Foto: © e-noticies
Lo llaman “bestia negra” del secesionismo, pero se llama Albert Soler. Es de Gerona, como Puigdemont, y se diferencia de su celebérrimo conciudadano en que carece de ensueños y también en que saca punta a los de media Cataluña. No lo hace porque “se sienta” particularmente “unionista”, sino porque señalar las psicopatologías de la vida cotidiana ayuda al personal a no dejarse los cuernos en el quicio de la puerta, un servicio muy de agradecer cuando tanto catalán se apiña junto a la salida, y, desde luego, una vocación encomiable que Soler ejerce con los codos abiertos. “Es que en realidad no soy periodista”, asegura. “Soy delantero de liga regional”.
Y es cierto: si deja constancia escrita del día a día de su pueblo en Diari de Girona es porque no puede escribir páginas de gloria sobre el césped del Camp Nou, que es lo que en realidad le gustaría; lo hace en un catalán genuino, ruidoso y alejado del estreñido lenguaje de los comisarios del nacionalismo, un catalán callejero que parece salir directamente de labios de la pagesia o de la inmigración. Es difícil no pensar en Pla, otro cultivador del hablar de la gente. Si Pla llegó al aldeanismo huyendo del cosmopolitismo, Soler llega al cosmopolitismo desmontando la aldea mental en la que se refugia la política últimamente. Si Pla se confesaba admirador de Baroja, Soler lo es de Camba, el hombre que dominó el articulismo español con una “facilidad” tan aparente como pasmosa. Leyendo a Soler es difícil no evocar la inteligencia del estilo incisivo y chungón que Camba lució en Haciendo de República, por ejemplo, recopilación de artículos que cuestionaban el republicanismo español. “La República consiste en cambiar el nombre a las locomotoras. Antes se llamaban Alfonso XIII y ahora Pi y Margall”, ironizaba el puñetero gallego. “Los trenes, en cualquier caso, siguen llegando tarde. Fidelidad a la República y ninguna a los horarios”.
Ahora Soler saca su propia recopilación de artículos, Estàvem cansats de viure bé, que en español o castellano se ha convertido en Nos cansamos de vivir bien. No se puede decir que no ponga intención, como su maestro. Ya en 2016, otra recopilación se tituló La família Joad a Disneylàndia. O sea, “La familia Joad en Disneylandia”, otra alusión al absurdo independentista, que Soler comparaba entonces con la pretensión de sacar de penas a los Joad llevándolos al celebérrimo parque de atracciones. Recordemos que Joad es el apellido de la familia de peones campesinos que, arrasada por el crack bursátil de 1929, protagoniza la novela de John Steinbeck Las uvas de la ira.
Total, que hay que leer a Soler, y yo sugiero hacerlo en su rico y personal catalán, si es que se puede, porque ahí se agazapa la clave de sus superpoderes. Cierto que el libro sale también en español o castellano, como ya hemos dicho, pero desengáñense: es imposible traducir la potencia de fuego d’en Albert Soler. No es lo que dice, que lo dice más gente, sino cómo: transformando el catalán de la vieja Gerunda en un estilete que disecciona víscera a víscera el provincianismo primitivo, decimonónico y carlistón. Traducir a Soler, y yo lo he intentado, es como traducir a Faulkner. Abro Estàvem cansats de viure bé, miro al azar y me aparece el capítulo titulado Tothom al seu lloc, o sea, Cada uno en su sitio. Enseguida localizo palabras tan encantadoras como matusser, manaia, escorcollar o fanalet y me digo que hablando catalán yo nunca hubiera usado matusser, sino el castellanismo xapusser. O sea, una chapuza. Siguiendo con chapuzas, me pregunto cómo traducir manaia. Imagino que como “tatuaje”, concretamente maorí, pero no tiene sentido. El Alcover-Moll, ese maravilloso Libro Gordo de Petete, me aclara que en Gerona los romanos de la Semana Santa son manaias. O sea, que la traducción sería “romano”. Por fortuna, basta el contexto para entender que hablamos de un romano de procesión sin más explicaciones, pero se pierde color local a chorros y el independentismo es, sobre todo, local. En cuanto a “escorcollar”, estarán conmigo en que nunca será lo mismo verse «registrado» por sospechoso que verse escorcollat por idéntico motivo. “Escorcollar” es un verbo como Dios manda, y si no es lo mismo que “registrar”, tampoco centenars d’infants amb fanalet son lo mismo que “centenares de niños con farolillo”: si estos últimos te conducen a la Semana Santa de Sevilla, los primeros te llevan a la Passió d’Olesa entonando el Virolai del Mosen a voz en cuello. “Roooooosa d’Abril…”. Y todo el mundo sabe que el Virolai es mucho. Como el Rule Britannia o asín. Tú traduces a Soler y el peso del recio provincianismo caciquil, nunca expreso, pero siempre implícito, presentido como una garrota dispuesta a despedazarte si te quitas la barretina, se disuelve. Pero nada, como predicar en el desierto: aquí tienen al gran Soler en castellano. No hace falta que se esfuercen, no se me vayan a herniar. Ya se han esforzado, al fin y al cabo, el propio Soler y su traductor.
Todo esto merece un corolario. Sin catalán, gallego ni vasco te pierdes la mitad de la fiesta española, lo cual no tiene que ver con el nacionalismo, sea español o pedáneo, ni con las traducciones, literales o no. Tiene que ver con esos afinados instrumentos de expresión personal, que no nacional, que son los lenguajes. Y, sobre todo, con lo que hace cada uno con el suyo.
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Autor: Albert Soler. Título: Estàvem cansats de viure bé. Editorial: Editorial Sagesse SL. Venta: Amazon
Autor: Albert Soler. Título: Nos cansamos de vivir bien: La otra cara del procés. Editorial: Editorial Sagesse SL. Venta: Amazon
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