El Zurdo Mendieta, personaje emblemático del escritor sinaloense Élmer Mendoza (Culiacán, México), regresa en este relato que el autor nos envía para Zenda. En sus novelas y relatos (El amante de Janis Joplin, Efecto Tequila, Cóbraselo caro, Balas de plata, La prueba del ácido, Nombre de perro, El misterio de la orquídea calavera, Besar al detective, Asesinato en el Parque Sinaloa, No todos los besos son iguales, La cuarta pregunta), Élmer Mendoza retrata de forma magistral el ambiente y el lenguaje fascinante del noroeste de México en tiempos de incertidumbre y violencia.
Jefe, por favor manténgame al tanto de lo que pase; no quiero desconectarme.
Gris, concéntrate en que vas a tener al niño, eres detective pero vas a ser madre; no seas de esas cabronas que están pensando cómo deshacerse de sus crías antes de que nazcan.
La detective se despedía del Zurdo Mendieta para tomar su permiso de maternidad. Según su ginecóloga, en cinco días daría a luz a un hermoso bebé.
Como cree, quiero a este chamaco y como le conté, el Rodo está vuelto loco, anhela estar conmigo en el parto; pero no quiero perder el toque; además usted me lo prometió, no se haga.
Está bien, me puedes marcar cuantas veces quieras.
Una hora después entró la primera llamada.
¡Jefe, me están secuestrando, estoy en…!
En ese punto se cortó la comunicación. El Zurdo se quedó helado. ¿Qué chingados pasa, Gris secuestrada, por quién, para qué, dónde? Cómo bólido entró en la oficina del comandante Briseño sin consultar a la secretaria que lo vio azorada. Atendía el teléfono, ¿por qué los jefes siempre están hablando con alguien? Le hizo señas desesperadas de que colgara y el funcionario, con mala cara, dijo al teléfono: Señor Procurador, un momento por favor. Edgar, ¿qué carajos te crees? No tienes ningún derecho a interrumpirme, por si lo has olvidado, soy tu jefe, así que lárgate por esa maldita puerta antes de que te saque a patadas. Jefe, acaba de llamar Gris Toledo, me alcanzó a decir que la estaban secuestrando, luego se interrumpió la llamada, quizá le arrebataron el celular. Briseño abrió la boca, se disculpó con el Procurador y colgó. ¿Qué no salía con licencia desde ayer? Se fue hace una hora, vino a despedirse; alcanzó a llamar pero sólo dijo eso. Edgar, hay que moverse, justo de eso hablaba con el Procurador, me estaba pidiendo que investigáramos dos casos de secuestro de mujeres con embarazo avanzado que ocurrieron anoche, les sacaron el bebé y las dejaron abandonadas, una en una casa en ruinas de la Colonia Las Quintas y la otra en Bachigualato, cerca del aeropuerto, ambas están muy graves en el hospital del Seguro Social. Ah caray, entonces no es un secuestro casual. Ahora movilízate, llévate a toda la corporación si te da la gana, y mantenme informado.
Mendieta convocó a su equipo, incluyó al Marciano Robles que recién regresaba de tomar un curso sobre técnicas antisecuestro en la Ciudad de México y estaba a punto incorporarse a la unidad correspondiente, que sumado al Camello, Terminator, Ortega y su gente, pensaba que era lo que requería. Su instinto le indicaba que el comandante tenía razón: debía apresurarse, ¿por dónde empezar? Marciano, lo que les conté es lo que tenemos, ¿qué sugieres? Robles abrió la boca, iba a decir que debían empezar por el principio, pero la intensidad con que el resto lo observaba lo convenció de que no era momento para bromas. Gris era una de las agentes más queridas y efectivas de la PM. Por lo que cuenta la llamada ocurrió hace quince minutos. Dieciséis. Pidamos a los patrulleros que detengan cualquier vehículo sospechoso. ¿Cuál sería el indicio para hacerlo? Pues, exceso de velocidad, nerviosismo, si llevan un bebé, lo normal. Camello, solicita a los compañeros que actúen, no les des explicaciones, si alguien hace una detención, que nos llame de inmediato. Stevejobs busca lo mismo con tus amigos de las redes, si ven no sólo un carro circulando, sino llegando a una casa abandonada, que nos avisen. Ambos salieron como de rayo. Lo otro, dijo el Zurdo. Es que todos nos vamos a las calles con la misma instrucción. Estaba consternado. Los demás siguieron la indicación sin chistar. Antes de salir preguntó a Angelita, que se encontraba lívida. ¿Te comentó algo, iba directo a su casa o a alguna otra parte? Hoy nada, ayer contó que había visto una ropita maravillosa en Fórum, que pasaría por ella. ¿Ayer? Sí, jefe. ¿Es antojada, que hubiera ido a algún lugar por algo? Pues no, creo que deseaba llegar a su casa para comer con el Rodo. Órale.
