A lo largo de todo el curso presente, en Zenda hemos dedicado los miércoles a recomendar una novela escrita originalmente en una lengua distinta a la española. Llegados al final de 2019, recapitulamos: estas son, desde nuestro punto de vista, las 25 novelas extranjeras más destacadas de entre las que han poblado los miércoles de nuestro Zenda Recomienda.
25. Lo estás deseando, de Kristen Roupenian (Anagrama)
Roupenian despliega un registro vigoroso y cambiante, que va del realismo más crudo al toque sobrenatural, pasando por el humor perversamente negro, y nos ofrece historias como la de una pareja que incorpora a su vida sexual a una tercera persona como morboso testigo —primero para que los oiga hacer el amor, después para que los vea— hasta que el triángulo va adquiriendo derivas sadomasoquistas; la de una niña que el día de su cumpleaños formula un deseo de consecuencias terroríficas; la de una mujer que encuentra en una biblioteca un libro de conjuros y trata de hacer realidad su pretensión de que aparezca ante ella un hombre desnudo… Un libro cautivador sobre los roles de género, los misterios del deseo y el desconcierto de los seres humanos contemporáneos. Un debut arrollador.
24. Conexión, de Julian Gough (Alfaguara)
La prosa ágil e ingeniosa de Julian Gough se arma para disparar un artefacto que bordea los límites entre el realismo y lo distópico, al plantear una premisa a priori dislocada del tiempo presente pero que, sin embargo, no nos cuesta concebir como propia. A ritmo de thriller, el escritor irlandés se las apaña para plantear la fractura maternofilial intrínseca al paso del tiempo conjugándola con la inevitable velocidad inherente a nuestros días, subrayándola a través de una serie de circunstancias que provocan que la relación entre ambos personajes sirva como postulado limítrofe, como localidad abismal de lo afectivo en el mundo moderno.
23. Los lobos de Praga, de John Banville (Alfaguara)
John Banville regresa a través de su identidad policíaca, de ese Benjamin Black con el que, en Los lobos de Praga, se bate en un incesante y arduo duelo identitario que atraviesa lo venal de una ciudad mágica. Praga es un territorio de colisión entre Banville y Black. La novela arranca así: «La voluble musa de la historia casi ha borrado el nombre de Christian Stern de sus páginas eternas, aunque a menudo he tenido razones para pensar que habría sido mucho mejor para mí no haber aparecido nunca en ellas». Revelador.
22. Sus hijos después de ellos, de Nicolas Mathieu (AdN)
Cuatro veranos, cuatro momentos, desde Smells Like Teen Spirit al Mundial de fútbol de 1998, para relatar unas vidas que transcurren a toda velocidad en esa Francia intermedia, la de las ciudades medianas y las zonas residenciales, entre el aislamiento rural y el hormigón de los polígonos. La Francia de Johnny Hallyday, la de los pueblos que se divierten en las atracciones de feria y se enfrentan en los concursos de televisión; la de los hombres que se consumen en el tajo y las mujeres enamoradas que se marchitan a los veinte años. Un país en la retaguardia de la globalización, atrapado entre la nostalgia y el declive, la decencia y la rabia
21. Hermanos del alma, de David Diop (Anagrama)
Primera novela del escritor francés de origen senegalés David Diop (París, 1966) publicada por la editorial Anagrama y ganadora, el pasado 2018, del premio Goncourt des Lycéens. Especialista, en el ámbito académico, en las representaciones que desde Europa se han hecho del continente africano a lo largo de los últimos siglos, Diop construye un aparato ficcional que enhebra el relato colonial con lo bélico, explicando la alienación europeísta sufrida por un inmigrante senegalés en el contexto de la Primera Guerra Mundial.
