Imagen de Cynthia Decker
Hace unas semanas hablaba en este espacio de los libros como ventanas al mundo. Hoy, desde mi aislamiento, me siento frente al teclado, el mismo que me permite hacer posible todo lo que pasa por mi mente, y me doy cuenta de que esa frase se ha convertido en una imagen literal. Joan Margarit dijo que la libertad es una librería y no puede tener más razón, si es que los poetas la pierden alguna vez.
Es hermoso el momento en el que un lector descubre la sensación de teletransportación que regala una historia escrita. Si además le sumamos que la situación en la que nos hallamos provoca una ansiedad irrefrenable por numerosos motivos, se convierten en un bien necesario, un amigo al que echarle mano.
Durante las últimas cuatro semanas, un grupo de amigos poetas y yo lanzamos un festival virtual llamado «Poesía en tu sofá». La premisa era sencilla: artistas de todo tipo de ramas leyendo sus poemas favoritos desde sus casas en un directo vía Instagram durante el fin de semana. Fue fácil su generosidad y entregado el recibimiento del público. Los domingos por la noche, al terminar, se sucedían los mensajes de agradecimiento. Algunos expresaban gratitud por la desconexión (para que luego critiquen las redes sociales unidas a la poesía) y otros nos contaban que les habíamos acompañado en su confinamiento y en su fiebre alta. Hubo un bombero que nos agradeció esos ratos de poesía porque, en sus palabras, «me ha ayudado a canalizar todas las emociones que llevo dentro», y también sanitarios a quienes la poesía les meció en sus breves ratos de descanso. La emoción, desbordada, sale de nuestros cuerpos a pesar del encierro.
Si algo hemos conseguido con «Poesía en tu sofá», además, es que mucha gente descubra nuevos poetas en la voz de sus actores, cantantes o escritores favoritos. Entre los más leídos, quizá por esa unión emocional con los que se dedican a la interpretación, encontramos a Walt Whitman, que tan bien leyó Jaime Lorente o Silvia Abascal, entre otros. No faltó tampoco Lorca en voz de Irene Escolar o Inma Cuesta, quienes enmudecieron a los miles que las escucharon. Gloria Fuertes y Alejandra Pizarnik fueron dos de las poetas más recitadas en las voces, por ejemplo, de Leticia Dolera, Nuria Gago y Sara Bueno. Se escucharon nuevas voces como la de Rupi Kaur, sonó Idea Vilariño, sonó Miguel Hernández y resonó Benedetti, siempre presente. Muchos escogieron a Gioconda Belli. Manuela Vellés leyó con dulzura a Pedro Casariego Córdoba. También se escucharon los versos de Ángel González con Paula Ortiz y de Rafael de León en voz de Poveda.
Pienso en todos ellos, si alguna vez se imaginaron así, si vieron así a sus poemas: como una ventana que no solo da a la calle sino a uno mismo, a esos recovecos que debemos cuidar y alimentar porque en momentos así nos pueden salvar.
La poesía evita que nuestros cuerpos sean una jaula. Abrámosles todas las ventanas.
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