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Aguafuertes sudacas: ¿La televisión basura salva vidas?

Aguafuertes sudacas: ¿La televisión basura salva vidas?

Si fuera yo ciega de un ojo, minusválida o algo por el estilo, la fama y la reina televisión pondrían su atención en mí porque ¡qué hermosa la historia de la minusválida que quiere triunfar escribiendo en la revista de su ídolo máximo, Arturo Pérez-Reverte! ¡Ay, Alberto, poné la tele, que empieza El sueño de Pluma Tullida! ¿Se imaginan? Comenzaría el primer capítulo con la protagonista (yo) sentada en casa, pensando (dándome cuenta) que la vida no tiene sentido. La producción del show haría hincapié en esto para que al fin sea todo más meloso y las viejas en sus casas lloren mucho y llamen al 2020. ¡Hasta me emociono, mire!

Tras una larga historia de superación repleta de obstáculos y desencuentros ¡el episodio final sería maravilloso! Tendríamos el horario principal. El encuentro esperado se daría en medio de un show rodeado de bailarinas nalgudas, con excéntricos sombreros a lo Bogart, danzando al son de la cortina musical de Alatriste. Arturo arribando a Buenos Aires. La minusválida (yo) en su casa. Primer plano de los medicamentos para la enfermedad terminal que padece. Mientras tanto la cámara de exteriores acompañaría al valiente corresponsal por las calles húmedas y agujereadas de Buenos Aires. La gente, al tanto de todo, lo saludaría, y él, cual Francisco en el papamóvil, repetiría que Europa va cada vez peor. ¡Pero cómo! ¡Si Reverte es un tipo culto! ¡Jamás sería parte de este espanto televisivo! Cállese. Uno en la necesidad hace lo que puede. ¿O no? ¡Además, es una causa noble cumplir el sueño a la admiradora minusválida!

Para darle un toque elevado al asunto él comenzaría el programa con algún monólogo sobre la solidaridad y/o la minusvalía, combinado con tártaros y filisteos. Continuamos con el magnánimo escritor deteniéndose finalmente frente al edificio de la impedida en el barrio de Saavedra y ¡TANDA! ¿Porque quién haría zapping justo ahí? Al regreso, el tan esperado encuentro: Arturo con una gaseosa sponsor en la mano, caja de cigarrillo sponsor en la otra, y una productora rápidamente encajaría a la tullida una gorra de «piernas ortopédicas Corso III», incluso antes de que ella (yo) llegara a reaccionar. Pantalla gigante en el obelisco y en el estudio de televisión, en donde vedettes sesentonas opinarían al respecto de los gestos de la protagonista al momento en que por el portero oye la voz del cartagenero. Facebook y Twitter reventando de megustas, palabras de aliento, etc. Y si fuera yo quien escribiese el guión (porque si hay guita nos vendemos todos), haría que la inválida tuviese un ataque de presión, cayera de bruces al piso, ambulancia y ¡TANDA!

Al regreso, escenas del próximo capítulo, ya en el hospital: la madre de la deficiente (con long covid) desesperada, etc… (Pausa larga). Pero…. ¿Cómo? (Se preguntaría Alberto, lúcido). ¡Si hay escenas del hospital esto ya está grabado de antes! ¡Es una farsa, Estela! ¡¡Esto es una farsa!! Y ahí Estela lo abofetea, porque lo que ella necesita es creer, en algo, en cualquier cosa. Estela necesita el somnífero, necesita no pensar, no darse cuenta de que el tiempo pasa, de que nada tiene sentido, de que no hay a donde llegar. Así que, entre nosotros, si no estuviera esta porquería de televisión basura, quién sabe (posiblemente), no haríamos algo mejor que lo que hacemos y tal vez hasta nos suicidaríamos. ¿Usted dice que no? ¿Qué alguien soportaría la realidad?

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Paco
Paco
2 meses hace

Leerle a usted es como leer a Joyce sin anteojos.