20. En un lugar solitario, de Dorothy B. Hughes (Gatopardo)
En un lugar solitario es un clásico de la época dorada de la novela negra, pero es también una obra avanzada a su tiempo, cuyo desenlace feminista trasciende los códigos habituales de un género en el que las mujeres solían verse relegadas a un papel testimonial o al rol de femme fatale. Poco después de su publicación en 1947, la novela inspiró la famosa película homónima dirigida por Nicholas Ray y protagonizada por Gloria Grahame y Humphrey Bogart.
19. Una vez caminé sobre la suave hierba, de Carolina Schutti (Errata Naturae)
La vida entera cambia a lo largo de estas páginas. Tras la repentina muerte de su madre, la pequeña Maja acaba en un país extranjero, donde se siente sola y desorientada. Su padre, que iba a hacerse cargo de ella, la ha enviado a casa de su tía; y aunque ésta le proporciona un techo y comida, Maja siente un profundo anhelo por algo que perdió antes de tiempo, algo que es incapaz de expresar. Sobre todo en ese mundo extraño que no permite debilidades ni singularidades. A pesar de ello, encontrará consuelo en Marek, un anciano que parece aceptarla y logra que en ocasiones se sienta como en casa: le enseña a disfrutar de la belleza del campo, de la compañía de los árboles y de los animales.
18. Crudo, de Olivia Laing (Alpha Decay)
En Crudo, el objetivo principal de Olivia Laing es el de proyectar un diagnóstico de la sociedad contemporánea a través del concepto del compromiso, respecto al cual —sostiene— el ciudadano ha desarrollado un estado de sólido desarraigo. A través de Kathy, un personaje que funciona como espejo de su entorno y que dialoga con él permanentemente, Laing se las arregla para capturar esa sensación de velocidad, de desconcierto, de escasa consciencia de lo vivido.
17. Un hombre con atributos, de David Lodge (Impedimenta)
La intención principal de Lodge es aproximarse a la vida de una figura casi mitológica como la de H.G. Wells desde una perspectiva insólita hasta la fecha. Desde el ángulo de su intimidad, el escritor británico reconstruye la personalidad y el impacto de uno de los literatos más importantes y populares del primer tercio del siglo XX. El diálogo generado sirve, además, como un proyectil que el propio Lodge asume como suyo, al encaminar también el tramo final de su carrera y, por ende, de su vida.
16. El blues de Beale Street, de James Baldwin (Literatura Random House)
La prosa de James Baldwin, vacía de efectismos, navega hacia la carne de sus protagonistas hasta lograr que sus personalidades latan por sí mismas, generando una atmósfera envolvente y abandonada que carga a la novela de una desoladora sensación de amor desgarrado. Tish y Fonny, entre notas de blues callejero, se revuelven en la soledad a la que los destina el mundo que los envuelve, mientras ambos tratan de refugiarse en aquello que, entre los dos, han conseguido inventar. Para que todavía quede música en las aceras de Beale Street.
15. Fóllame, de Virginie Despentes (Literatura Random House)
Inevitablemente relacionada con Thelma & Louise y ajustada a una perspectiva indudablemente trash, Fóllame es una subversión de los términos de la buddy movie, el relato de la huida de dos mujeres profundamente arraigadas a una estética postpunk, fieras contrincantes del estima y libérrimas hedonistas. La joven Despentes golpeó con fuerza en la línea de salida: no hay en Fóllame espacio para la respiración acompasada. Sólo lugar para los gemidos que quiebran lo preconcebido desde la celebración de esa cosa tan distante y tan terrorífica si se plantea en los lugares adecuados: el placer.
14. Una mujer inoportuna, de Dominick Dunne (Libros del Asteroide)
Incidiendo en la herencia de Truman Capote, Una mujer inoportuna se eleva como un ácido retrato de la opulenta clase alta norteamericana del siglo XX, así como de las incongruencias de sus fingidos estilos de vida, que sirven como interesante espejo para la contemporaneidad y las redes sociales. La prosa divertida, punzante y vertiginosa de Dunne —que asume inevitablemente ecos de Fitzgerald— sume al espectador en la espiral que devora a los dos protagonistas de esta novela deliciosa.
