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A cobijo de lenguajes inventados

A cobijo de lenguajes inventados

La historia de Nonú está llamada a perdurar en las letras hispánicas. Tras visitarlo en La verdad es que estoy sola y que estoy ardiendo y Pasan cosas bellísimas, Laura Ramos nos devuelve a él con este libro formado por dos narraciones —o poemas o chifladuras o épica con espadas de poliespán o epopeya clásica o también cancionero divino—, «Igual que él yo era una negociadora de la noche» y «La verdadera estoria de la niña de goma». Pero ¿qué es Nonú? Un espacio donde imperan la poesía y la metafísica de la autora (como ocurre en Santa Teresa de Bolaño, Zembla de Nabokov, Mundodisco de Pratchett, Tlön de Borges, Arrakis de Hubert, o Lyonesse en la leyenda del rey Arturo), con una retórica a medio camino entre la lírica y la jerga.

Ha habido muchos que han vivido a cobijo de lenguajes inventados, y así es el modus vivendi de quienes pueblan estas páginas (medievalizantes, caballerizantes, alucinantes). Ya lo advertí en otra ocasión: Laura Ramos ha conseguido narrar fuera de los géneros. ¿Poemas?, ¿novelas?, ¿un cuento escuchado al calor de la hoguera? Se suceden los diálogos, las descripciones (físicas, botánicas, geográficas, míticas) junto a los momentos de alto lirismo. Al mismo tiempo, tememos el hechizo y abrimos el libro como quien no quiere la cosa, sin despegar del todo una página de otra, mirando de refilón, pues quizá nos pegue un bocado el carsuarado o echen raíces sus extrañas flores o salga el olor a madera intensa del techo de un templo de madera escandinavo porque «se va solapando mi imaginación y esta realidad».

"Sí, no lo duda: hacedora de mitos, como si hubiera puesto a rebobinar la historia universal o estuviera definiendo lo que es una oración"

En la primera narración, se presenta el contacto entre dos mundos, la extrañeza de dos regímenes escópicos. Allí, en sus intercambios, a diferencia del Balnibarbi del viaje de Gulliver, los enamorados protagonistas no pueden convocar a los objetos físicos en lugar de a las palabras: al igual que en el experimento mental, cabe decir «agua» en la Tierra y en la Tierra Gemela para referirse a aquello que calma la sed mientras que la estructura química, sin embargo, de la primera es H2O y la de la segunda XYZ. El significado cambia (¿cambia de veras?). De igual modo, en Nonú, «el lenguaje está mal hecho», no basta para abrazar al mundo, para comunicarse y no declarar una guerra —por una falla entre mis palabras, tus palabras y las cosas—. Un paralogismo desata las hostilidades. Y es que Nonú es, ante todo, un libro sobre el carácter significativo del lenguaje: «Una bruja de vidrio me preguntó una vez / qué une realmente a las palabras con las cosas. / Yo le dije / el miedo».

¿Qué hacer? La poeta no lo duda: fábulas, cultura popular, mirlos metálicos, mares que arden, la historia de Oráiste y Gorm, el libro La negociadora de la noche, la bruja de vidrio, bardos que transmiten las declaraciones de guerra porque lenguajes otros hay como mundos otros (algunos, por ejemplo, como Nonú, donde «[…] la órbita / que en este caso tiene forma / de fusilli»). Sí, no lo duda: hacedora de mitos, como si hubiera puesto a rebobinar la historia universal o estuviera definiendo lo que es una oración.

"Porque, lo afirmamos antes, Laura Ramos sacude el carácter significativo del lenguaje. Esto explica, asimismo, los desvíos ortográficos y gramaticales de la obra, el pasado remotísimo de una infancia de la lengua"

La segunda de las narraciones, «La verdadera estoria de la niña de goma», ahonda en el imaginario (ensoñaciones, seres maravillosos, espíritu de caballerías). Nos trasladamos a un circo en el que se entretejen las hazañas de Tituba, míster Colorado, el Gnomo Momo, Hefe, Moan, Xibalba, Nel, Koschei el Inmortal, las pintoras Clara Peeters, Leonora Carrington, Isabel Quintanilla, y la propia niña de goma. Ella, cercana a una pícara y, no obstante, poseedora de la verdad más cándida cuando accedemos a su pensamiento:

Y un gentilhombre un galáncantanga abrió su jubón y de él sacó un par de quesos que sabían horrores porque creo que estaban podridos y él dijo que eran del my little pony que resultaba ser, simplemente, un unicornio sin cuerno, cosa que no me sorprendió, porque yo estaba totalmente segura de que todos los caballos eran unicornios mutilados como estaba segura de la forma de la nieve (aunque he de confesar que nunca vi nevar).

A sus descripciones, como esta que hace de Nel:

Era pequeño y delgado
tan delgado
probablemente por culpa de haber vivido en una aguja, y tenía la barba aguda como el cascabel de las serpientes, y la nariz que parecía un lápiz, y las patas que serían avestruces o alcaparras, y los deditos finos finos como hilos, que serían sus manos de macramé, y sorbía la sopa con una urgencia
rara
propia de alguien supongo
que ha pasado siglos aprisionado
en una aguja finita
perdón
quiero decir que tal vez no sea tan raro
cómo comía

A sus delirios científicos o casi de ficción extracientífica que recuerdan, en una vuelta de tuerca, a los seres tridimensionales en Flatland de Edwin A. Abbott: «¿No podemos ver a los seres de cinco dimensiones / que nos tocan el corazón?». A su conlanging dantesco: del «Pape Satàn, pape Satàn aleppe!» de la Comedia al «Songgaar» y al «Burungaar» que pronuncia Nel. Porque, lo afirmamos antes, Laura Ramos sacude el carácter significativo del lenguaje: «Que hay muchísimas / palabras / y sin embargo / poquísimas / que signifiquen lo que yo quiero». Esto explica, asimismo, los desvíos ortográficos y gramaticales de la obra, el pasado remotísimo de una infancia de la lengua.

¿Existe algún ciclo así en la última literatura española?

—————————————

Autora: Laura Ramos. Título: Nonú. Editorial: La Bella Varsovia. Venta: Todos tus libros.

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