Pidió al doctor Montaño, que a esa hora se encontraba en sus dominios, el Servicio Médico Forense, que lo acompañara. Se encontraron en el estacionamiento del restaurant El Grill, uno de los últimos refugios de Mendieta. Lo puso al tanto. El médico se quedó lívido. Zurdo, eso se hace rápido, no se requiere demasiada pericia y los instrumentos necesarios son mínimos; el doctor Quijada te puede orientar mejor, por aquí tengo su número. El médico respondió a la cuarta. ¿Cómo estás Guillermo? Bien doctor, un poco sorprendido por su llamada. Te voy a pasar al detective Mendieta, tiene preguntas que tú puedes responder mejor que yo. El Zurdo le contó los casos. ¿Cuánto tiempo se lleva una cesaría en esas condiciones? Depende, asumiendo los mínimos cuidados puede hacerse en veinte minutos; imagino que usarían un poco de anestesia y lo deseable es que el producto pueda ser revisado de inmediato por un pediatra, que es realmente el que determina la salud del recién nacido. Sí, puede realizarse sin problemas en un espacio como el que describe, tal vez utilizaron una mesa o el mismo piso. En efecto, la madre puede sobrevivir lo suficiente para recibir atención médica en un hospital; sólo si sufre una hemorragia prolongada o esté anémica, podría fallecer. Un bisturí normal, algunas pinzas, gasas, un poco de desinfectante; con eso sería suficiente. Puede hacerla un médico general.
Mendieta le agradeció y se quedó quieto. Montaño guardó silencio. Se hallaban de pie, bajo una palmera. Doc, llama a tus amigos pediatras, que te digan si les han llevado algún recién nacido para revisar. Luego marcó a Samantha Valdés, la capiza del cártel del Pacífico. Vaya que Dios hace milagros, Zurdo Mendieta. No me lo agradezcas, Samantha, necesito un favor urgentísimo. Lo que quieras, te escucho. La puso al tanto. La poderosa jefa escuchó y pronunció una maldición: Hijos de su pinche madre. Entonces quiero a tus halcones clavados, que ubiquen a cualquier persona o pareja o familia, en carro, a pie, en un parque, una tienda, un supermercado, en una casa, dónde sea, que lleve un bulto que parezca un recién nacido. A Gris la secuestraron hace dos horas, tal vez ya le sacaron el bebé; ahora la buscamos a ella y al pequeño. Estamos con ustedes, Zurdo Mendieta, esos cabrones no se saldrán con la suya.
Minutos después la ciudad tenía ojos en todos los rincones.
Se escuchó el Séptimo de caballería del celular del detective. Pensó que era uno de sus hombres y respondió arrebatadamente. Mendieta. Jefe soy yo, era la voz de Gris que no podía evitar el llanto. Gris, qué pasó, dónde estás. Me robaron al niño. Dime dónde estás, compañera. Estoy, en el restaurant El Farallón. No te muevas, vamos para allá, cortó. Acompáñame, doc, Gris está muy cerca, llama una ambulancia, que venga un ginecólogo para que la atienda; esos cabrones le robaron su niño. Montaño hizo las llamadas pertinentes.