13. Serotonina, de Michel Houellebecq (Anagrama)
Serotonina es una novela ruinosa pero impregnada de una notable melancolía, agregada respecto a otros trabajos de Houellebecq en los que la desdicha de sus protagonistas es exhibida sin ningún tipo de pudor. Su reflexión emplea siempre dos términos en perpetuo malabarismo: sexo y amor, amor y sexo, los dos epítomes de la existencia que el autor francés contempla diluidos en la misma pócima, en el mismo tubo de ensayo. A ellos se entrega, desvaído, Florent-Claude, víctima de un perpetuo anhelo entroncado con esa Europa agonizante y asesinada por sus propias expectativas. Todo está derruido, excepto el fascinante talento de Michel Houellebecq, en Serotonina.
12. Golpéate el corazón, de Amélie Nothomb (Anagrama)
25 novelas suma ya Amélie Nothomb en su haber. En Golpéate el corazón, esta deliciosa narradora belga sostiene la acidez y la delicadeza de su prosa, empeñada en escurrirse con aparente ligereza en los rincones más ambiguos de los afectos humanos. Su liviana propuesta estética se aproxima siempre con sigilo a cuestiones veladas y genera en el lector una suerte de diversión confusa. 25 novelas y los mecanismos cada vez mejor engrasados para Nothomb.
11. Monjas y soldados, de Iris Murdoch (Impedimenta)
Amor y amistad. Lealtad y conflictos morales. Tan magistral como siempre, Murdoch ahonda de forma brillante en las aspiraciones y los miedos que experimenta todo ser humano cuando ha de posicionarse ante las situaciones más extremas de la vida. Una obra deslumbrante que nos transporta a la elegancia estilística de otra época.
10. Génie la loca, de Inès Cagnati (Errata Naturae)
Génie la loca, que fue toda una sensación literaria en Francia a finales de los años setenta, es una novela poderosa, bellísima, y un canto muy singular al amor de una hija, de una niña, por su silenciosa madre. Gracias a la contención de su escritura y la crudeza de su argumento, este libro ha sido considerado como una de las cumbres de la literatura francesa posterior a la Segunda Guerra Mundial.
9. La única historia, de Julian Barnes (Anagrama)
Al igual que ocurría en El sentido de un final, la narración de La única historia se desdobla en dos líneas temporales que dialogan constantemente. A través de ellas y de su refinada sensibilidad humanista, Julian Barnes construye los ecos de un vínculo afectivo que selló la sangre de un joven para el resto de su vida. Hay en esta novela un quebrado hálito de honestidad que define al último Barnes, cada vez más expuesto, cada vez más desmarcado del cinismo. La única historia es un soplo de madura calidez.
8. Los errantes, de Olga Tokarczuk (Anagrama)
Como las galerías de curiosidades que su autora gusta de visitar, Los errantes, galardonada con el Premio Man Booker Internacional, contiene «lo raro e irrepetible, lo insólito y monstruoso», y lo expone en un despliegue de inventiva cuya nómada libertad formal oculta una calculadísima coherencia temática: he aquí una novela única, ligera y honda a la vez, que indaga en las posibilidades del formato como los exploradores más audaces.
7. La entreplanta, de Nicholson Baker (La Navaja Suiza)
Escribe Patricio Pron en el prólogo a esta edición que el argumento de La entreplanta es «la fundación de una sensibilidad y la experiencia de asistir a ella». La mirada de Nicholson Baker, insólita y cargada de pensamiento y originalidad narrativa, sirvió como alimento literario para algunos de los autores norteamericanos más importantes de la década de los 90, como pudo ser el caso de David Foster Wallace. Con la reedición de La entreplanta se recupera un clásico que, 30 años después de su aparición, no ha perdido un ápice de la frescura, la belleza y la originalidad que desplegó entonces.
