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Bea Osa: “En teoría, a nadie le gustan los sucesos, pero todo el mundo forma corrillos”

Bea Osa: “En teoría, a nadie le gustan los sucesos, pero todo el mundo forma corrillos”

Florin Stoian dejaba, a diario, una barra de pan en el buzón del 594 de la calle Sauces, en Pioz (Guadalajara), donde residía un matrimonio brasileño, formado por Marcos Campos Nogueira y Janaína Santos Américo, con sus dos hijos, David y Carolina, de uno y tres años, respectivamente. En la mañana del jueves 18 de agosto de 2016, el repartidor acudió al citado domicilio, ejecutó su rutina y, al abrir el buzón, comprobó que dentro se hallaba la barra del día anterior. Como no le avisaron de ningún tipo de ausencia ni en la panadería le ordenaron que cesara su tarea, Stoian repitió el mismo ritual durante un mes. El 18 de septiembre se encontró con que el chalé estaba a rebosar de guardias civiles. La familia que vivía en él había sido descuartizada y sus restos repartidos en seis bolsas de basura.

Bea Osa (Madrid, 1979), periodista amante de la lectura y con vocación de escritora, editora del espacio Expediente Marlasca en el programa Más vale tarde de LaSexta, aborda el atroz asesinato cometido en Pioz por el joven psicópata Patrick Nogueira, verdugo de sus tíos y sus primos, quinto condenado en España a prisión permanente revisable, en Olor a muerte en Pioz (Alrevés, 2020), un true crime bien escrito, periodístico, escrupuloso, libre de pornografía visceral/sentimental. La autora acompaña al lector en un viaje a las tinieblas de la condición humana, presentando a un personaje implacable y frío; que, burlándose, contó a un amigo —alentado con la simpatía, por no decir el cachondeo, de éste—, a través de WhatsApp, cómo quitaba la vida a sus familiares; que huyó a su país y volvió a España para que no le cortaran la cabeza en alguna cárcel brasileña y los presos no jugaran con ella como si se tratara de un balón de fútbol, y que afrontó el juicio con apatía, como si la cosa no fuera con él.

Olor a muerte en Pioz justifica esta conversación:

—Beatriz, ¿por qué se hizo periodista?

"El periodismo es una forma de contar el mundo a otras personas"

—Lo de «porque me gustaba y escribir» y esas cosas cuenta, ¿no? (Risas) Uno, por eso, y luego te voy a decir «por qué no», que es algo de lo que rehuyo cada vez que lo leo: nunca he sentido que me hiciese periodista para arreglar el mundo, para contar las cosas que harían feliz a la gente, etcétera. Me parece hasta arrogante pretender algo así, que con el periodismo vayamos a arreglar el mundo. El periodismo es una forma de contar el mundo a otras personas.

—¿Y por qué se hizo periodista, añado el apellido, de sucesos?

—Yo quería tirar por ser corresponsal de guerra. Lo soñé, pero nunca lo tuve cerca. Y luego sí que quería hacer periodismo de investigación. Y lo más cerca que he estado del periodismo de investigación es lo que hago ahora. Pero ni siquiera pretendía terminar en sucesos.

—Su compañero Manuel Marlasca me dijo que “los delincuentes son gente muy poco interesante”. ¿Lo comparte?

—Pues no (risas). Creo que todo el mundo es interesante. Mi reto era que, por ejemplo, la figura de la que yo hablo, la de Patrick Nogueira, no fuese tan gigantesca como para que arramplase con las víctimas, a las que, al final, cuesta a veces retratar. Ese era mi miedo, pero creo que todo el mundo es interesante en cierta medida. Hay un proceso de cada cual por el que se llega a ser malo, que es el que a mí me interesa, como cuando se trata del personaje de una novela.

—¿El ser humano es, en origen, un inocente que se corrompe o, como escribió Plauto, un lobo para el prójimo?

"Los estudiosos nos han demostrado que hay gente que nace así, con maldad. Y luego hay gente que se pervierte, que se corrompe"

—No lo sé. Hay gente que viene de serie, que lo tiene ahí, que le es innato. Los estudiosos nos han demostrado que hay gente que nace así, con maldad. Y luego hay gente que se pervierte, que se corrompe, y que tiene objetivos, a veces lícitos, por los que es capaz de hacer determinadas cosas. Cuando te justifican por qué han llegado a cometer un crimen: es un móvil. Creo que hay de todas las versiones posibles.

—¿Vio el Mal, con mayúscula, en los ojos de Patrick Nogueira?

