La primera de las Tardes Literarias de la Real Academia Española (RAE) arrancaba el pasado 16 de octubre protagonizada por Almudena Grandes y con cuatrocientas personas abarrotando un salón de actos presidido por el retrato de Cervantes e inundado de espíritu galdosiano. La charla esgrimía el mismo título que la serie de novelas en la que aún trabaja la autora: Episodios de una guerra interminable.
La RAE inauguraba así una iniciativa que forma parte de un amplio programa cultural con el que la institución pretende aumentar su función social como promotora de la literatura y de la cultura en español. En él se darán cita actos dedicados a las letras y el público podrá acercarse a literatos, poetas, periodistas y dramaturgos, pero también a otras artes, y a las ciencias. Además, la RAE se suma también al cartel de la próxima edición del Festival Eñe. La tarde del 12 de noviembre los académicos José Manuel Blecua, Pedro Álvarez de Miranda y José Antonio Pascual resolverán dudas lingüísticas en directo, moderados por la presentadora Marta Flich.
La periodista Mónica Carrillo fue la primera en tomar la palabra para presentar a la autora, que se diera a conocer en en 1989 con Las edades de Lulú, XI Premio La Sonrisa Vertical. Desde entonces sus novelas Te llamaré Viernes, Malena es un nombre de tango, Atlas de geografía humana, Los aires difíciles, Castillos de cartón, El corazón helado y Los besos en el pan, junto con los volúmenes de cuentos Modelos de mujer y Estaciones de paso le han granjeado el aplauso de la crítica y el cariño de los lectores.
Pero era la última década de su trabajo la que protagonizaba la tarde. En 2010, con la publicación de Inés y la alegría (Tusquets), arrancaba la serie Episodios de una guerra interminable, un proyecto narrativo compuesto por seis novelas independientes que narran episodios significativos de la resistencia antifranquista entre 1939 y 1964. La seguirían El lector de Julio Verne (2012), Las tres bodas de Manolita (2014) y Los pacientes del doctor García (2017, Premio Nacional de Narrativa). Almudena Grandes (Madrid, 1960) adelantó que el quinto libro verá la luz muy pronto, en febrero de 2020. En esta serie los personajes principales interactúan con los personajes reales y los escenarios históricos, tomando como modelo de forma y fondo —y rindiendo homenaje en el título— a los Episodios nacionales de Benito Pérez Galdós.
“Los Episodios de una guerra interminable son una serie de seis novelas en la que pretendo narrar los primeros 25 años de la dictadura de Franco desde un punto de vista particular: el de los españoles que dijeron que no, que se opusieron a la dictadura, que lucharon contra el dictador por todos los medios que estaban a su alcance”, arrancó la autora, que confesaba haber “quedado exhausta” tras terminar El corazón helado. “Yo quería escribir una novela de mil páginas. Para un novelista español, la tentación de escribir una novela de mil páginas es casi irresistible. El Quijote, La Regenta, Fortunata y Jacinta… tienen mil páginas. Una vez lo conseguí no sabía qué hacer. ¿Qué escribes después de una novela de mil páginas?”.
Escondidas dentro de un cuaderno que luce en las tapas El toro mariposa de Goya, la escritora tenía multitud de “historias con las que no sabía qué hacer”, historias que había ido descubriendo durante la preparación de El corazón helado. Grandes destacó cómo solía pensar, “como todos los españoles”, que sabía “todo lo que había que saber sobre la Guerra Civil. Hay pocos países en Europa que tengan una historia tan complicada en el siglo XX como España. Sin embargo, no creo que haya ningún país donde todo el mundo crea que lo sabe todo. Para mi absoluto pasmo, descubrí que yo no sabía nada: solo una docena de lugares comunes mal hilvanados que eran absolutamente insuficientes para comprender lo que había pasado en este país”.
Así, en 2002, recuerda, se enganchó a la historia reciente de España, hasta tal punto de que “se trataba más bien de una adicción. Durante más de diez años no leí ningún libro que no tratara de la historia contemporánea de España, no vi ninguna película que no fuera española, incluso la mayoría de la música que escuchaba era española. Me volví una obsesa de la cultura popular de este país. Descubrí que había un montón de historias fabulosas que merecían una novela, pero con las que no sabía qué hacer”, confesó. En aquel momento Grandes estaba enfrascada en la escritura de su novela de mil páginas, y en una novela que narraba qué había pasado con la segunda generación del exilio no cabían historias de la posguerra.
“Todas esas historias fueron a parar a mi cuaderno, como la de la invasión del valle de Arán. Estaba leyendo La última gesta, de Secundino Serrano, y en el epílogo leo sobre esos cuatro mil soldados republicanos… La historia del capellán de la cárcel de Porlier que cobraba por los vis-a-vis un cartón de tabaco, un kilo de pasteles y 200 pesetas… La historia de Cencerro… Las iba apuntando y no sabía qué hacer con ellas”.
La autora recordó cómo estuvo un año y medio equivocándose, hasta que acertó: “Cuando no sé qué escribir, normalmente me equivoco, y mi forma favorita de equivocarme es escribir teatro. El teatro es la pasión de mi vida… y no me sale”. Pese a proclamar su amor incondicional por el teatro —“el teatro me ha cambiado la vida, aunque no haya logrado escribirlo, pero soy una mujer distinta después de leer el teatro de Chéjov”—, Almudena Grandes reconoce que lo que ella de verdad sabe hacer son novelas. Así que colocó todas esas historias en una mesa y comprobó “que salían seis novelas que me permitían recorrer 25 años, desde el 39 hasta el 64 trazando una secuencia armoniosa y avanzando con fluidez”.
