¿Cómo un libro breve de un autor griego afincado en Suecia ha podido llegarme tan profundamente? ¿Por qué días más tarde, tras finalizar la lectura, cuando en mi profesión un libro se superpone casi con el siguiente sin apenas tiempo para digerir su mensaje, sigue resonando dentro de mí? ¿Habrá tenido algo que ver en mi entusiasmo mi breve pero intensa charla con el autor? ¿Será más bien por lo que le escuché contar en la embajada de Suecia en Madrid? No puede ser solo eso, porque ya acudí a la embajada deseosa de escucharle, con el eco de sus frases retumbando en mi cabeza. Theodor Kallifatides, en Otra vida por vivir, primer libro suyo traducido al español por Selma Ancira pero un autor con una obra muy extensa, cuenta cómo un día sintió que ya no podía escribir. No ayudó mucho la conversación con un amigo suyo que le dijo que nadie debería de escribir después de los setenta y cinco. Kallifatides vende con sumo dolor su estudio en Estocolmo, “la guarida del lobo”, como él mismo con mucho humor lo llamaba y al que se dirigía diligentemente en tren y tras un paseo diario, fuente de inspiración para el escritor, que recorría desde hacía cuarenta años. Kallifatides no puede escribir pero tampoco puede vivir sin la escritura:
“¿Por qué pesaba tanto en mi vida la escritura? ¿Qué me daba?”
La vida de jubilado en casa no está hecha para él, el recuerdo de los amigos muertos pesa demasiado. “Mis muertos iban en aumento”, lamenta, y su mujer, Gunilla, sueca e independiente, se ha organizado la vida sin su esposo. El mundo en el que vive cada vez le resulta más distante:
“Envejecía en un mundo que me parecía cada vez más ajeno. La nueva realidad moral me ofendía personalmente. Todo se compraba y todo se vendía. Ah, no. Esa vulgaridad no me representaba”.
Kallifatides decide volver a su Grecia natal acompañado por su esposa aprovechando una invitación de un colegio que va a poner el nombre del escritor a la escuela. El viaje no va a ser solo una vuelta a su infancia, a los amigos y a los años de estudiante o al recuerdo de su abuela sino que se reencontrará con su lengua materna, como quien vuelve a ver a un amigo de la infancia del que hace tiempo que no se acuerda. A su vuelta de este viaje físico y emocional, va a escribir este libro profundo y bello en griego, cosa que no hace habitualmente. Kallifatides no habló a sus hijos en su lengua materna; desde su llegada a Suecia quiso aprender todos los matices del sueco, y sus libros los escribió en ese idioma, aunque luego los ha traducido al griego.
Kallifatides habla sobre el poder de la escritura, sobre la identidad, sobre los amigos y sobre cómo muere un poco después de cada libro. Una lección de vida, de tenacidad y de fuerza de voluntad. Un canto al optimismo porque, aunque a veces sintió que Europa vilipendiaba a los griegos y los consideraba culpables de los problemas, Kallifatides dice que “al final saldremos adelante, las buenas ideas se imponen”.
No perderé la pista a este magnífico autor que analiza con delicadeza y un sutil humor la situación política y humana en un mundo cambiante, a un autor que ha decidido no rendirse, que estudia español a través de una aplicación en su teléfono y que sigue teniendo fe en el ser humano.
Cuando le escuché en la embajada de Suecia en Madrid, Kallifatides quiso recalcar este mensaje, parecía repetirlo para ni él mismo olvidarlo: “No importa dónde viva si tengo mi lengua en mi cabeza”.
Estoy segura de que Theodor Kallifatides va a seguir escribiendo hasta que muera. Su curiosidad por la vida no tiene final. Tuvo que reencontrarse con su idioma como quien tiene que saldar una deuda con un viejo amor para poder seguir adelante. Eso hizo y volvió a escribir. Y yo seguiré leyéndole.
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Autor: Theodor Kallifatides. Título: Otra vida por vivir. Editorial: Galaxia Gutenberg. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro
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