El restaurant Farallón estaba a pocos cientos de metros y en unos minutos estuvieron allí. Gris se encontraba recostada en el sillón de espera, estaba descompuesta, pálida y llena de sangre. Las edecanes la miraban azoradas. En cuanto vio a sus compañeros soltó el llanto. El capitán de meseros les contó que había llegado trastabillando, que los delincuentes habían cometido su fechoría en uno de los locales vacíos del centro comercial en que se ubicaban. Mendieta se acercó a la detective y le acarició la cabellera revuelta. Gris, ¿los recuerdas, dijeron algo que nos pueda ayudar? Ella negó con la cabeza. Me atontaron con algo en la nariz; después, recuerdo a alguien, quizá mujer, con bata blanca, ojos verdes y cubrebocas. Lloró de nuevo. ¿Era joven, vieja? No sé. Haz memoria, ¿dijo alguna palabra? Afirmó. Ordenó, lo recuerdo como de un sueño: llama a los padres, que esperen, Casa de la Cultura de la Universidad. ¿Cómo era su voz? Pensó un momento. Ronca, autoritaria. ¿Alguien del personal del restaurant vio algo? Preguntó a todos y nadie advirtió nada. Ni la recepcionista. Hay un señor que cuida los carros pero tiene dos días sin venir. En eso llegó la ambulancia, Montaño salió a recibirlos. Los que te apañaron, ¿eran altos, bajos, gordos, normales? Más bien delgados y jóvenes; me inyectaron muy rápido y me perdí. Gris, mantén la calma, vamos a encontrar a tu hijo, nadie, que no seas tú va a criar a ese plebe cabrón; te lo prometo, ¿recuerdas en qué sitio fue? A la derecha del restaurant; al menos allí desperté y había mucha sangre; me secuestraron en Fórum, eran dos y la de blanco. El ginecólogo apareció acompañado de una enfermera y tomó posición de la paciente. No se mueva, señora, voy a desinfectarla para llevarla al hospital; salvo mi enfermera, no pueden permanecer aquí, aclaró a los presentes. Jefe, le recuerdo que usted nunca me ha fallado. Y no lo haré ahora. Avísele al Rodo por favor, y no lo alarme. La llevaremos a la Clínica de la mujer, le informó el forense. Te la encargo, que le den un trato de primera. El galeno, que aún sentía amor por la chica, le prometió que todo saldría bien, que ahora él cumpliera su parte. Doctor, ¿habrá alguna pinza o algo que nos sirva en el cuerpo de la detective? El galeno tardó en responder. Nada, lo único que se nota es un trabajo profesional. Mujer de ojos verdes. Expresó Gris. ¿Conoce alguna ginecóloga con esos ojos? No, pero no creo que haya muchas.
