El 24 de septiembre de 1973, la voladura del edificio del diario Madrid se convirtió en todo un símbolo de la represión franquista contra la prensa. Dos años antes, la dictadura había ordenado el cierre del incómodo diario que, durante cinco años, a través de los subterfugios más diversos, había reclamado la restauración de las libertades La torpeza de los censores permitió que su director publicara este artículo de despedida. Sección coordinada por Juan Carlos Laviana.
Anteayer podíamos dar noticia de un hecho altamente favorable para la actual estructura empresarial del diario Madrid: la Audiencia Territorial devolvió los derechos políticos a las acciones del profesor Calvo Serer en la entidad propietaria del periódico, consolidando así la posición mayoritaria al actual presidente del Consejo de Administración de nuestro diario. Hoy, por el contrario, tenemos el penoso deber de informar a los lectores que una resolución del Ministerio de Información y Turismo cancela la inscripción del Madrid en el Registro de Empresas Periodísticas.
Desde septiembre de 1966, al amparo de la entonces joven y prometedora ley de Prensa, Madrid, bajo la presidencia de Rafael Calvo Serer, ha tratado de realizar la esforzada tarea profesional de dotar al país de un diario independiente, en la información y en la opinión, dentro de sus posibilidades técnicas y de las que ha permitido la coyuntura nacional. Colaborador de la tercera página desde aquel mismo septiembre y director del diario desde abril de 1967, he sido testigo y actor de este generoso empeño. Las principales vicisitudes y dificultades de estos años son de todos conocidas. De nuestros aciertos y de nuestros errores no soy yo el llamado a opinar, y menos en el momento presente. La historia de este capítulo de la vida periodística española contemporánea se escribirá en su día. En la urgencia de este adiós provisional a los lectores de Madrid, yo sólo quiero hacer ahora unas observaciones de carácter general y dar pública expresión al inolvidable recuerdo de una experiencia estimulante y a múltiples agradecimientos.
Gracias, en primer lugar, a la actual Redacción del Madrid: a los veteranos de los días fundacionales de Juan Pujol y a los más jóvenes periodistas que se han incorporado a Madrid en estos años. En las últimas difíciles semanas que con los modestos medios de la empresa, y en su callada e importante tarea, han realizado un trabajo bien hecho.
Gracias a los más de doscientos universitarios, intelectuales, escritores y expertos que en estos cinco años, de un modo especial desde la página 3, pero también desde otras secciones, como las de cultura, economía, educación, ciencia, región, reportajes, etcétera: junto con la Redacción, han dado a Madrid la imagen que hoy proyecta sobre la opinión pública de la capital y del país entero, con tan amplias repercusiones en la Prensa internacional y, en no pocas ocasiones, en los libros de historia contemporáneos y de análisis de la realidad española.
Gracias también a los otros trabajadores de Madrid, a los hombres del taller y a todo el personal de la casa, que con los modestos medios de la empresa han realizado un trabajo bien hecho.
Gracias, en fin, a los lectores que constituyen la razón de ser un periódico, y que en el caso de Madrid han sido con su interés y apoyo el principal acicate de nuestro trabajo diario.
Precisamente al servicio de estos lectores y el derecho que la misma ley les reconoce de saber quién edita su periódico y cuáles son las personas que lo rigen y la finalidad que persiguen se inició en nuestras páginas, en el pasado mes de octubre, la narración de los problemas internos de la empresa, que por causas, ajenas a nuestra voluntad no pudo proseguirse. Nadie, a mi entender, habría podido explicarlo mejor que el propio periódico, que es el principal interesado.
Artículo publicado el 25 de noviembre de 1971 en la portada del último número del diario el diario Madrid.
Copyright Fundación Diario Madrid
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