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Muchas temporadas para silbar

Muchas temporadas para silbar

La llegada del médico Charles Bovary a la pequeña población de Tostes descrita por Gustave Flaubert, la nueva esposa de Maxim de Winter en la Rebecca de Daphne du Maurier, o el arribo a África del barco de Charlie Marlow contado por Joseph Conrad en El corazón de las tinieblas... La literatura siempre ha encontrado una especial fascinación en las historias de comienzo de una nueva vida, esas narraciones en las que el lector encuentra oculto todo lo que el personaje deja tras de sí, pero en las que a la vez puede ver una profunda inspiración catártica ante todas las posibilidades que se abren frente al protagonista. En esta huida hacia lo desconocido será difícil encontrar un mejor folio en blanco que la colonización del oeste americano. Esos planos divididos con líneas cartesianas proporcionaban a todo el que quisiera dejar su vida atrás un territorio propio que explotar y una civilización para extender en un terreno salvaje. En ese prometedor escenario es donde desarrolla con maestría Ivan Doig Una temporada para silbar.

"El profesor Morris crea un universo donde la pasión por el conocimiento parece atesorarse como el rastro más humano dentro de un territorio salvaje"

En la jovencísima población de Marias Coulee, coloca Doig a Paul Milliron, un inspector de Educación que se ve obligado a cerrar varias escuelas de su circunscripción y que, gracias a ello, comienza a recordar su infancia en ese pequeño pueblo. Junto a sus dos hermanos y su recién enviudado padre, buscan a un ama de llaves que pueda ayudarles en las tareas que, allá por el 1900, solía tener asignadas una mujer en América. Un anuncio en la prensa bajo la frase “no cocina pero tampoco muerde” será lo que anime a Olivier Milliron a contratar a Rose. Demostrando que las buenas noticias nunca llegan solas, Rose viene acompañada de su hermano Morris, un elegante bon vivant que deberá arremangarse su camisa para acostumbrarse a las duras tareas del viejo oeste. Sin embargo, es él quien se convierte en la gran sorpresa de la novela al ser designado nuevo profesor de la escuela primaria. Y he aquí la auténtica protagonista de Una temporada para silbar: la educación.

"Personajes cargados de personalidad y corazón, y una historia de sencillez profundamente humana, nos dejan una lección a veces ciertamente compleja"

En un aula donde se juntan alumnos de diferentes cursos, el profesor Morris crea un universo donde la pasión por el conocimiento parece atesorarse como el rastro más humano dentro de un territorio salvaje. La escuela es así la bandera de la civilización que centra los cuidados de toda una comunidad, no tanto por asegurar a sus hijos un futuro mejor fuera del duro estado de Montana, sino más bien por celebrar los logros que el hombre ha conseguido alcanzar, por saciar esa curiosidad inherente a los seres más humanos, por el hecho único y sumamente estimulante de conocer, saber, leer, aprender y aprehender.

Personajes cargados de personalidad y corazón, y una historia de sencillez profundamente humana, nos dejan una lección a veces ciertamente compleja: la de asumir nuestra responsabilidad de dar lo mejor de nosotros mismos. John Ruskin ya decía que hay dos tipos de libros: los que son para un momento y los que sirven para todos los momentos. Contradiciendo al título de su propia obra, Ivan Doig escribe aquí uno de esos libros que perviven en todas las temporadas.

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Autor: Ivan Doig. TítuloUna temporada para silbarEditorial: Libros del Asteroide.  Venta: Amazon, Casa del Libro, Fnac

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