Mendieta marcó de inmediato a Samantha. Le expuso el caso y le sugirió que pidiera a sus hombres máxima atención. Estamos en eso Zurdo Mendieta, aprecio a la detective Toledo y haremos todo lo que esté en nuestras manos para encontrar al bebé y a esa maldita destripadora, ¿de ojos verdes, dijiste? Es correcto. Cortaron. Luego llamó a Ortega. Amigo, tengo a la vista una habitación donde es probable que hayan operado a Gris, vente en chinga y trae la raza, a ver si encuentras algo. Le dio su ubicación. Después a Stevejobs, el experto en redes sociales y hacker efectivo de la PM. ¿Hay algún sistema para encontrar a una ginecóloga de ojos verdes? Quizá alguien a quien le hubieran retirado su licencia. Todo está en la red, jefe, en este mismo instante me pongo a buscar; por otra parte, hasta ahora no hay respuestas de los cibernautas sobre casas abandonadas y sospechosos huyendo. Bien, ahora busca alguien con las características que te di; encontramos a Gris pero le robaron su bebé. ¡No manche! A trabajar Steve, y comunícate en cuánto tengas algo. El Zurdo subió al jetta, puso a Diana Krall, Route 66, la versión en que la acompaña Russell Malone en la guitarra y Paul Keller en el bajo, y se puso a atar cabos. La atraparon en Forum, dos jóvenes delgados y una de ojos verdes que podría ser la doctora, ¿tan fácil es secuestrar a una embarazada? Por el momento en que llamó, iba llegando a Fórum. ¿Por qué no había ordenado buscar su auto? Seguro estaba en el estacionamiento. Telefoneó de inmediato al Camello para que hiciera esa tarea y a Terminator para que preguntara frente a la casa de la cultura de la UAS, si alguien había visto recibir un bebé; era una plazuela donde siempre había gente. Luego la trajeron aquí, ya veremos qué encuentran los técnicos. Miró una pared de cristal cubierta de papel en lo que seguramente había sido una tienda. Había escuchado a Angelita que pronto derribarían todo el conjunto para construir una plaza monumental. Afortunadamente Gris es fuerte y pudo avisarme a tiempo, reflexionó, el ambiente era fresco como todos los octubres en Culiacán. Igual que tantas mujeres llevaba su celular en la mano y soy su primer contacto. ¿Cuánto vale un bebé?, ¿en qué tipo de carro lo recogieron? Ojalá alguien haya visto algo sospechoso. Debemos buscar a la ginecóloga y a quien se haya llevado al niño, ¿cómo los localizamos entre un millón cien mil habitantes? Lo bueno es que Gris estará bien, pero si no encuentro a su hijo seguro se vuelve loca. Le marcó a Robles. ¿Dónde andas? Estoy con Stevejobs, hasta ahora no tenemos reportes de nada ni nadie. Le pidió que viniera al restaurant. Necesito que veas el cuarto donde cometieron la fechoría; Ortega y los técnicos están por llegar, investiga también cuánto pagarían por un bebé.
Pronto el equipo de Ortega se apoderó del lugar. Robles observó el operativo atentamente. Mendieta lo dejó hacer. Qué onda, ¿notaste algo? Nada. Ortega se acercó. Salvo los desperdicios del local, está limpio, la sangre debe ser de Gris, las huellas parecen ser las de Jack el destripador. La tipa usa perfume, y si el olor persiste debe ser fino, añadió el Zurdo. Debe ser alta, expresó Robles, señalando dos ligeras señales en el piso sucio, cubierto de polvo y desperdicios, próximas a la mancha de sangre. Pueden ser sus rodillas, y como hizo el trabajo en el piso se tuvo que hincar. Ortega puso cuidado y aprobó la observación. Tienes razón, además tiene sus kilos, las huellas se notan bastante. Jefe, pueden pagar por un bebé hasta cien mil dólares. Uta madre, y estos cabrones se han birlado tres. Iz barniz. Se oye el Séptimo, era el Camello. Jefe, el carro de Gris está aquí. Fíjate bien si hay algo alrededor, en el piso, pregunta si alguien vio algo. Ya lo hice y cero: nadie sabe nadie supo, el carro está cerrado. Terminator está en la plazuela Rosales, alcánzalo allá. Un minuto después entró una llamada del mencionado.
Qué onda mi Termi. Jefe Mendieta, la cosa está así: una de las señoras de la limpieza de la casa de la cultura, dice que vio a un joven entregarle un bulto a una pareja que esperaba en la plazuela, que la mujer lo abrazó como si fuera bebé. ¿Estás con ella? No, pero la tengo a seis metros. Entretenla, que no se vaya, vamos para allá. Robles, tenemos una testigo, Ortega, si encuentras cualquier cosa me llamas, cabrón, no te vayas a largar a tragar a tu casa con esta bronca encima. No estés chingando, pinche Zurdo, ni que Gris no fuera mi compa también; sólo para que lo sepas, mi vieja hizo asado y siempre le queda de poca madre. Pues dile al comandante para que se muera de envidia.
