Humanista, filólogo, escritor y poeta, fue también un notable traductor de textos clásicos. A continuación reproduzco 5 poemas de Carles Riba.
La noche quiso que fuésemos noche
La noche quiso que fuésemos noche
también nosotros, térreos
como la sombra y como los animales
que vagan desnudos a la caza del deleite.
El aire, entre tu pecho y mi pecho,
se cargó de hondas sales;
corríamos en fuentes abismales;
inundábamos de luna islas de olvido.
Nuestra vida, pobre si la entendíamos
según la luz, se había expandido
en ardiente, oscura flor.
Todo en la Aventura cambiaba:
si me mirabas, no era yo;
si te reías, no eras impura.
Más allá
Como proa con ola,
como luz con el vidrio,
como amante y amada,
me encontraré contigo,
Esperanza, Esperanza,
tú adusta, yo firmísimo.
No sabré si es amor
o si una brava lucha;
si fasto o languidez.
Será la prueba pura,
Esperanza, Esperanza,
¡más allá, más ventura!
Canción en la calma muerta
¡Melancolía en calma!
¡Ni aire ni pena viva
para animar las velas
de este día sin islas!
El tiempo es sólo ámbito,
el ámbito es huida
de ojos hacia un allá;
sin llenar los vencía.
La hora viene sin ola,
queda sin agonía:
como muerta desnuda
que nuda y triste iba.
No tienen peso ni alas
palabras que diría:
que en aire un aire fueran
poco se sentiría.
La noche habrá venido,
y me apercibiría,
no por pasos contiguos
ni por guía que brilla,
sino por rodearme
así de mi salida,
cual si, de mi sobrando,
dejarme no querría:
de mí, con el destino
y nombres que no signan,
con la esperanza negra.
y la memoria a trizas.
Un amante grita el nombre
Dios pudo hacer abrirse el brote
de una rosa más, la más noble
en alba de una isla sin hombres;
por remoto cambio nocturno,
romper, entre un cielo y el suyo,
en sonrisa un astro, el más puro;
y en golfo secreto, acabar
con la dulzura del gran mar
en la ola que brilla más:
prefirió dijera un amante
un nombre, solo en triste calle,
de súbito el nombre inefable,
lo gritase al viento brutal
que hace temblar todo rosal,
la vela del que cruza el mar,
y que rosa la noche vuelve
al viandante sin albergue.
Conjuraría
Conjuraría, en súplica, a la noche
y con la noche a una tormenta ardiente:
grandes vientos que alteran los armoniosos lagos,
en dulzuras de umbría, cuernos de acoso huraño,
bruscas muertes de estrellas; y súbita, más tarde
una brillante aurora que te hablase
-conjuraría, suplicante, al cielo,
para llenar tus brazos abiertos.
Precisaría, mi mano en tu frente,
el habla de un lenguaje inexistente:
violines entre nácares de un marino silencio,
alondras sobre el mundo en su primer destello,
silabear de fuentes; y súbito, más tarde
tu nombre cotidiano despertarte
-como escolta sólo precisos,
amor, mis sueños ofrecidos.
Traducciones: José Agustín Goytisolo y Rafael Santos
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