6. Amor armado, de Jennifer Clement (Lumen)
Jennifer Clement amalgama una amarga crítica hacia los sistemas verticales que rigen la ordenación social estadounidense con una mirada tierna y luminosa hacia los circuitos afectivos que, desde la horizontalidad y la empatía, generan fronteras de resistencia. Con la problemática armamentística entrelazándose con el viaje íntimo de su protagonista, Amor armado se erige como una novela capaz, a un mismo tiempo, de estremecer e iluminar.
5. Las lealtades, de Delphine de Vigan (Anagrama)
Seres que caminan hacia la autodestrucción, y a los que acaso puedan salvar —o tal vez condenar definitivamente— las lealtades que los conectan, esos «lazos invisibles que nos vinculan a los demás (…) las leyes de la infancia que dormitan en el interior de nuestros cuerpos, los valores en cuyo nombre actuamos con rectitud, los fundamentos que nos permiten resistir, los principios ilegibles que nos corroen y nos aprisionan. Nuestras alas y nuestros yugos. Son los trampolines sobre los que se despliegan nuestras fuerzas y las zanjas en las que enterramos nuestros sueños».
4. El otro, de Thomas Tryon (Impedimenta)
Una novela que supuso, en 1971, el debut literario del escritor norteamericano Thomas Tryon (1926-1991), y que ahora es reeditada, bajo una traducción de Olalla García, por el sello editorial Impedimenta. Todo un clásico de la literatura de terror estadounidense de la segunda mitad del siglo XX, El otro es la fuente de la que han bebido a posteriori no sólo escritores de la talla de Stephen King, sino la médula de las narrativas de terror tanto en lo literario como en lo cinematográfico.
3. Desierto sonoro, de Valeria Luiselli (Sexto Piso)
Desierto sonoro, tercera novela de Valeria Luiselli, combina lo mejor de dos grandes tradiciones literarias, la del viaje y la del éxodo: trasiega por el asfalto y atraviesa horizontes desérticos, se detiene en moteles de carretera y penetra en los territorios íntimos de sus personajes, ofreciendo con precisión una serie de instantáneas que retratan las infinitas capas del paisaje geográfico, sonoro, político y espiritual que conforman la realidad contemporánea. Un relato conmovedor y necesario que muestra la fragilidad con que se definen los lazos familiares, indaga en la manera en que documentamos nuestras existencias y pasamos las historias de generación en generación, y se pregunta qué significa ser humano en un mundo cada vez más deshumanizado.
2. Mi hermana, asesina en serie, de Oyinkan Braithwaite (Alpha Decay)
Oyinkan Braithwaite ha construido una trama negra tanto en su sentido del humor como en su vibrante desarrollo a la manera de thriller, situado en una Nigeria de principios de siglo XXI tan dinámica como peligrosa en este momento de cambios económicos y demográficos de la nueva África. Un magnífico debut en la novela en el que, con una prosa afilada y un ritmo embriagador, la joven escritora desliza agudas reflexiones sobre el poder de la consanguinidad, las relaciones tóxicas y las posibilidades reales de comprensión y convivencia pacífica entre mujeres y hombres.
1. Mi año de descanso y relajación, de Ottessa Moshfegh (Alfaguara)
Hilarante, honda y reflexiva, Ottessa Moshfegh despliega en Mi año de descanso y relajación un inmensísimo tapiz de sensaciones y grietas a través de las cuales contemplar el mundo moderno, en una relación que parte del eje axiomático del punto de vista de su protagonista y se desenrolla después como una enredadera infinita, dispuesta a abrazarlo todo. He aquí una narradora que ha llegado para quebrar sistemáticamente todos los preceptos de la contemplación norteamericana. Y también para hacernos reír, gritar y saltar mientras leemos.
Este tipo de crítica es de las que quitan las ganas de leer.