—Yo estaba en el interior de la Sala de la Audiencia de Guadalajara. Cabíamos muy poca gente y, al final, las percepciones son las que tienes para contrastar también con la escasa gente que está ahí, entre otros los familiares que, por supuesto, lo van a ver como un maldito. Cuando hablaba con la gente de la redacción, yo tenía una imagen de Patrick, y ellos tenían una imagen en la que aparecía Patrick en una pantalla de televisión, porque la señal de la Audiencia se retransmitía en directo, y veían a un joven de unos 21 años, mirando al suelo, bien peinado, con sus gafitas, su jersey… y el audio que les llegaba era el de los testimonios de los familiares de las víctimas y de los investigadores. Patrick miraba al suelo y ellos me decían: “No puede levantar la mirada del suelo porque está compungido”. Y yo decía: “No, es que Patrick sólo levanta la vista más que para saber quién entra en la Sala”, o porque en una de las sesiones estaban hablando sobre su mente o sobre cómo cometió los crímenes, que él no lo relató. Entonces, algo le llamaba la atención y levantaba la vista. Yo no veía maldad tampoco, pero sí desinterés salvo cuando se hablaba de cosas que le afectaban a él. No a sus víctimas, sino en el sentido “así es Patrick”, cuando le definían. Ahí se removía, tomaba notas o bisbiseaba a su abogada.

—La fiscal Rocío Rojo dijo que al joven brasileño no se le podía rebajar la condena porque “considerarlo un enfermo sería como darle un premio”. ¿Asociar el Mal a la locura es una especie de consuelo para el hombre de la calle? Es decir: “Matar así sólo lo puede hacer un zumbado. Los cuerdos estamos a otras cosas”.

"Me duele el poco entendimiento social que hay sobre qué es un loco, qué es un enfermo mental y qué es un psicópata, y son cosas distintas"

—Tengo un problema con el concepto de locura. Creo, además, que es equivocado. Tengo familiares con enfermedades mentales y a veces me duele el poco entendimiento social que hay sobre qué es un loco, qué es un enfermo mental y qué es un psicópata, y son cosas distintas. No nos lo explican adecuadamente, no recibimos ese tipo de educación y no lo asimilamos. Entonces, luego nos encontramos con Patrick y lo denominamos “loco” porque no entendemos la magnitud de sus crímenes. Según los psiquiatras, es un psicópata, no un loco: no lo hizo movido por la locura ni por un arrebato. Tampoco es un enfermo mental: no necesita tratamiento y, de tener un tratamiento, podría no haber cometido estos crímenes. Ellos dicen: “Patrick es un psicópata”. Y un psicópata discierne el bien y el mal, es capaz de cometer los crímenes y no sentir nada. Porque le sobraban esas cuatro personas, sus tíos y sus primos, en un momento dado. (Piensa) Tengo que ser muy respetuosa, y lo soy, de verdad, con la teoría de la defensa, que no dice que sea un enfermo mental, sino que tiene un daño cerebral. Ellos no lo meten en la categoría de loco, del enfermo mental, del psicópata. Lo sacan de ahí y dicen que si el cerebro falla, falla él en algún momento. Pero no dicen que sea esquizofrénico, ni que sea como tal un loco que ha tenido un arrebato, ni que es un psicópata.

—Cuenta que Nogueira, como mínimo, pasará treinta años en prisión: “Echando cuentas, el brasileño soplará —como poco— hasta sus cincuenta velas en una cárcel española”. Cuando salga de chirona, si es que sale, ¿podría volver a asesinar?

—Patrick tiene una trayectoria criminal. En 2016 asesina a sus tíos y a sus primos, pero tres años antes, estando en Brasil, apuñala a un profesor. Cuando está en preventiva y está esperando el juicio, él le dice al médico forense: “No me saquéis de aquí, porque lo volvería a hacer”. Esta frase me la dijeron en un momento dado, cuando estaba en un receso del juicio. Hablaba con los familiares, con quien estuviese por los pasillos, pero también teníamos esa cantina para los periodistas donde yo topé con este médico forense, Óscar Ortigado, y, charlando, lo primero que me contó fue eso. Me decía Óscar: “Es un espécimen a estudiar como psicópata”. Su compañera, Carmen Vargas, decía: “¿Cómo te puedes plantear esto?”, porque a ella no le interesa nada, le produce rechazo, pone mucha distancia con el sujeto al que estudia. Sin embargo, a Óscar le llama mucho la atención, y me contaba: “Es capaz de decirme que si hubiese sido yo el que se cruza en su camino, y que le molesto, a mí me hubiese eliminado”. ¿Podría volver a matar? Él mismo dice que sí. Lo ha dicho en una trastienda, no consta en acta, pero a alguien se lo ha dicho.

—¿Sabe qué es lo que más me ha puesto de mala hostia al leer su libro? Las conversaciones por WhatsApp plasmadas. Sobre todo, las que mantiene con su, comillas, amiguito Marvin. “El niño —le dice Patrick— de un año habla algunas palabras. Pero ahora no habla nada”. Y los malditos “jajajas”. ¿Los amigos de Nogueira se tomaron a cachondeo el asesinato?

