Manuel Fraga acuñó aquel eslogan de Spain is different que ha sido tan sonado y que, además, se ceñía tan bien al onanismo del franquismo (toda dictadura lo es en mayor o menor medida). Fraga, que se inmortalizó con aquel baño ministerial en Palomares, daba así su bendición a esa creencia que difundía la idea de que España siempre ha ido a su aire. Es improbable que Fraga, que obró el milagro de hacer pasar la personalidad por política, se tragara aquella matraca. Pero entre algunos siempre ha gozado de mucha aceptación —“tendencia” se dice ahora— la historia de que somos distintos a todos los demás y que los Pirineos son el segundo Atlántico de nuestras costas, cuando la realidad es que por aquí pasaron los vientos de la Ilustración, el romanticismo, el nacionalismo, el comunismo y el fascismo cuando ya arreciaban en Europa.
Mucha peña se ha creído a salvo de los virus ideológicos que han cabalgado por el Viejo Continente y que tantas pesadillas nos han traído. Y también hoy, que por eso hay tanto sorprendido de que por una esquina sur se nos haya desflecado un folclore político. La cosa se veía venir, pero ha llegado, y las coincidencias, como sabe Paul Auster, no son casuales, con una encuesta que revela que un tercio de los jóvenes europeos saben poco o casi nada del Holocausto, lo que, aparte, de reflejar el fracaso escolar de cada día, que a quién le sorprende a estas alturas, nos da una precisa orientación de lo desorientados que vamos. Adorno aseguraba que escribir poesía después de Auschwitz es una barbarie. Pues ya no lo es, entre otros motivos, porque la barbarie se está olvidando, así que el personal puede darle de nuevo al verso.
Timothy Snyder, en El camino hacia la no libertad, nos advierte de lo peligroso que es el olvido, sobre todo en épocas de tan escasa memoria como esta, marcada por las prisas y las aceleraciones tecnológicas, y lo ventajoso que resulta, por el contrario, para los que capitalizan la política y sus teatrillos inmediatos, que se ve que han aprendido de los muchachos de la bolsa y han empezado a airear unos discursos subprime que amenazan con dejarnos en una orfandad moral y una crisis democrática preocupante. Snyder, un celoso anatomista de nuestras realidades vecinales, hace la autopsia de estos últimos decenios para revelar las sendas por las que vamos adentrándonos y cómo nos van colando por la escuadra del pensamiento unas ficciones que no son para ser muy optimista y que tampoco auguran una inmediata prosperidad.
La memoria (junto al entendimiento y la voluntad, que de ahí sacó Camilo José Cela el título de uno de sus libros) es una de las potencias del alma y la más damnificada de la terna por esta renovación de estudios que declaró la guerra a la lista de los reyes godos y ha dejado sin cultura general a mucha platea, no vaya a ser que algún listillo se aprenda el nombre de un fulano del que todavía no se haya hecho un biopic. Pero Snyder nos recuerda que si nosotros no tenemos el relato de lo sucedido, si no mantenemos vivo el pasado, otros nos van a vender su moto, igual que lo del Spain is different, pero con intenciones más aviesas.
El siglo XX se solapaba con el XXI mientras recordábamos sus aprendizajes y ayudaba a prevenir barrizales pasados. Ahora, con el olvido de sus pedagogías, es cuando realmente debemos darlo por cerrado. Así que a nadie le extrañe cuando asista al retorno de algunos prejuicios desterrados y vea otra vez desfilar ciertos rencores que consideraba más propios de otros periodos y otras estéticas. Como dice el mismo Snyder: El siglo XX estaba muerto y enterrado, sin que hubiéramos aprendido sus lecciones. Estaba naciendo una nueva forma de política en Rusia, Europa y Estados Unidos, una nueva “no libertad” apropiada para una nueva era.
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Casas de Franz Kafka en Praga
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Ignacio Peyró: “Yo quería exactamente eso, una biografía con efecto chupito”
/marzo 15, 2025/Ignacio Peyró (Madrid, 1980) ha publicado con la editorial Libros del Asteroide un libro titulado El español que enamoró al mundo: Una vida de Julio Iglesias. Dicho de otra manera, Ignacio Peyró, joven director del legendario Instituto Cervantes de Roma, ha biografiado a Julio Iglesias y a la vez, ha sido capaz de arrastrar al afortunado lector que se asome a estas páginas al centro de una parábola de la evolución de la sociedad español en los últimos cincuenta años.
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Bergamín: cangrejo cocido
/marzo 15, 2025/José Bergamín (1895-1983) era hijo de una familia bien malagueña. Su padre fue diputado y ministro de la Restauración. Su madre, fervorosa católica, le legó una fe que llevará por bandera como una más de sus contradicciones. Católico y estalinista. Giménez Caballero sintetizó el tema: “el muy ladino” de Bergamín ha “sabido encender una vela a Cristo y un cohete a la estrella de Marx”. Él contestó en su momento: “Con los comunistas, hasta la muerte; pero no más allá”. “Qué largo, qué delgado, qué estirado se está poniendo Bergamín”, dijo de él Juan Ramón Jiménez cuando era casi un…
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La biblioteca de la medianoche
/marzo 15, 2025/Decidí curiosear un poco más, pero poco, porque la puerta de embarque de mi vuelo estaba a punto de abrir y yo sabía que, sin una lectura a mano, el vuelo de apenas una hora se me haría eterno. El autor: Matt Haig. Británico o americano, seguramente. Decidí fisgar. En efecto, británico; un juerguista de manual tipo Magaluf pero en su versión ibicenca que, antes de los 30, tras una de sus fiestas y a punto de tomar el avión desde Ibiza hacia Reino Unido sufrió un ataque de pánico acompañado de ideas suicidas. Tocó fondo y comenzó a escribir….
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