La señora era guapa, Terminator estaba empleando sus dotes de don Juan más que las de placa; ella sonreía divertida, debía tener treinta y cinco años y a pesar del uniforme se le notaba un cuerpo perfecto. El Zurdo bajó del jetta donde venía escuchando a Katharine McPhee, Somewhere over the rainbow, realmente preocupado. No quería caer en sus propias trampas porque terminaría por no pensar los pasos necesarios para rescatar al bebé de su acople, una detective con la que había resuelto varios casos y a la que le tenía gran cariño. Se llamaba Nora y atrajo su atención la prisa con que el joven entregó el bebé. Era flaco y se notaba que no tenía idea de cómo se carga un niño, pero, como le dije aquí al teniente, no pensé que fuera un bebé, creí que era algo, un paquete; la señora que lo recogió sí que sabía cómo tratarlo, pero eso lo pensé hasta ahora, y el hombre que venía con ella se veía un poco nervioso. Pues ahora que lo dice, sí, eso parecían: marido y mujer, se fueron rápido, cruzaron la plazuela. Pues ahora que lo dice sí, él entregó al flaco un pequeño bulto de papel estraza que podría ser un fajo de billetes, después el joven se trepó al auto en que venía y se largaron rumbo a la Bravo. Era un carro más grande que el suyo, color blanco. No me fijé, pero sí tenía placas. Pues ahora que lo dice sí, alcancé a ver una mujer, pelo corto, venía en el asiento del copiloto. ¿Ojos verdes? Pues no, estaba muy lejos para vérselos, tampoco soy tan fijada. Pues, ahora que lo dice, puede ser, porque se fueron rumbo al Santuario, por ese andador y si lo ve, va derechito al estacionamiento. La cabeza de ella, ¿estaba cerca del capacete del carro o más bien abajo? Nora pensó un poco. Ahora que lo dice sí, estaba cerca del capacete, esa mujer debe ser alta, oiga, ¿y es una delincuente muy buscada? Realmente no, teniente, tome los datos de la señora por lo que se pueda ofrecer, Robles y Camello, síganme.
En el estacionamiento, los atendió un señor adusto. Recordaba una Toyota gris con placas de Sinaloa. No se fijó en el número. El hombre que le pagó se miraba bien vestido, de estatura regular y manos algo toscas. Los dos iban muy serios y con prisa. No vio el rumbo que tomaron. La señora cargaba su bebé.
El Zurdo le marcó a Samantha y le pasó los nuevos datos. ¿Crees que hayan salido de la ciudad? Pudiera ser, no estaría de más que tu gente de Guamúchil, Navolato y Mazatlán, se pongan truchas. ¿Toledo está bien? Hospitalizada, debe estar dopada. Ok, entonces seguimos; si no cambiaron de carro no hay carretera del estado o camino vecinal por donde puedan circular que no los cachemos. Le marcó a Montaño.
Está bien, le cosieron la herida y está dormida, de vez en cuando se mueve. Mantente a su lado. El que no ha aparecido es su esposo. Recordó que no le había marcado y lo hizo en ese momento. Qué milagro, Zurdo. Rodo, arráncate al hospital de la mujer, Gris está internada. Pinche vieja, siempre se sale con la suya, le dije claramente que quería estar en el parto. Tranquilo, Rodo, la situación no es normal: la secuestraron, le sacaron al bebé y se lo llevaron. ¡¡Qué!! Mendieta prefirió colgar.
Sus hombres lo miraban con pena. Se hallaba desolado, le estaba fallando a su compañera de tantas aventuras. Regresó al jetta, encendió el estéreo y escuchó a Katie Melua, su versión de Fields of golds y sintió ganas de llorar. Neta que valgo madres. Recordó a sus padres, quizá en un domingo, en el desayuno, su madre sirviendo machaca con verdura, su padre con la camiseta con que había dormido, comentando divertidos la cara de Enrique que estaba sufriendo la tremenda cruda de su primera borrachera. Mierda, ¿qué es la vida? Una pinche moneda en el aire que nunca cae, un amanecer suspendido donde ni es noche ni día y ni nosotros ni los pájaros sabemos qué onda, chale. A ver, ¿qué tengo aquí? Una camioneta gris, un carro blanco, una doctora de ojos verdes, una pareja que pagó por un niño y a mi compañera sedada en el hospital, mientras el agente de tránsito, Rodolfo Fierro, maneja como loco a ver a su mujer. Frío, frío. En eso sonó su celular, era Stevejobs.
