La hija del ilustrador argentino Agustín Comotto le preguntó un día por qué no explicaba su historia y él la despachó con tres palabras: «es muy aburrida». Pero al reencontrarse 35 años después con Andrea Benites Dumont, «la Turca», una vieja amiga de sus padres que, como ellos, se exilió en España durante la dictadura, no tuvo más remedio que dibujar la novela gráfica Stein.
Stein (Piedra), publicada por Nórdica Libros, cuenta tres vidas que coinciden en dos cuestiones: Argentina y la revolución. La primera es el centro geográfico, mientras que la segunda es el aglutinante moral.
Buenos Aires actúa como lugar de paso de estas tres vidas y la lucha es la que les imprime la dirección. De este modo, la historia de Mijaíl Stein da sentido a la de la Andrea «la Turca», que a su vez se lo da a la de Agustín Comotto.
«Mi intención era la de retratar el clima que viví de niño», ha explicado Comotto en un encuentro con la prensa en Barcelona.
Sus padres, marxistas argentinos exiliados en Madrid en los años 70, compartían vivencias con Andrea, quien tras ser secuestrada, torturada, violada y falsamente fusilada (el ejército argentino empleaba esta técnica para que quedaran supervivientes que contaran a la sociedad el horror de los campos de concentración) durante la dictadura militar del general Videla, logró llegar a España en 1977.
Sin embargo, Comotto no se fija en la dictadura de Videla, tantas veces contada, sino que se centra en la formación revolucionaria previa, la que respondía a los gobiernos militares de Onganía y Livingston.
Por ello, la trama de Stein sucede entre reuniones clandestinas de grupos revolucionarios marxistas, protestas en la facultad de derecho de la UBA y el día a día de un bufete de abogados que se dedica a sacar de la cárcel a presos políticos. La novela va de cómo la memoria nos mantiene vivos, y son los recuerdos que Andrea guarda de esa época los que vertebran el relato.
El que más le marca, sin embargo, no es un recuerdo vivido, sino uno adquirido: cuando un viejo judío ruso entra en el bufete preguntando por «abogados paisanos», Andrea se vuelca con su causa. Mijaíl Stein quiere robar a sus amigos joyeros para que el estado argentino lo deporte a su pueblo natal.
Para preparar el juicio, «la Turca» se adentra en sus diarios, en los que cuenta cómo Stein se unió al Ejército Rojo de Trotski, a quien consideraba un faro espiritual, cómo se las apañó durante las purgas estalinistas, cómo luchó en la Segunda Guerra Mundial y cómo sobrevivió a un campo de concentración nazi. Todo esto antes de embarcarse en el primer buque que lo llevaría muy lejos de Europa.
El espíritu de cada época no solo aflora en el guion, con evidentes cambios en los modismos, acentos y caracteres, sino que también se hace latente en el dibujo. Comotto quería retratar «una atmósfera, una sensación dérmica», por lo que la historia de ‘la Turca’ se cuenta en color, siempre bajo la pátina de grisura de esa Buenos Aires, mientras que la de Stein se relata en blanco y negro.
En palabras de Comotto, Stein es «la historia de una niña que quiere ganar a través de conocer la historia de un derrotado». Lo es porque las enseñanzas de Stein, el ser ‘piedra’, como anuncia el subtítulo de la novela, son el único elemento real al que ‘la Turca’ se puede agarrar para creer que su lucha hará del mundo un lugar mejor.
Para el ilustrador, tal cosa queda condensada en la explicación que dan estos revolucionarios de finales de los 60 y principios de los 70 a la pregunta de por qué tuvieron hijos, a sabiendas de lo que les esperaba si caían presos: «Tenían hijos como conejos porque tenían claro que iban a ganar».
Sin embargo, Comotto no los juzga; a la pregunta de qué hubiera hecho él con 25 años en esos tiempos, lo tiene claro: «Estaría muerto».
En tanto que hijo de estos revolucionarios, para Comotto era fundamental entender esos porqués. «No quería contar esta historia a través de mis ojos o los de mis padres», dice el ilustrador, justo antes de asegurar que al reencontrarse con Andrea ‘la Turca’ tuvo claro que era su mirada la que iba a narrar esa oscura etapa de la historia argentina.
Inevitablemente, en la conversación con Comotto aparece la situación de hoy de la República Argentina. Su diagnóstico es diáfano: «El país de hoy es el resultado de todas las derrotas del siglo XX, así que Milei nace también de la derrota en los 60».
El autor, que cree que los tiempos que estamos viviendo son una «anomalía capitalista terminal», ve al presidente de la nación como la consecuencia de las políticas que los Estados Unidos pretenden aplicar al Cono Sur. «Milei piensa en los argentinos como su materia prima, nada más», sentencia Agustín Comotto.
La superioridad moral comunista podríamos decir. Se va muy cómodo por la vida con esa pose.
No creas; luego tienes que demostrar que no es sólo discurso vacío. Es más fácil dejarse llevar por las tinieblas y considerarse esencialmente humano.
Muy bueno el artículo.
Entiendo que Stalin también trató a los suyos como materia prima.
Socialmente somos cosas. Herramientas del sistema hegemónico, sea el que fuera.
A veces no queda otra alternativa que comprender, para eso la Memoria y la Historia sirven para entender, y saber que hay cuestiones inevitables.
Deberíamos entender que Argentina es una Leyenda, no existe tal cosa. Somos una cárcel, una tumba.