El lema de la nueva novela del exitoso David Foenkinos (París, 1974) reza que “el corazón ajeno es un reino ingobernable”, pero poco se dice del propio, territorio de cartografía difusa, cuando no inexplorado, y siempre sorprendente. Sucede un poco como con las tramas del autor de Hacia la belleza (Alfaguara, 2018), que giran hacia lo inesperado cuando menos te lo esperas, entablando un juego de afinidades y querencias por los autores clásicos del género de intriga. Ahí comparten territorio común el corazón y la trama, más si cabe en esta última vuelta de tuerca a las sombras que se enseñorean y tanto cuesta despejar en los dominios de las relaciones fraternales.
Dos hermanas cuenta en dos partes bien diferenciadas la historia de un desapasionamiento y una pasión. Como deseaba el mago Hitchcock que obrara su público cuando advertía de que no contaran el final de sus películas una vez fuera del cine, así haremos, porque gran parte de la fuerza argumental de Foenkinos se muestra en su inventiva y en sus giros inesperados. Dos partes que corresponden a dos casas distintas, cobijo de dos relaciones igualmente distintas; la que comparten Mathilde y Étienne, a punto de romper aunque Mathilde no lo sepa todavía —“Al principio del todo, Mathilde le notó a Étienne algo raro en la cara. Así fue como empezó la cosa, de forma casi anodina; ¿no es eso lo propio de todas las tragedias?”, esas son las tres primeras líneas de la novela—; la segunda casa, la que la hermana de Mathilde, Agathe, ha construido junto a su esposo Frédéric y su hija Lili. Será en esa parte, en esa casa, en ese nuevo seno familiar, donde sucedan los acontecimientos que hacen de la última novela de Foenkinos un artefacto infalible, fresco y muy apetecible. Mucho ha aprendido del maestro Simenon.
Mathilde es profesora de literatura en el liceo y tiene entre sus lecturas favoritas La educación sentimental de Gustave Flaubert, en su opinión, un libro más hermoso incluso que Madame Bovary. En realidad, se dedica a proponer a sus alumnos exégesis de piezas literarias de las que parece conocer todas las claves de comprensión, lo que contrasta con la incapacidad para conocer las de su propia vida. Pero eso suele ocurrir muy a menudo, ¿verdad? Es la transparencia de la lógica narrativa, que ordena el mundo deslavazado en el que todos andamos sumidos sin remisión. Curioso sin más resulta que algunos de los pensamientos de la protagonista se vuelquen en notas al pie, como ese tan elocuente en el que dice que “quizá debería irme a vivir a una novela”. Si a eso añadimos que Mathilde había leído demasiadas novelas inglesas decimonónicas, el romanticismo y el sufrimiento están servidos.
La lectura de Dos hermanas, con su elegante fluir en forma de breves fragmentos numerados, revela algo más que la historia que se contiene en la punta del iceberg; constata un fondo abisal en el que las relaciones familiares —las fraternales en este caso— siguen latiendo en sus negruras y en sus refulgencias, sin que el paso del tiempo pueda hacer mucho por transformar el poso emocional que se acumula en la etapa en la que la familia suele compartir techo. Años que determinan el resto de nuestros días mientras se abre la perspectiva de nuevas vidas, sin sospechar que la vida anterior viaja con nosotros. Existen, sin embargo, momentos en los que, como diría Flaubert, “el universo acababa de ensancharse de repente”. También eso, sobre todo eso, cuenta Dos hermanas. Foenkinos lo ha vuelto a hacer, y se muestra de nuevo irresistible.
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Autor: David Foenkinos. Traductoras: Amaya García Gallego y María Teresa Gallego Urrutia. Título: Dos hermanas. Editorial: Alfaguara. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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