Jefe Mendieta, tenemos dos ginecólogas de ojos verdes, ambas trabajan en la clínica de Oriente. Oriana Fabela tiene treinta y siete años y Teresa Frías cuarenta y tres, se especializaron en Guadalajara y según su ficha son muy eficientes. ¿Hay información sobre si son gordas o flacas, altas o chaparras, alguna foto? Deme un minuto. Le iba a decir que tenía medio pero guardó silencio para no distraerlo. Ahí le va: una es gruesa y mide uno sesenta, la otra delgada y mide 168; por si le sirve, son guapas. Eso quiere decir que viste imágenes, ¿quién tiene los ojos más brillantes? Teresa Frías, que según esta ficha está de vacaciones. Mendieta se puso inquieto. ¿Tienes su domicilio?
Vivía cerca del templo La Lomita, no muy lejos de la casa de Samantha Valdés. Ubicó a los agentes en la calle de tal manera que pudieran entrar en acción de inmediato. La encontró regando el jardín, su esposo, un hombre de cabello cano, terminaba de subir dos maletas y bocadillos en una CRV4, roja, en que tomarían carretera. Saludó a la doctora desde la reja y preguntó que si podía pasar. ¿Con quién tengo el gusto? Detective Mendieta, de la Policía Ministerial del Estado. Al fondo se veía una casa grande, con ventanas enrejadas y en el techo una brillante cúpula azul. Hey, ábrele al señor, pidió al marido, que se apresuró a cumplir la orden. Hola, ¿todo bien? Saludó. No podría estar mejor. El tipo era bien parecido, rasgos finos y ojos verdes. Fue hasta donde la doctora regaba una fila de gerberas y unas enredaderas que tapizaban el muro que limitaba la propiedad, era gruesa, pelo a los hombros; olía a champú. ¿Se marcha de vacaciones? Nos vamos ahora mismo, conseguimos una oferta en Sedona que no queremos desaprovechar, pero usted no anda en su día franco, se ve muy estragado, ¿le puedo ayudar? Su voz era suave. Usted trabaja en la clínica de Oriente, y salió de vacaciones ayer. ¿Quién le dijo eso, detective? Me las autorizaron hace cuatro días. ¿Y no ha ido ni a Mazatlán? ¿Sabe qué hice? Obligar a ese individuo a que nos larguemos, no quería dejar sus alumnos de la universidad, disculpe, ¿pasa algo? Es la primera vez que un detective nos visita, sus ojos verdes centelleaban con la luz del sol. Usted tiene una compañera en la clínica, la doctora Fabela, que también tiene ojos verdes. ¿Oriana? Claro que no, siempre me dice que le gustaría tener unos ojos como los míos, pero Dios no se los dio, por no decir que le faltó un abuelo francés; los tiene negros, aunque a veces se pone unos de contacto verdosos y se ve estupenda, pero qué ocurre, no me inquiete usted, ¿estamos en algún problema? Creo que no. ¿La CRV es su único vehículo? Tengo un Corolla verde, está atrás de la camioneta, ay detective, ya me puso nerviosa. ¿Oriana y usted nunca toman vacaciones a la vez? Al contrario, siempre nos vamos al mismo tiempo, ella se largó hace tres días a Puerto Vallarta. También en una camioneta. No, ella, como vive sola, se va en su auto. ¿Qué carro maneja? Creo que es un Altima blanco, muy bonito. ¿Me puede dar su dirección? Vive a seis casas, en la cochera amarilla, a la derecha, pero como le digo, ya se fue. Seguramente muy feliz con su novio. Algo así, sale con alguien más joven que ella, pero nunca nos los ha presentado; esas cosas pasan. ¿Sabe dónde vive el afortunado? Cómo cree, sólo lo he visto un par de veces; pero, ¿no me va a decir qué pasa? Todas esas preguntas me perturban un poco. Con usted no pasa nada, doctora; sólo déjeme ver su Corolla. ¿Y con la doctora Fabela? Mendieta hizo caso omiso de la pregunta. El carro era tal y como lo había descrito. A través de los cristales vio los asientos llenos de carpetas, grandes sobres con análisis, papeles, cedes y dos pares de zapatos, algo típico en las mujeres. Antes de despedirse le pidió el celular de la doctora Fabela.
