A las buenas, querido lector. Antes que nada, déjame advertirte que este artículo es raro hasta para mí. No te asustes, porque te quiero contar por qué. Bien, resulta que en muchas ocasiones me he visto hablando de literatura de forma escrita. Esto es, para que me entiendas, reseñar o comentar una novela en concreto. Pero lo que sí no me vi nunca haciendo era algo parecido pero con un escritor. Con la persona que está detrás de esos textos. Y he decidido que sea Dolores mi primera toma de contacto.
¿Por qué?
Esto sí lo tenía claro. Hace un tiempo, leí un artículo que tomó cierto punto de viralidad en el que se criticaba ferozmente a la autora. No nombraré al creador, no por cobardía, sino porque no recuerdo su nombre, y después de ver la mala baba que se gastaba en él, prefiero no recordarlo.
Pero, sintetizando, se preguntaba del por qué de su éxito si la consideraba como algo profundamente dañino para la literatura española. Incluso me sentí insultado como lector que soy de Redondo, ya que en cierto modo llamaba ignorantes a los que consumíamos sus letras.
Ya digo, no quiero darle demasiada publicidad pero, curioso que soy, decidí investigar un poco sobre ese autor y no me sorprendió ver que no se había comido nada en la literatura, a pesar de intentarlo. Ahí entendí muchas cosas.
Pero dejando esto de lado, ese artículo me llevó a pensar cosas, ya que intentaba desprestigiar a una autora que me gustaba mucho, y eso me hizo plantearme justo lo contrario que él pretendía. ¿Por qué me gusta Dolores Redondo? ¿Por qué tanto éxito alrededor de esta autora?
Algunas cosas ya las tenía claras. Incluso puedo afirmar que me sentí tentado de escribir este mismo artículo en ese momento, pero los que me conocéis —y los que no, pues os lo cuento— sabéis que me gusta investigar mucho antes de escribir cualquier línea. No para demostrar lo que sé sobre lo he estado viendo, sino para no meter la pata en lo que cuento. Así que he estado un tiempo mirando por aquí y por allá para saber qué es lo que atrae tanto de la escritora. Qué es lo que me cautiva de ella y lo que hace que haya superado ya los dos millones de ejemplares vendidos.
Y ahí voy.
La primera razón, la que debería ser la primordial, la tengo clara: me gusta su estilo escribiendo.
Vale, admito que esto no es una razón de peso para que pueda convencerte acerca de sus virtudes, ya que es algo subjetivo: siéndote sincero, el 70% del artículo lo es. No sé qué esperabas. Bien, volviendo a esto, soy una persona que se ha vuelto muy exigente en sus lecturas en los últimos tiempos. No busco una calidad apabullante, qué va, lo que quiero es un libro que de un modo u otro me cautive. Estarás conmigo que vivimos en una sociedad en la que cada vez nos cuesta más estar concentrados cuando tenemos un libro delante. La tecnología nos mejora la vida en muchos aspectos, pero también nos la fastidia en cuestiones tan básicas como pasar un ratito leyendo tranquilo. Y es que la tentación de agarrar el teléfono móvil y echar un vistacito rápido siempre está ahí. Y, claro, alguno pensará que eso me pasa a mí y ya está, pero la mayoría me darán la razón, porque es verdad. Además, otro de los problemas que se nos presentan es la sobresaturación de la ficción en general. Ya no hablo de la escrita, sino también de la visual. Para mí, uno de sus efectos negativos es precisamente ese, que ya no le damos la oportunidad a un producto porque tenemos muchísimos donde elegir que pueden aportarnos eso que otro en un momento dado no nos da.
Y a mí me está pasando. Lo reconozco. Así que necesito que un libro me cautive de una forma especial para que vaya a muerte con él. Esto no quiere decir que no encuentre una buena pila de estos cada año, por suerte sí, pero también es cierto que otros tantos pasan por mí sin pena ni gloria. Y Dolores con su primera trilogía me rompió en mil pedazos. Para bien, no te asustes.
La razón la tengo clara, ya que es lo que intento —con más o menos tino— en mis novelas: sus personajes traspasaron el papel. Lo he dicho mil veces: esto me ha pasado pocas veces con autores españoles contemporáneos. De hecho, ahora mismo puedo contar a Dolores, a César Pérez Gellida con su trilogía Versos, canciones y trocitos de carne y a Juan Gómez-Jurado con su —por ahora— bilogía Reina Roja – Loba Negra. Cuando yo cierro un libro y todavía pienso en las personas que lo protagonizan, para mí el escritor lo ha clavado al 100%. La trama me importa, no lo puedo negar, pero para mí los personajes lo son todo. Esa forma de empatizar con ellos es lo que me hace querer más y más. Y Dolores lo consigue, no solo con su inspectora Amaia Salazar, sino con todo su mundo cercano.
Evidentemente, volviendo a las críticas, he escuchado más de una vez que si vendió tanto es por marketing y blablabla. Pero para mí la prueba se encuentra en su última novela: La cara norte del corazón. Si a la gente no le gustara cómo escribe no habría vendido ya más de 300.000 ejemplares en apenas unos meses. Porque digo yo que la gente no es tonta para repetir, por mucho que nos empeñemos en tratarla así.
¿Y esto debería ser suficiente para vender a ese nivel?
