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Agustín Fernández Mallo: «Crearte una biblioteca propia evita el incesto cultural»

Agustín Fernández Mallo: «Crearte una biblioteca propia evita el incesto cultural»

En 1967, poco antes del nacimiento de Agustín Fernández Mallo, su padre, un hombre nacido en un pequeño pueblo leonés, veterinario de profesión y firme creyente en la ciencia y el progreso, se embarcó en un viaje pionero por Estados Unidos con el objetivo de traer una veintena de vacas en un avión hasta Galicia. Casi medio siglo después será el escritor quien realice su propio periplo por tierras americanas, tratando de reconstruir los pasos de su progenitor antes de que éste pierda la memoria. Madre de corazón atómico (Seix Barral) es la semblanza de una vida, un canto al padre, a su legado, su título más personal.

Agustín Fernández Mallo responde a continuación al cuestionario de Zenda. Un adelanto: su sueño de felicidad es tener un búnker, recomienda leer Las aventuras de Tom Sawyer y nunca ha soltado una lágrima leyendo un libro porque considera que la emoción no debe ir necesariamente de la mano del lloro.

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—¿Qué libro, película, serie, disco y obra de arte salvaría en un diluvio o un incendio?

—Aparte de las mías (claro está), salvaría Sobre la naturaleza de las cosas, de Lucrecio.

—Puestos a salvar, elija una actriz, un actor, un personaje histórico y un político actual.

—Lo del “político actual” parece un chiste. Salvaría a quien inventó el fuego, ese anónimo que inventó para nosotros la creación de energía útil.

—¿Qué aventura real o literaria le gustaría haber vivido?

—La primera escalada de un ocho mil, el Annapurna.

—¿Y qué recuerdo personal le gustaría que jamás se perdiera en el tiempo, como lágrimas en la lluvia?

—El día en el que me di cuenta de que crearse una biblioteca propia te independiza de la tribu, evita el incesto cultural, te hace evolucionar.

—¿Cuál es su primer recuerdo lector?

—No lo sé. Quizá las aventuras de un espadachín llamado Dick Turpin, editado en la colección Joyas Literarias, de Bruguera, que además del texto venía dibujado.

—¿Cuál es el último libro que ha leído?

El último reino, volumen XI, de Pascal Quignard, editado por Shangrilà.

—¿Puede recomendar un libro clásico?

—Siempre recomiendo el mismo, Las aventuras de Tom Sawyer. Dibuja muy bien cómo en la infancia el tiempo es infinito, el tiempo no existe, y por eso los niños nunca piensan en la muerte.

—¿Y uno actual?

—Por ejemplo el poemario, Poemas enumerativos, editado por Ediciones Olifante, un libro asombroso, inteligente y bello, de uno de nuestros grandes poetas vivos, Eduardo Moga, en el que se propone enumerar el Mundo, tal cual.

—¿Qué libro no ha podido acabar?

—Muchos, hay cada tostón que no puedes con ello. Pero no diré cuáles, no me parece correcto hablar mal, y sin mayor motivo, de un libro.

—¿Puede recitar de memoria un poema?

—No, ni tan siquiera los míos. Bueno, miento, algunos sí, pero son los que están asociados a canciones, por ejemplo los que cantaba Paco Ibáñez, ya que sus discos sonaban en mi casa cuando era pequeño, y todo eso se te queda en la memoria de un modo automático.

—¿Cuál es la canción más hermosa del mundo?

—No existe la canción más hermosa del mundo, aunque quizá, como cantó Sabina, a todo el mundo le gustaría componerla.

—¿Puede decirnos una heroína y un héroe —literarios o cinematográficos— imprescindibles?

—Dejando claro que no creo en héroes de ninguna clase, te digo, por ejemplo, Lawrence de Arabia.

—¿Y un personaje malvado al que admire?

—No, lógicamente.

—¿Tiene una editorial y una librería preferidas?

—No, lógicamente.

—¿Cuántos libros hay en su biblioteca? ¿Qué porcentaje, aproximadamente, ha leído?

—Debe de haber unos tres mil, y todos están, al menos, ojeados y hojeados. Leídos, diría que la mitad.

—¿Con qué libro se ha emocionado más? ¿Ha llorado tras la lectura de alguno?

—Con muchos libros, claro, y de todos los géneros, pero no sé decir con cuál más. Por poner un ejemplo: el poema “Serán ceniza”, de Valente. Respecto a lo de llorar, no, no creo que haya llorado con ningún libro, o al menos no lo recuerdo; además no creo que la emoción deba ir necesariamente de la mano del lloro.

—¿Se ha excitado alguna vez leyendo? Si es así, ¿con qué libro?

—Esta pregunta la encuentro totalmente improcedente, de modo que les dejo sin saberlo.

—¿Cuál es el rasgo principal de su carácter?

—La emoción con las cosas más la perseverancia en su consecución. Eso sí, luego de repente cambio a otra cosa y me olvido de lo anterior.

—¿Y su principal defecto?

—La impaciencia.

—¿Qué aprecia más de sus amigos?

—La sinceridad. Que te digan las cosas que nadie más se atreve a decirte.

—¿Cuál es su ocupación preferida?

—Ver la televisión.

—¿Y su sueño de felicidad?

—Tener un búnker en el que hubiera todo lo que me gusta, para nunca más salir.

—¿Cuál es el estado actual de su espíritu? 

—Dejando aparte que no sé qué es eso del espíritu, muy bien, gracias.

—¿Qué detesta más?

—El intento de dar lástima a los demás para disfrazar alguna clase de cobardía.

—¿Qué faltas le inspiran la mayor indulgencia?

—Supongo que las que se cometen por primera vez. No las repetidas.

—Ojalá que no tenga que ir nunca a una isla desierta, pero si así fuera, ¿qué libro se llevaría?

—Para empezar, niego ese enunciado y ojalá que sí que tuviera que irme alguna vez a una isla desierta. No vislumbro mayor felicidad. Respecto al libro, me remito a la primera pregunta.

—¿Y a qué persona?

—Ya que es desierta, a nadie. Pero si es acompañado, naturalmente a mi pareja, pero tendría que querer ella venir.

—Si todas sus respuestas han sido sinceras, diga ahora una mentira.

—Son malos tiempos para la lírica.

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Autor: Agustín Fernández Mallo. Título: Madre de corazón atómico. Editorial: Seix Barral. Venta: Todostuslibros   

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