Apenas salió de la casa le marcó a Stevejobs, le pasó el número de la ginecóloga y le pidió que se conectara para ubicar el celular. Enseguida le marcó y lo mandó a buzón. Mierda. Lo hizo de nuevo con el mismo resultado. ¿Si lo tenía apagado lo podría ubicar Steve? Segundos después obtuvo la respuesta. Está muy lejos, jefe Mendieta. ¿Lejos puede ser Mazatlán? Más aún, quizá Guadalajara. Gracias Stevejobs, y no te muevas de allí. Camello, quédate aquí; en unos minutos van a salir los señores de la casa en que acabo de estar, los sigues, viajan en una CRV roja; no dejes de informarme del rumbo que tomen. Vigilar es lo mío, jefe. Luego se estacionó a un lado del Tec de Culiacán, pensó ir al Quijote a tomarse un par de whiskies pero optó por quedarse quieto. ¿Qué clase de clínica deja salir de vacaciones a sus mejores ginecólogas al mismo tiempo? Le marcó a Angelita. ¿Alguna novedad jefe? Ninguna. Dios mío, ojalá y todo se resuelva, ¿puedo ayudar en algo? Consígueme el teléfono de la clínica de Oriente. Lo tengo, justamente era la clínica de Gris. ¿En serio, y sabes el nombre de su ginecóloga? Aquí lo tengo, Dra. Fabela, y también su celular. Ándese paseando, pinche vieja, anotó el número mecánicamente. Así que le robó el niño a su propia paciente; claro, tal vez hasta le llamó Gris para decirle dónde andaba; momento, pero tenía que reconocerla si la había atendido durante el embarazo, pero estaba sedada cuando la operó, dijo que había visto todo como en un sueño. Angelita, eficiente como siempre, le marcó a la doctora sin que se lo pidieran. Jefe, tengo a la doctora en la línea, le voy a transferir la llamada. Mendieta pensó dos instantes. Hola doctora, disculpe que la moleste, soy compañero de Gris Toledo, ¿para cuando debía dar a luz? ¿Gris Toledo? Si mal no recuerdo dentro de cuatro días, ¿está bien? No mucho, en realidad está bastante mal, ¿podría usted hacerse cargo? Imposible, estoy en Cabo San Lucas, tenemos tres días aquí, estoy de vacaciones, le dije a Gris que la atendería la doctora Melgar, que también trabaja en la clínica, que la llame, le dejé sus teléfonos. Disculpe, ¿físicamente cómo es ella? Una chica linda, espigada, de hermosos ojos verdes. ¿En esa clínica trabajan puras mujeres? ¡Bingo! No me ha dicho su nombre. Edgar Mendieta. Ah, el jefe de Gris, qué bueno que la quiere ayudar, llame a Melgar. ¿Qué edad tiene ella? Treinta, es muy joven, de hecho acaba de regresar de su especialidad. Gris no tiene cabeza para buscar el número, ¿me lo podría proporcionar usted? Lo anotó y agradeció a la doctora prometiéndole que no la volvería a molestar. Melgar es muy buena, búsquela con confianza. Cortó y se escuchó el Séptimo de Caballería. Era la capiza del cártel del Pacífico.