Se podría, pero yo sabía que tenía que haber algo más, así que no me quedé en eso y quise ir más allá. Reconozco que aquí me vino todo rodado. Déjame que te lo cuente un poco a modo de historia:
Mi admiración por Dolores me llevó a seguir sus pasos en redes y, suerte la mía, creo que le caí bien, porque intercambiamos palabras en más de una ocasión por esta vía. Sé de buena tinta que ella se interesó por mí, y que cuando comencé esta aventura en Zenda ella leía mis artículos sobre investigación criminal. Orgullo que yo sentía aparte, una de mis metas era poder conocerla en persona, pero por distintas circunstancias no habíamos podido coincidir —salvo unos segundos en alguna ocasión—. De hecho, muy amablemente me invitó a cenar una vez que estuvo cerca de donde vivo, pero yo tenía algo y no pude. La rabia me consumía porque, de verdad, soy muy fan. Cuando te digo que me vino rodado es porque se me presentó otra oportunidad. Ella tenía acto en Murcia y le dije que iría a verla, aunque solo fuera para darle un abrazo. Me dijo que por nada del mundo, que teníamos que cenar juntos.
Esto ya me tendría que haber dicho mucho de la clase de persona que es, pero preferí dejarme comer por los nervios hasta que llegara el día y ver cómo se daba.
Y el día llegó.
Yo no le quise decir nada, porque quería que este artículo fuera una sorpresa, pero una de mis metas era observar cómo hacía las cosas con los lectores para, por un lado, seguir entendiendo su éxito; y por otro, para qué mentir, ver si a mí se me pegaba algo.
Así que me presenté en una sala a rebosar, con más de 300 personas deseosas de Dolores Redondo. Sobre la presentación poco puedo decir, ella estuvo muy bien contando y haciendo muy atractiva su última novela para aquellos que todavía no la habían leído, pero a mí lo que me interesaba era el después. Sobre todo teniendo en cuenta la gran cantidad de gente que quería pasar sus segundos junto a la autora. No me hubiera molestado ver frente a tal marabunta a una autora que despacha rápido a cada cliente con el fin de hacer más llevadero tanto tiempo, pero es que fue totalmente lo contrario. Dolores no dudó en pasar el tiempo que fuera necesario, el que cada persona que fue a verla le requería, siempre con una amabilísima sonrisa. Eso después de saber que el día anterior tuvo un acto similar y que se había comido seiscientos kilómetros en una mañana para poder estar ahí. No, Dolores no despachó a nadie, atendió a cada uno, le contó cosas al oído, se hizo las fotos que le pidieron —que fueron básicamente una por persona, con la correspondiente firma— y no dudó en garabatear a desde el que llevaba un ejemplar como al que traía todo lo publicado hasta la fecha. Hasta la última persona.
Eso me hizo comprender otro factor de su éxito: la cercanía y el trato con sus lectores.
¿Necesita, o mejor dicho, lo hace un autor que es solo un producto de marketing?
Mucho me temo que no, ni lo necesita ni lo hace. Esto son actos que salen de dentro de uno en agradecimiento al tiempo y al dinero invertido en ti. A la molestia de acercarte para saludar o que le firmes un ejemplar de la novela. Y eso solo lo sabemos los que pasamos chorrocientas horas detrás de la pantalla de un ordenador para hacer que te llegue una nueva novela.
Además, como refuerzo diré que ella, en caso de ser solo un producto que se vende solo, no se pasaría cinco meses de gira ininterrumpida con dos o tres ciudades cada semana. Mis giras no son ni una quincuagésima parte de las de ella, pero no me hace falta para saber lo que agota eso y lo duro que es estar separado de familia y amigos durante tanto tiempo. Y cuando se sigue manteniendo la sonrisa, como ella lo hace, es porque adoras lo que haces. Porque de verdad lo disfrutas.
La firma terminó y a mí me quedaba comprobar la que creo que es tercera y última parte la receta de su éxito.
Cuando ya se fueron todos, por fin nos pudimos dar ese ansiado abrazo. No duró demasiado porque eran las tantas y estábamos muertos de hambre, así que nos fuimos a cenar. Ahí fue cuando la Dolores escritora quedó de lado y se me presentó de frente Dolores Redondo Meira, la persona que hay detrás.
Y, ¿sabes qué?
Son la misma persona.
Y tú dirás: ¿Y? ¿Qué esperabas?
No es que esperara nada, pero me gustó comprobar que la Dolores sonriente y dispuesta a todo de las firmas es la misma que luego cena contigo sin tanta mirada atenta. Esa autenticidad es el tercer factor que considero la ha llevado al lugar en el que está. Una de las cosas que más me agradaron fue ver que ella no paraba de hacerme preguntas, de interesarse por mí, por mi vida y por mis novelas. Para los que no lo consideren para tanto, a ver, ¿qué no habrá vivido ella a día de hoy con ese éxito de ventas? Pues claro, tanto que podría hablar sobre sí misma todo el tiempo sin ningún tipo de reproche, pero no lo hace. Al contrario, quiere saber de ti. Para mí eso tiene un valor incalculable en una persona.
Evidentemente, uno siempre tiene miedo de decepcionarse cuando conoce en persona a alguien a quien admira, pero con Dolores Redondo me pasó justo lo contrario. Además, me sirvió para entender a la perfección el porqué de tales niveles de ventas.
Puede que este artículo, texto o llámalo como quieras no te haya gustado, porque entiendo que puede parecer una piscina de alabanzas para la autora, pero ya que alguien se tomó la molestia de despotricar sin sentido en contra de la vasca, yo tengo ese mismo derecho de hacer lo que me dé la gana y de contar todas sus virtudes.
No trato de convencer a nadie, es que me apetecía hacerlo y ya está.
Desde aquí mando un beso enorme a Dolores y le vuelvo a dar las gracias por ser esa persona que está detrás de un nombre que cada día, aunque parezca increíble, resuena más y más en Olimpo de las letras. Un Olimpo en el que, a mi parecer, ha entrado de una forma más que merecida.
Gracias por leerme, querido lector. Nos vemos pronto.
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