Desde que Álvar Núñez Cabeza de Vaca desató la liebre, y luego el franciscano fray Marcos de Niza mintió e imaginó la ciudad de Cíbola, la fiebre desbocada en la Nueva España por la búsqueda de aquel nuevo El Dorado provocó la ruina de vidas y haciendas, pero también el hallazgo de maravillas sin parangón, y el cumplimiento de una aventura que me dejó ojiplático y sin más opciones que novelarla en Coronado. Fueron 2.000 hombres y 7.000 cabezas de ganado, la mayor expedición lanzada de las más de 130 que se organizaron en la conquista de las Indias del Nuevo Mundo, un contingente liderado por el general Francisco Vázquez de Coronado, que cruzó los actuales Nuevo México, Oklahoma, Texas, Arizona, y llegó hasta el centro geográfico de los Estados Unidos, Kansas.
Los mitos, los rumores, las leyendas, las mentiras, las exageraciones, las mixtificaciones aseguraban que se encontrarían con legiones de amazonas, con dragones de fuego, con la China, con cataratas donde se acababa el mundo, con tribus que tenían pollas de tres metros, con ciudades hechas de plata y llenas de esmeraldas y rubíes: todo lo que anunciaban las novelas de caballería, como los Amadises y los Esplandianes. A cambio, se dieron de bruces con algo mucho más fantástico: un oficial de Coronado, García López de Cárdenas, encontró el cañón del Colorado —aquí cabrían cien torres como la de Sevilla, dice—; cruzaron pavorosos desiertos, como El Despoblado; sintieron el trepidar de las praderas cuando aparecieron los primeros miles de bisontes, y los cazaron en abundancia; mantuvieron una guerra a muerte con numerosas tribus: los pimas, los hopis, los ópatas, los zunis, los tiguas, los apaches querecho, los quiviras… La expedición cruzó los territorios de diecisiete lenguas y dialectos distintos, y así como sostuvieron una guerra extremadamente cafre, también se enfrentaron a la alteridad, se vieron obligados a establecer puentes para conseguir aliados, a estudiar costumbres, cosmogonías, tradiciones, idiomas…
Esta aventura la cuenta fray Tomás de Urquiza, un fraile menor franciscano, un antiguo ministro del Santo Oficio, un milenarista, para cuyo retrato leí los legajos de Bernardino de Sahagún, de Bartolomé de las Casas, de Toribio de Benavente “Motolinía”, los escritos de San Agustín y Santo Tomás, y me sumergí en las maneras de contar y pensar de los cronistas: Fernández de Oviedo, López de Gómara, Francisco de Aguilar, Jerónimo de Mendieta, Pedro Castañeda de Nájera, el Inca Garcilaso, Cieza de León, Cabeza de Vaca, el mismo Hernán Cortés, y sobre todo, Bernal Díaz del Castillo. Quería que el lector fuera hombro con hombro con fray Tomás como yo fui con Bernal a través del imperio mexica, y el franciscano, “con la muerte al ojo”, nos contará el parteaguas del Medievo y el Renacimiento, la obsesión de los franciscanos por convocar la Parusía, el fin del mundo; las contradicciones de un imperio, el español, que fue el primero en globalizarse y el primero en cuestionarse a sí mismo —Leyes Nuevas de 1542—; los mitos, que nos explican mejor que nada ni nadie, porque son quienes mejor nos conocen; la psicología alucinada de los conquistadores, pero no solo, también de la gente anónima, los que iban a buscarse la vida allende los mares; el poder de la palabra contenida en los libros de caballería, los Lisuartes y Palmerines, que apenas quedan ejemplares enteros, pero no por el desgaste del tiempo, sino por el uso excesivo de los lectores; el esplendor y la caída del imperio mexica, el mestizaje, las iglesias y las universidades y los hospitales que se construyeron sobre los cimientos de las pirámides ensangrentadas; la evangelización y la destrucción de ídolos, el sincretismo y la alfabetización; el sarampión y la sífilis y el tifus y la gripe que exterminaron a cincuenta indios por cada uno pasado a espada; el amor, que surge en los lugares más inesperados, iluminando las sombras más terribles.
Acompáñenme en Coronado a la búsqueda de un mito, que se reactiva en cada época en nuestro interior: el deseo inexpugnable de lo desconocido, la convicción de que todo es alcanzable, la ciega persistencia en el esfuerzo y el sacrificio, hacia lo maravilloso, lo extraño, lo inclemente, lo fiero, y que nos impulsa hacia las estrellas o nos condena a la oscuridad.
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Autor: Ignacio del Valle. Título: Coronado. Editorial: Edhasa. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro
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