Respondió con un poco de aprehensión. Zurdo Mendieta, tenemos al bebé y a la pareja que lo compró. Los apañamos en el Limón de los Ramos, ¿quieres ir por ellos? Voy ahora mismo. Le dio el punto exacto donde los encontraría. Ah, y llévate un pediatra, si el niño no ha sido valorado aún está a tiempo, después se lo llevas a la madre. Gracias Samantha. Y nada de querer verle la cara a los plebes, eh, confórmate con que hicieron un buen trabajo, cortó. Acompañado de Robles y Terminator se lanzó al Limón, pueblo ubicado a quince kilómetros de la ciudad. Angelita le llamó a la que sería la pediatra del niño, se lo había dicho Gris, que los alcanzó en su propio carro.
El cuadro resultó bastante patético. Mientras la doctora revisaba al pequeño, el Zurdo atenazó a los frustrados padres, ¿y si el bebé no era el de Gris? Se hallaban al lado de la Toyota Gris. Este niño se los entregaron cerca del aeropuerto, era una pareja de alrededor de cuarenta años, pálidos, ella lloraba con una profunda pena. No señor, respondió el hombre. Nos lo dieron en la plazuela Rosales, hace como una hora. Descansó. Robles, lleva este par a la barandilla, es el bebé de Gris. Detective, podemos arreglar esto entre nosotros, permítame hacerle una oferta. Mendieta observó al infractor, tal y como lo había descrito el del estacionamiento: fuerte y compacto. A ver si te entendí, ¿me estás ofreciendo chayote? Si me da tiempo, puedo pasarle, con mucho gusto, lo que pagué por el bebé, cincuenta mil dólares. El Zurdo sintió como se le subía la sangre a la cabeza, sin pensar conectó un zurdazo en la cara del tipo que se derrumbó noqueado, luego le marcó al Rodo. ¿Cómo sigue tu mujer? Francamente mal, acaba de despertar, y aunque no preguntes por mí, me está llevando la chingada. Tranquilo, ya encontramos a tu hijo y está bien, ahora pásame a Gris y no hagas bulla, esto se lo tengo que decir yo. Jefe, soy un fracaso, ya no estoy segura si quiero continuar de detective, a pesar de que se lo pedí tantas veces, Mendieta sintió el regocijo de los que dan buenas noticias. Nada Gris, tenemos a tu bebé y lo está valorando la doctora Estela Robledo. Escuchó acceso de llanto. Sabía que no me iba a fallar, el Señor lo bendiga. En unos minutos lo tendrás contigo, la doctora me hace señas de que está muy bien. Gracias jefe y gracias a Dios por darme un compañero de trabajo como usted. Y un esposo como el Rodo, no lo olvides, es un cabrón de una pieza, en una media hora tendrás al bebé en tus brazos. Ay jefe, gracias.
Le iba a marcar al Camello, quien no se había reportado, cuando entró otra llamada de la capiza del cártel del Pacífico. Qué tal Zurdo Mendieta, ¿todo en orden con el niño? Todo en orden, ahora mismo se lo llevamos a la madre y enseguida voy por la destripadora, como la llamaste. ¿Estás seguro de quién es? Por supuesto, mintió. Pues por eso te llamo Zurdo Mendieta, quiero que te olvides de ella, me habló hace unos minutos muy asustada. Sabes que no puedo hacer eso. Sí puedes, estoy segura que entiendes que los favores se pagan, y yo le debo a ella uno muy grande, si no hubiera sido por su intervención mi hijo y yo estuviéramos muertos. Pero, ¿por qué lo hizo? Y fueron tres con el niño de Gris. No te diré por qué, lo que sí debes saber es que esas criaturas serán devueltas a sus padres en las próximas horas y algo que te puede importar: ella no volverá a cometer esas atrocidades, desde hoy trabajará exclusivamente para mí. Por eso puedes regalarle unas vacaciones de ensueño. Me sorprendes Zurdo Mendieta, ¿cómo supiste que era ella? No esperes que te lo diga. Cortó.
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