Sé de nuevo bienvenido, lector.
Que estés de nuevo leyendo estas líneas significa que, o te ha gustado lo que leíste en el primer artículo, o eres amigo o familiar mío. En ambos casos, es un placer tenerte de vuelta.
Supongo que me saltaré todas las leyes periodísticas haciendo lo que voy a hacer, pero antes que nada quería dar las gracias a todos los que os habéis interesado por este tema y me habéis enviado decenas de preguntas con inquietudes. Dejadme deciros que todas serás contestadas, pero cómo no, a mi manera.
En el primer artículo te conté cómo se procede nada más llegar a la escena de un crimen, el orden de entrada y tumbé la imagen del inspector todopoderoso. Sería interesante seguir una línea que nos lleve —o no— frente al culpable de los hechos, por lo que iré contando procedimientos en orden más o menos riguroso. Y digo más o menos porque siempre pueden aparecer factores que lo alteren todo, casos que cómo no, también veremos.
Vamos con lo que nos importa.
Desmitifiquemos algo:
La víctima murió a las tres de la mañana, según la temperatura de su hígado.
Ha sido leer el título de este mito y seguro que has recordado alguna escena leída o vista. Es común que el malhumorado inspector le pregunte apático al forense sobre la hora de la muerte, éste se agache, le meta el termómetro hepático al cadáver —y si está al revés hasta le da la vuelta— y le determine la hora exacta de la muerte.
Por partes. No puedo desmitificar del todo esto pues los forenses sí llevan dicho termómetro en su instrumental para la escena, pero sólo se usa en casos muy puntuales y muy favorables para el uso. Además que deben señalar la herida y notificarla para remarcar que ha sido post mortem. Pensad que el cadáver, en la mayoría de los casos, está vestido —y esas ropas pueden aportar una pista fundamental como veremos en otros artículos—, en una posición incómoda o con la escena muy sucia —por llamarlo de algún modo— para acercarse demasiado a él.
Entonces, ¿cómo se determina una hora aproximada de la muerte en la escena?
No es un dato fundamental en la investigación en ese momento, sólo sirve para hacerse una ligera idea. El verdadero dato aparecerá en el posterior examen en el anatómico forense. Pero de igual modo, sí se suele hacer una aproximación en la propia escena. ¿Te suena el rigor mortis?
Seguro que has oído hablar de él. El rigor mortis es un fenómeno cadavérico que causa rigidez en el cuerpo a causa de los cambios químicos en los músculos una vez llegada la muerte. Suele comenzar alrededor de las tres o cuatro horas, llegando a su fase máxima a las doce. Comienza a desaparecer alrededor de unas veinticuatro horas. Como este fenómeno tiene varias fases que comienzan desde la mandíbula, bajando por el cuello y así hasta la rigidez total de todo el cuerpo, se puede decir de una forma aproximada las horas que lleva muerto según el grado de rigor mortis del cuerpo.
¿Es esto fiable al cien por cien?
No. El propio frío o calor del ambiente sirven para acelerar y decelerar el proceso, por lo que, como comento, sólo sirve para hacer una idea aproximada de la hora de la muerte. Hay otros fenómenos cadavéricos que ayudan a aproximar un poco más esa hora fatídica, tales como: enfriamiento cadavérico —el cuerpo va perdiendo temperatura hasta alcanzar la del ambiente—, deshidratación cadavérica —cuyos principales signos suelen manifestarse en los ojos—, lividez cadavérica —son manchas que se van formando por la acumulación de sangre en ciertas zonas de apoyo del cadáver— y espasmos cadavéricos —creo que no hace falta que lo explique—. Todos estos son fenómenos tempranos. Luego hay otros, en los que no creo que haga falta profundizar, que aparecen con el paso del tiempo y se les conoce como tardíos —putrefacción, descomposición, aparición de larvas, etc—.
Como ves, el termómetro hepático apenas se usa en la escena, no como nos da a entender la televisión y gran parte de la literatura. Además, creo que me he cargado otro mito sin darme cuenta. ¿Os habéis fijado cuando el forense, ya sea en la escena o en la mesa de autopsias, dice que lleva siete horas muerto —por poner un ejemplo— y entre él y el inspector lo giran a su antojo —con el torso y cuello flácidos— para observar los detalles de todo el cuerpo? Con el rigor mortis presente, no sería tan sencillo, aunque sí es cierto que se aprovechan de él para mover el cuerpo en determinadas situaciones. Siento mucho que ahora vayas a estar pendiente de eso cada vez que veas una película, serie o leas sobre esto.
Por otro lado he recibido preguntas sobre cómo pueden actuar los sanitarios en una escena. Si en la escena sólo hay cadáveres, de manera evidente ya no tienen nada que hacer. Si con el cadáver hubiera algún herido, dependiendo de la consideración y el estado de las heridas, se trataría de atender fuera para no contaminar. En un caso extremo se atendería sin titubeos —eso sí, tratando los de Científica de delimitar y aislar la zona de trabajo—, lo primero es la vida de quién esté en peligro.
Y bien, todavía queda una amplia gama de mitos que romper, desde el trabajo de la Policía Científica (sí, sí, los todopoderosos CSI de le tele) hasta el trabajo real del inspector —pasando cómo no por la mesa de autopsias, un espacio con demasiados mitos para sus dimensiones—. Pero si te lo contara ya, perderías ese gusanillo que ya te ha entrado para que pasen rápidos estos quince días.
Nos vemos pronto, lector, voy a remojar los dedos en tinta para recargarlos. Trataré de no dejar huellas.
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