Faltaba la estructura, el artefacto, y entonces se dio cuenta de que “ya había un modelo que podía utilizar: Benito Pérez Galdós creó en el último tercio del siglo XIX un formato narrativo que se puede usar en el primer tercio del siglo XXI. ¿Cuántos escritores a lo largo de la historia han podido hacer algo parecido?”. Luego Max Aub adoptó el formato de los Episodios nacionales para contar la Guerra Civil en las seis novelas que componen El laberinto mágico. “Yo tuve el privilegio y la fortuna de poder enganchar mi vagón a esa locomotora”, remata Almudena Grandes.
Grandes destaca la modernidad y la grandeza de la labor de Galdós señalando que “son novelas de ficción construidas a través de un hecho histórico real, pero sobre todo concebidas para contar el efecto de ese hecho histórico sobre las vidas de la gente corriente. Don Benito nos enseñó a contar desde abajo, nos enseñó que la vida cotidiana de los pequeños españoles era un camino para contar la historia pública de las naciones”. Apasionada de la ficción, afirma que es ese modelo, que usa la Historia como marco de un relato central protagonizado por personajes ficticios, el que ha intentado seguir. Y confiesa: “Yo empecé a interesarme por el país en el que me había tocado vivir cuando leí Tormento con quince años”.
Sobre su propia serie, Episodios de una guerra interminable, dijo que le parece un privilegio no tener que responderse “esa pregunta espantosa” de qué va a escribir después, y destaca que le ha permitido “satisfacer varios impulsos a la vez. El primero es un impulso literario. El sueño dorado de todo narrador es encontrar un filón que no se haya explotado antes. Los españoles vivimos encima de una mina de oro y no nos damos cuenta, una mina de historias fabulosas, historias que no se han contado, de héroes, de villanos, de carambolas de la vida, historias tristes, perversas, heroicas… que aparecen con solo rascar un poquito. Es asombroso que en países como Francia, donde, como decía Woody Allen, la Resistencia duró menos que la película que la contaba, ésta se haya convertido en todo un género literario y cinematográfico, como también en Italia y Alemania, mientras que en España, donde la Resistencia duró treinta y siete años, se haya explotado tan poco”.
Tal fue el filón que encontró que con él «yo podría haber seguido escribiendo novelas sobre la guerrilla durante toda mi vida, hasta el punto de que tuve que imponerme la obligación de abandonarlas, porque tenía tantas historias maravillosas… Además, las historias que forman la base de estas novelas son «muy poco conocidas, y eso es superestimulante para un escritor».
“Pero esta serie me permite también satisfacer un impulso moral y político, que se dirige a los españoles de ahora”, prosiguió la madrileña que aseguró que muchas veces la dicen que está obsesionada “por ajustar cuentas con el pasado, y el pasado no me interesa, porque la memoria no tiene que ver con el pasado. La Historia sí tiene que ver con el pasado, pero la memoria no. La memoria tiene que ver con el presente y con el futuro, y es un ingrediente fundamental para labrar la propia identidad, para saber quiénes queremos ser y a quiénes nos queremos parecer».
«Me interesa dirigirme a los españoles del presente, no a los del pasado», dijo, recordando todo lo que sus personajes hicieron «por ti, para que tú puedas vivir en un país democrático, con libertades y derechos. Es verdad que no lo consiguieron, pero ese fue el horizonte de su lucha y su vida, y eso los españoles contemporáneos no lo saben». No menos importante para ella es el «impulso moral, que me interesa todavía más, y es que a los resistentes contra la dictadura nadie les ha dado las gracias. Esta democracia tiene una deuda profunda con los luchadores por la democracia del pasado».
Para finalizar, volviendo a que Galdós era su mayor influencia, señaló que habría querido titular la serie Nuevos episodios nacionales, como forma de homenaje, pero no se atrevió, «porque la España de Galdós no tiene nada que ver con la mía: el adjetivo «nacional» era entonces una palabra neutra en la que se reconocían todos los españoles», pero tras el uso franquista de esa palabra, le preocupaba que «mucha gente se sintiese rechazada o no representada». El título final fue, pues, Episodios de una guerra interminable, a pesar de que con ello «induje a otro error, porque ahora la gente me dice que lo que quiero insinuar es que la guerra no ha acabado todavía». Entre risas afirma que eso quedará totalmente resuelto en la última frase de la serie.
Para terminar, aseguró tajante que “nada de lo que escribamos podrá mejorar nunca el final de Las bicicletas son para el verano”, la película de Fernando Fernán Gómez: “No ha llegado la paz, ha llegado la victoria”. Como «homenaje íntimo» a ese film queda el nombre de Manolita, personaje presente tanto en la serie de libros como en la gran pantalla. En definitiva, concluye la escritora, esta serie “es la historia de los que se dieron cuenta a tiempo de que no había llegado la paz, sino la victoria, y que la guerra solo termina cuando se extingue esa victoria porque vuelve la democracia».
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