"El impacto que supuso fue monumental. Ves la auténtica crueldad. Son dos perversos"

—En un momento dado, ellos se lo toman como si fuera un videojuego. Obviamente, tengo los pantallazos de esas conversaciones de chat, y hay veces que cuando tienes ese material… (Piensa) Supongo que a ti, cuando haces una entrevista que te ha molado mucho, que te ha parecido que está muy bien, la plasmas tal cual, la dejas correr. Yo con esta conversación dudé y pensé: ¿doy in, doy out? Decidí darla entera. Es verdad que, por agilidad de la escritura, ves que tiene que reposar algo de lo que han dicho, que hay que incidir… Pero dudé. Cronológicamente, cuando yo seguí el caso, esto saltó al año y pico. Entonces, yo pensaba: “Patrick tiene lagunas mentales. ¿Qué haría Patrick?”. Y estaba aferrada a eso. Y desconocía totalmente a su amigo Marvin y estas conversaciones. El impacto que supuso fue monumental. Ves la auténtica crueldad. Son dos perversos: uno cuenta cómo ha asesinado a sus primos, a su tía, “esa mujer gorda”, y el otro sólo hace: “jajaja”. El otro no le dijo: “¿¡Pero qué haces!?”. Al revés, lo alienta. Y me sorprende que ninguno fuese consciente de lo que implicaba esa conversación.

—Nogueira asesina a sus tíos y a sus primos y huye a Brasil. ¿La familia le encubrió?

—Cuando a su hermana, Hanna, le presentan las pruebas a puerta cerrada, estando sólo el juez, el abogado de Brasil y ella misma, a ver, fue todo tan contundente que pasaron de protegerle en Brasil a darle alas para que se viniese a España. Pensaron: “Si tienes que pasar tu condena en una cárcel donde cortan cabezas, como hemos visto en Brasil…”. Yo tengo un vídeo en el que se ve cómo le cortan las cabezas a los narcos y juegan con ellas al fútbol. Entonces, tú dices: “Es mi hermano. Ha asesinado a mis tíos, a mis primos, pero es mi hermano. ¿Yo quiero que mi hermano esté en una prisión en Brasil donde a lo mejor, a los dos días, se lo ventilan? ¿O prefiero que, sabiendo cómo es, pese a la distancia, sé que estará vivo?”.

—Desconocía el dato de que los familiares de las víctimas casi nunca cobran las indemnizaciones. ¿Nogueira ha soltado pasta?

"Hay atascos judiciales y, a veces, policiales. Hay muchos casos de desapariciones, de gente que lleva veinte años esperando algo"

—Hay atascos judiciales y, a veces, policiales. Hay muchos casos de desapariciones, de gente que lleva veinte años esperando algo, que llega a muros en los que no tienen ningún tipo de ayuda, y hay casos en los que estas personas tienen que hacer investigaciones en paralelo, y se pagan los detectives, los viajes, los carteles de búsqueda… Claro, si no tienes, ni siquiera en el final, la indemnización… Aquí estamos hablando de más de 400.000 euros. ¿Cuándo lo va a pagar? No tiene trabajo ni bienes conocidos. Será un ajuste de la familia casi. El ejemplo de Carcaño, que es vergonzoso: planteando pagar una cantidad ínfima y plazos de tantos euros al mes. Como si fuera un «sueldo Nescafé».

—Hemos abordado la figura del verdugo. ¿Qué me dice de los héroes de esta historia?

—Me sacan una sonrisa siempre. El otro día estuve en la Comandancia de Guadalajara, volví a verlos, y cada vez que hablo con ellos tienen cosas que contar. Hacen un revival y dicen: “Bueno, ¿te acuerdas de cuando estábamos a punto de que nos diesen el OK a una diligencia que habíamos pedido algo de Brasil que no llegaba…?”. Están tan implicados… Yo, que tengo cierta amnesia, cuando me encuentro con gente que tiene tanta capacidad de memoria, que se aprenden este caso, y que, como este, tienen ochenta, y te están contando los que tienen ahora abiertos, y te lo cuentan como si hubiese sido ayer… Son héroes porque dan con monstruos, pero también son héroes por cómo lo viven. Esa gente se va a la cama y se lleva con ellos la historia. Esa gente ha visto los cuerpos, y han estado en la escena del crimen. Y han olido y han palpado. Y aun así, se sientan ante ese malo y le dan la oportunidad de contar su versión, porque estamos en un Estado garantista. Y nunca me han hablado sin respeto de alguien, pese a haber tenido al peor. Son héroes porque son un ejemplo.

—¿Y qué me dice de la prensa?

—Con justicia, creo que lo abordamos como pudimos. En el fondo, te encuentras con elementos de los que tiras de manual. La versión del sicario cuadraba. Siendo muy justa, creo que se trató de la forma más coherente posible. No se fabuló tanto como se ha hecho con otros casos. A ver, yo he visto cosas que luego no he reflejado sobre los gustos sexuales de Patrick, pero no aportan a la historia. A veces, no es tanto lo que da la prensa: en teoría, a nadie le gustan los sucesos, pero luego todo el mundo forma corrillos.

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