En esta serie de artículos reseño algunas de las películas más representativas, adaptaciones europeas de los años setenta. Traslaciones al cine de obras literarias de autores como L. P. Hartley, Arthur Conan Doyle o Anthony Burgess. Por supuesto, cada selección es subjetiva y arbitraria. No obstante, con ella, trato de dibujar un panorama amplio en el que se ve cómo escritores de épocas, estilos y ámbitos lingüísticos muy distintos han sido adaptados al cine de formas tan diversas como incluso antagónicas, en función de las poderosas personalidades de los cineastas que los han adaptado (en la mayor parte de casos siendo directores-guionistas): Losey, Wilder, Kubrick, Hitchcock, Mankiewicz o Fassbinder.
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(Barry Lyndon, 1975)
Desde medianos de los años sesenta Kubrick espació más sus películas, debido a un largo proceso de preproducción que incluía una documentación exhaustiva previa al rodaje. La posproducción era igualmente interminable. Ese perfeccionismo insano explica, entre otras cosas, que desde su obra maestra 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968) sólo rodase cinco películas en treinta años. Barry Lyndon es, de largo, la mejor de esas cinco últimas obras, pese a ser, paradójicamente, la más desconocida y olvidada por el gran público, no es tan popular ni reconocible como La naranja mecánica, El resplandor (The Shining, 1980), La chaqueta metálica (Full Metal Jacket, 1987) o Eyes Wide Shut (1999). Empero, aguantará mucho mejor el paso del tiempo.
Barry Lyndon no envejece y se ve hoy aún más audaz y moderna que hace treinta años, y todo me hace pensar que dentro de otros treinta será aún más actual, clásica, intemporal, atemporal, genial. Ello es debido a su clasicismo narrativo, su total ausencia de artificio, su voluntad historicista, su prodigioso esteticismo pictórico. Adapta un clásico de la literatura picaresca inglesa de Thackeray, y la extensión de la novela explica, en parte, la extrema duración de la película, algo más de tres horas. Además de las adecuadas interpretaciones, el montaje perfecto y la planificación geométrica de una pausada puesta en escena, la originalidad de Kubrick y de su operador, el gran John Alcott (con quien ya había trabajado en su primera película inglesa, La naranja mecánica) estriba en un hecho insólito: la iluminación. Toda la película está iluminada única y exclusivamente con luz natural. Total ausencia de focos o de cualquier luz artificial. Los planos exteriores se limitan a iluminarse con la luz del día —en su amanecer, algidez y declinar— y los interiores se iluminan sólo con velas. Al margen de la audacia técnica, sin precedentes, el resultado estilístico es único en la historia del cine. Ello permitía a Kubrick reproducir como había soñado una ingente cantidad de referencias artísticas y pinturas del siglo XVIII, época de la novela y en la que transcurre la acción. Desde los paisajes de pintores ingleses como Thomas Gainsborough o John Constable (la caracterización y encuadre de Marisa Berenson como Lady Lyndon es calcada de un lienzo de Constable en el que retrata a su mujer, expuesto en la Tate Gallery), pasando por los retratos familiares de Sir Joshua Reynolds, las escenas de caza de George Stubbs, las secuencias militares a partir de Joseph Wright, las secuencias con velas inspiradas en Georges de La Tour, el intimismo costumbrista de Jean-Baptiste Chardin, los tipos grotescos caricaturizados por Kubrick tomando como fuente a Johann Zoffeny y William Hogarth, así como dibujos y acuarelas de un artista polaco desconocido llamado Daniel Nicolaus Chadowiecki que le sirvieron para componer varios planos. Con su perfección estética y dramática, su lirismo trágico y su cínica racionalidad, Barry Lyndon es un caso insólito en la historia del arte.
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Dirección y guión: Stanley Kubrick (Nueva York, Estados Unidos, 1928 – Harpenden, Hertfordshire, Inglaterra, 1999), a partir de The Memoirs of Barry Lyndon, Esq., de William Makepeace Thackeray. Fotografía: John Alcott. Música original: Leonard Rosenman. Música no original: Johann Sebastian Bach (“Allegro concierto para dos clavicémbalos y orquesta en do menor, BWV 1060”), Georg Friedrich Händel (“Sarabande, suite nº 11”), Wolfgang Amadeus Mozart (ópera “Idomeneo”), Giovanni Paisiello (“El barbero de Sevilla”), Antonio Vivaldi (“Concierto para violonchelo en si menor”), Franz Schubert (“Danza alemana nº I en do mayor”, “Trío para piano en si bemol”), Sean O’Riada (“Women of Ireland”) y música tradicional irlandesa interpretada por The Chieftains. Dirección Artística: Roy Walter. Diseño de producción: Ken Adam. Montaje: Tony Lawson. Producción: Jan Harlan, Stanley Kubrick, Bernard Williams. Intérpretes: Ryan O’Neal, Marisa Berenson, Patrick Magee, Hardy Krüger, Steven Berkoff, Gay Hamilton, Marie Kean, Diana Körner, Murray Melvin, Frank Middlemass, André Morell, Arthur O’Sullivan, Godfrey Quigley, Leonard Rossiter, Philip Stone, Leon Vitali, John Bindon, Roger Booth, Billy Boyle. Nacionalidad: Reino Unido. Duración: 184 minutos. Color.
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