El hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. Y el equipo de las últimas dos películas de Scream, las protagonizadas por la misma Melissa Barrera que lidera esta Abigail, desde luego demuestran ser eso, hombres, en un thriller de terror cuya premisa, por cierto, recuerda un poco a “Popsie”, un excelente relato corto de Stephen King incluido en su antología Pesadillas y alucinaciones.
Abigail es un filme que cualquier aficionado al género consumirá con comodidad. Hay un saludable equilibrio entre pretensiones y resultados que convence, pese a sus defectos, y someterse al esquema de Agatha Christie (evidenciado en la referencia a Y no quedó ninguno) proporciona a Bettinelli-Olpin y Gillett un andamiaje sólido para desarrollar la trama. Una vez Abigail, película y niña, desvelan a la vez sus armas (y su verdadera identidad) la locura se desata con un capítulo de Historias de la Cripta convenientemente alargado en el que los directores toman su experiencia en Scream para proporcionar un par de voluntariosos, aunque no sorprendentes, juegos irónicos con la mitología y giros con los personajes.
Pero, ay, ya dijimos al principio que Radio Silence había tropezado con la misma piedra. Y el obstáculo es su insípida puesta en escena, incapaz de aprovechar el excelente escenario gótico de la aventura y apostando en su lugar por una aburrida sucesión de planos cortos y primeros planos de, eso sí, un puñado de actores (sobre todo Dan Stevens) por encima de la media en estas ententes. Se trata del mismo defecto de Noche de bodas, de Scream V y Scream VI y ahora también de Abigail, con Bettinelli-Olpin y Gillett confirmando su incapacidad para variar un esquema que incluso los directores televisivos han sabido abandonar.
El pitch del film, no obstante, es lo bastante entretenido para entregar un thriller de terror cómico sin pretensiones y con una saludable dosis de mala leche. Melissa Barrera se erige como una protagonista más sólida que en Scream, Dan Stevens demuestra ser uno de los actores que mejor se lo pasan con su trabajo y el músico Bryan Tyler, sin salirse de ningún canon, añade al menos ese extra de expresividad que le falta a la puesta en escena de los directores.
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