Puede que el cuento más antiguo de Los amores prohibidos de la muerte tenga entre diez y quince años. Entonces escribir era ocasional, resultado de la magia que obra dentro del cuerpo, que impulsa a sentarte frente al ordenador y escupir algunos endecasílabos, como decía Borges. Yo, a diferencia del poeta, comencé a escupir en líneas corridas. Un día salió “Las dos caras”, inspirada tras la lectura del uruguayo Felisberto Hernández, aunque al regresar a su obra no tengo claro qué era lo que me movía entonces. El cuento es eso, un embrujo, la hechicería de una historia que tiene que salir. En el relato me aposento hoy, me acomodo, y me parece que casi todo es posible, pese a lo endiablado de un género que Cortázar privilegió como superior dentro de la narrativa contemporánea.
Muchas han sido las voces inspiradoras, las circunstancias y las épocas en que cada uno de estos treinta y un relatos tomó vida propia. Me sorprende irremediablemente que, una vez agrupados, haya un contacto indisoluble con la muerte, aunque hablamos de la muerte desde una perspectiva universal, no como el personaje ni como el hecho en sí. Hablamos de la vida más allá de, y de la inmortalidad.
Los amores prohibidos de la muerte está dividido en cinco libros. “Retrato ajeno” y “Retrato íntimo” es un proyecto en el que trabajé durante la última década, y bajo el cual publico desde hace un año en la revista mexicana La Mascarada. La primera serie, narrada en tercera persona, le da voz a los difuntos y esperanzas a los que están a punto de convertirse en ellos. En “Retrato íntimo”, en primera persona, busco, con estilo propio, tocar esencias y dejarme llevar como personaje, protagonista de su suerte y a la vez narrador. “Aventuras del Gran Danés” compila una serie de cuentos escritos durante el año 2018 a raíz de viajes personales a Buenos Aires, Argentina. Trata de grandes acontecimientos, en el mundo de lo fantástico, entre una escritora y un Gran Danés humanizado, que viven un intenso romance, se comprometen con los dramas de su tiempo y desdeñan los hechos triviales. La escritora, con delirios de reina, todavía piensa que no debió perdonarle la vida al can una vez extraviado el amor, y que la guillotina hubiera sido un final acorde con su protagonista. “Minicuentos” es una serie escrita en pocos días de 2019, cuando la edición de este libro estaba a punto de cerrar. Su única pretensión es incursionar en un subgénero del cuento cuyos avatares apenas descubro, pero que siempre me ha seducido por su magia. El microrrelato tiene este reto brutal de haber dicho mucho en muy pocas líneas. Los seis minicuentos que componen esta serie intentan ser un reflejo de nuestro absurdo mundo moderno.
Finalmente, la serie “Homenajes” se fue creando con el tiempo. Cada relato está dedicado a un escritor muerto. Todos fueron publicados anteriormente en libros y antologías, inspirados y escritos en disímiles circunstancias y lugares del planeta, casi siempre cerca de los sitios a los que pertenecieron los escritores que los inspiran: Alfonsina Storni, Fernando Pessoa y Juan Rulfo. Mis fantasmas, que pertenece a mi novela más reciente, Luz en la piel, cinco voces de mujer, hace confluir lo terrenal con lo divino para que al jardín de su narradora lleguen, sin avisar, los espíritus literarios de su existencia: Benedetti, Borges, su padre.
Este, más que un libro de cuentos, es una antología, cuidadosamente seleccionada de entre los muchos escritos en años, publicados unos e inéditos otros, que aunque tocan temas típicos de la literatura, los rituales de la vida y los exorcismo de la ficción, terminan amasados por las marejadas del más poderoso argumento del arte, la muerte. No pretende ser más ni menos.
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Autora: Gabriela Guerra Rey. Título: Los amores prohibidos de la muerte. Editorial: Huso. Venta: Amazon
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