que la aceleran. No es sólo su sexualidad la que se define. La madurez lo trastoca todo. También los valores. También la forma de afrontar la amistad, el cariño, el amor, el deseo. El puzle que arma Moravia representa un crisol, en el que confluyen cada una de las encrucijadas a las que se enfrenta el protagonista.
La relación con su madre, que aún es hermosa, a la que empieza a ver como mujer además de como madre. La historia de amor de ésta con un joven local, que deja de afectarle como si le quitaran su juguete favorito y pasa a aceptar con complicidad. El deseo que siente hacia las mujeres y el que despierta él en los demás, personificado en las turbias intenciones de Saro, que comprende en toda su magnitud por los comentarios de su nueva pandilla. Y la amistad, el compañerismo, la necesidad de salir del caparazón y sentirse parte del grupo, sentirse aceptado.
Que la historia transcurra en verano permite acelerar el cambio sin restarle un ápice de verosimilitud. El verano es la época en que más tiempo tenemos para estar con nosotros mismos, para buscar la raíz de nuestras inquietudes y para desmenuzar las más complejas de nuestras emociones. Las grandes decisiones y los grandes proyectos parecen siempre tener su punto de partida en la calma veraniega. La atmósfera lánguida de cuerpos en la arena bajo un sol de roca caliza es utilizada por Moravia para que nada distraiga al lector del epicentro de la acción, que es el interior de Agostino.
Y de telón de fondo la lucha de clases; Agostino y su madre pertenecen a la burguesía adinerada, mientras que la pandilla en la que quiere integrarse aquel está formada por chicos de condición humilde. Si en Los indiferentes Moravia criticaba a la burguesía por ser los culpables del ascenso del fascismo, en Agostino el adolescente burgués se une a jóvenes de distinta clase para aprender de ellos, para hacerse hombre. Un mensaje secreto contra los totalitarismos escondido bajo las conchas y el deseo. Un consejo que bien podría sernos útil hoy, en el siglo XXI, cuando parece que siempre es invierno: abrir las mentes, estar abiertos a otros puntos de vista, afrontar las diferencias con curiosidad y con ganas de aprender. Todos estamos sometidos a los mismos vaivenes. Nuestros abismos fueron igual de profundos. Todos hemos sido Agostino.
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Autor: Alberto Moravia. Título: Agostino. Editorial: Altamarea. Venta: Amazon
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