El fenómeno editorial creado alrededor de Carmen Mola y la publicación de La novia gitana en Alfguara ha tenido rápida continuación. La/Las El/Los responsable(s) de la primera entrega llegan con La Red Púrpura, un libro que mantiene las claves y los aciertos del exitoso debut. En este caso, la inspectora Elena Blanco se ve metida de lleno en la investigación de una trama que está directamente relacionada con los problemas que le han destrozado la vida hasta hacerla como es: profesional pero no intachable, leal pero no fanática, desesperada, dura pero con agujeros negros en el alma, humana.
Poco les voy a contar de la trama, que para eso están las cada vez más profusas contraportadas. Les diré que Blanco y su unidad especial (la Brigada de Análisis de Casos) investigan una organización brutal que se dedica a grabar vídeos en los que se asesina a gente en directo y otros ejemplos de violencia extrema que luego cuelgan en la parte oscura de internet. Hasta ahí, nos puede sonar todo. Ahora vamos con lo que funciona. Hay detrás de Mola alguien que sabe cómo trabajar una historia en serie. Si Michael Connelly decía hace unos meses en Lyon que se arrepiente de haber dado demasiada información sobre Harry Bosch en la primera entrega, aquí no han cometido ese error. Sobre la inspectora Blanco vamos sabiendo cosas anecdóticas (le gusta la grappa, los karaokes, el sexo rápido en coches grandes en un parking), resolviendo otras por caminos menos frecuentados (la tensión sexual no resuelta con Zárate, su mejor agente, se resuelve de un plumazo y para siempre) y quedándonos con lo esencial: ¿podemos llegar a ser despiadados si el contexto lo exige? ¿Hasta dónde somos capaces de llegar si la vida de un ser querido está en juego? ¿Podemos aceptar que alguien a quien amamos sea un monstruo?
“Sé que aquello la dejó marcada, pero eso no le da barra libre para olvidarse de que los demás también somos personas”, le dice un subalterno a Blanco en un momento especialmente desesperado en el que la inspectora confunde el trabajo con lo personal, quema naves, acorrala a sus compañeros, destruye su amor propio, va por la vida arrasando con lo poco que le queda de vida, engaña a sus superiores y se va quedando sola. Todo esto hace de Blanco un personaje especial y una de las grandes virtudes de las dos novelas. ¿Y qué es una serie de novela negra sin un personaje que nos enganche?
Hay un descenso a un Madrid chungo, pobre, desesperado, criminal, que está muy bien. También está bien leer un libro con un ritmo, unas escenas y una trama tan propios de otras latitudes y que los agentes se llamen Mariajo y Cesca. Funcionan así mismo algunas subtramas llevadas a través de personajes secundarios. No así algunas frases demasiado explícitas que a más de un lector le chirriarán por redundantes e innecesarias. No son muchas, y es curioso, pero ahí están. También ha de saber el lector a lo que se enfrenta. Esto es un thriller. No hay que suspender la credibilidad pero sí dar cierto margen a la realidad que nos cuentan.
Ahora bien, el ritmo del final es impecable y las historias personales, sobre todo la de Elena Blanco, quedan cerradas y abiertas a la vez, en un hábil juego que hace suponer nuevas entregas. Olvídense del nombre, de quién está detrás, y aprovechen.
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Autor: Carmen Mola. Título: La Red Púrpura. Editorial: Alfaguara. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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