Hace un par de años, paseando por la feria del libro de Burgos, un dependiente de esos que te venden algo sin que tú seas consciente de que lo estás comprando me recomendó una obra muy peculiar. Yo había preguntado por algún libro de ciencia ficción, género sobre el cual mis conocimientos literarios se limitaban a Isaac Asimov, Ursula K. Le Guin, Arthur C. Clarke y poco más. El chico me recomendó dos: El despertar del Leviatán, de James S. A. Corey y El problema de los tres cuerpos, de un tal Cixin Liu. «Del primero, la cadena Syfy ha hecho una serie, The Expanse», me dijo el vendedor. «Vale, pues de momento me llevo el otro entonces. Dices que está bien, ¿no?», consulté. «Sí, además es el primero de una trilogía. Es de los que enganchan», afirmó él con seguridad.
Nada más llegar a casa con el libro de Cixin Liu bajo el brazo, lo primero que hice fue buscar en todas las plataformas la serie The Expanse. Tras comprobar con entusiasmo que ya estaban disponibles dos temporadas —las cuales me devoraría en unos pocos días— me compré la novela, que resultó ser la primera de una serie de ocho. Acto seguido comencé a leer El problema de los tres cuerpos. No tenía ni la más remota idea acerca de su argumento, si bien es cierto que lo de los tres cuerpos me quería sonar de algo. No sabía muy bien de qué, la verdad, dado que mis conocimientos de mecánica orbital son más bien nulos. Y es que a eso alude el título, al intento de describir los movimientos de tres cuerpos sometidos a atracción gravitacional mutua. Por cierto, Cixin Liu, aparte de escritor, también es ingeniero. Sea como fuere, doscientas páginas después seguía sin saber realmente de qué iba. Sin embargo, aunque parezca extraño, incluso una debilidad argumental es uno de sus puntos fuertes. Sí, lo es, porque al mismo tiempo que te obliga a navegar en el desconcierto es capaz no solamente de mantenerte atrapado, sino que te espolea para seguir leyendo sin parar. Un auténtico page-turner, como dicen por ahí. Un consejo muy importante: no buscar reseñas en internet: buena parte de las mismas contienen spoilers que arruinarían el efecto sorpresa.
El siguiente volumen de la trilogía es El bosque oscuro. Y no es únicamente la parte central en un sentido aritmético: también alberga el fundamento de la trama, la idea que sustenta el desarrollo de la historia. Aquí es donde verdaderamente somos absorbidos en cuerpo y alma por ese universo tan vasto como la imaginación de Cixin Liu. Nos adentramos en ese bosque tenebroso plagado de cazadores al acecho de presas desprevenidas e iluminado por la arrogancia y estupidez humanas.
El ciclo culmina con El fin de la muerte. Este es quizá el más profundo de los tres libros en términos teóricos y donde la creatividad del autor se despliega en su totalidad, porque no solamente supone el colofón del relato en sí mismo, sino también el final —y el principio— de todo. Pero no como en las tragedias postapocalípticas donde se continúa con los restos del naufragio, no. Aquí hablamos de un reseteado completo. En cualquier caso, un final a la altura de la propia narración.
Puedo imaginar ahora la dificultad enorme que habría de suponer llevar semejante historia al cine. Si ya me parecía una tarea titánica hacerlo con la Fundación de Isaac Asimov, en este caso la complejidad es un auténtico reto de primer nivel. No es la primera vez, cierto es, que se intenta. Hace un par de años el director chino Fanfan Zhang rodó una primera versión que no llegó a estrenarse. Se dijo que hubo problemas técnicos, pero la realidad, dicen las malas lenguas, es que, simplemente, era muy mala. Recientemente, tras rumores y chismes esparcidos por el Financial Times de que Amazon había pagado la friolera de mil millones de dólares por los derechos, parece ser que es la productora china YooZoo Pictures, probablemente animada por el reciente éxito con la transposición cinematográfica de otro relato de Cixin Liu, La tierra errante, distribuido a través de Netflix, quien se ha llevado el gato al agua. En esta ocasión, sin aclarar aún si se adaptarán los tres libros o solamente el primero, adoptará el formato de serie de veinticuatro episodios. No hay que ser un lince para suponer su posterior distribución a través de alguna de las plataformas de streaming también, ¿verdad?
Ahora bien, como se ha visto con La tierra errante, la forma de rodar de buena parte de los directores chinos acostumbra a ser bastante peculiar en comparación con los estándares occidentales. El ritmo, los desarrollos argumentales o, incluso, los efectos técnicos son diferentes. ¿Se adaptarán en esta ocasión a lo que Hollywood nos tiene acostumbrados, o mantendrán su estilo particular? Por lo que parece, pronto lo veremos.
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