2018 es el año de Agustín Fernández Mallo. El año que explotaron dos de sus proyectos más íntimos y ambiciosos: una novela sobre la cara B del siglo XX y un ensayo orgásmico que desarrolla una teoría alternativa de los procesos de creación. En menos de una semana, Teoría general de la basura (Galaxia Gutenberg) ha detonado la lista de ensayos más vendidos, tan solo siete meses después de conseguir el último Premio Biblioteca Breve con Trilogía de la guerra (Seix Barral). El hombre detrás del Proyecto Nocilla da un salto sin red para tejer una gran telaraña invisible de conexiones infinitas. Una estructura compleja que escarba en los escombros, en las ruinas, en la zona cero, para levantar una obra de los residuos.
Del viaje y retorno de Ulises al exilio forzado de Moisés como idea de volver para contar; de cómo perdió la conciencia Nietzsche en una calle de Turín a la metamorfosis de Tsipras en el Samsa de Kafka; del ruido de Deerhoof en el acelerador de partículas CERN como música para el origen del Universo hasta el silencio que no existe de John Cage; de Walter Benjamin a Lady Gaga; de la caída de Lehman Brothers a la Generación 11-S y, en definitiva, a la basura como producto del futuro.
Fernández Mallo, como buen traficante de residuos, deconstruye su teoría para mostrar el andamiaje de un nuevo pensamiento filosófico. Sin pretensiones. Con “una inconsciencia total”. Divirtiéndose. Así es como lo transmite, con entusiasmo, a pesar de su intensidad. Durante la sesión fotográfica, mientras cuenta su “hallazgo metafórico” de la simbiosis entre el sol y el yo, ambos puntos de los que se nos niega una visión directa —“Es tan obvio que no lo piensas. Nunca sabemos cómo es nuestro yo. Es una idea poética”—, el ambiente que crea es de una absoluta complicidad. “Por eso, mira al sol”, le dice Victoria Iglesias, entre carcajadas, para que centre de nuevo su mirada en el foco. A partir de ahora será “un error dar por hecho lo que fue contemplado”.
—Teoría general de la basura es un ensayo orgásmico que gira en torno a los conceptos de cultura, apropiación y complejidad.
—¡Me gusta! ¡Es como un plaf! Nos dicen que vivimos en un mundo fragmentado, lleno de inputs, de pantallas, relaciones que se cortan… Pero, a su vez, no añaden que estamos hiperconectados. ¿Cómo es posible que algo fragmentado pueda estar hiperconectado? Es contradictorio, porque realmente no está fraccionado, sino unido. No como un collage, sino como un todo que forma una red compleja. Basta con girar el caleidoscopio para darse cuenta de que está en red. Otra de las tesis es que, en realidad, para crear cualquier obra nos fijamos en los residuos de los anteriores autores. Esto de creer que una cultura viene de un lugar prístino es un disparate.
—Es como si esos residuos se hubieran incrustado en el ADN de nuestra sociedad…
—Y crean otro ADN trabajando en red, no jerárquicamente. Es la diferencia entre el sistema de conocimiento arbóreo, que es un tronco principal al que luego le salen ramas y para llegar a la última tienes que pasar antes por todas. Eso sería la novela o el ensayo clásico. Es muy diferente a trabajar en red, que pasas del tronco a la rama más alta con un link directamente.
—¿Esa red sería como el hilo de Ariadna en un laberinto infinito?
—Es un laberinto porque tiene infinitas calles, que son los infinitos enlaces de la red. Esa idea la intenté barajar al principio, porque es una imagen mítica potentísima que nos vale para explicar el mundo. Pero al final lo suprimí porque al hilo de Ariadna, al ser continuo, le faltan las salidas y los links a otros lugares. No valía como concepto. Hay que analizar como red. Y ojo, no me refiero a internet. Internet es una subred dentro de mil redes analógicas.
—Habla de las técnicas del apropiacionismo. ¿Cuál es la diferencia con el plagio, tan de moda?
—Una cosa es que todos plagiemos sin darnos cuenta, pero eso es un plagio involuntario, porque el aprendizaje es copiar a los demás. El plagio es algo muy determinado: te apropias de algo, lo quieres hacer pasar por tuyo sin decir la fuente, lo ocultas y, además, tienes un afán de ganar dinero. El apropiacionismo no es nunca un plagio, porque declaras las fuentes. Tomas de un libro porque piensas que lo puedes desarrollar de otra forma, darle una vuelta, otra interpretación. Esa es la base de la transmisión cultural.
—¿Es posible la creación de una obra realmente original a través de una copia?
—El Quijote es eso. Es coger las obras de caballería, ver la basura, lo que no funciona, apropiarse de temas clásicos que salían en Amadís de Gaula y con ello hacer una obra original. Diría más: es imposible hacer una obra original sin que tenga algo apropiado de otros. Nadie crea desde la nada. Solo Dios, en caso de existir.
—O quizá el Big Bang.
—Pero ya incluso en la Física se cuestiona. ¿Qué hubo antes del Big Bang? Cualquier pieza original —y golpea con la mano abierta la mesa al son de sus palabras—, siempre viene de algo que te has apropiado y lo has transformado. La originalidad viene de lo que llamo “Copia+Error”. Y cuando ese error es positivo fructifica, porque has creado algo nuevo.
—Apuesta por un formato multidisciplinar, pero que todavía no está suficientemente explorado, como si hubiera puesto los cimientos…
—Aunque el ensayo está muy trabajado, lo has definido bien: son cimientos para repensar el mundo. Como contó Fernando Castro Flores, sienta las bases para un nuevo pensamiento.
—Y añade: “Tenemos que inventar un lenguaje completamente nuevo”.
—Como cantaría Nick Cave en “El blues del bosón de Higgs”, “Oigo a un hombre predicando en un lenguaje completamente nuevo”. Estamos empezando. Somos prehistóricos. Como si estuviéramos en las cuevas de Altamira dejando nuestras propias huellas. Trato de sentar esas bases, aunque suena muy pretencioso. Y admito que puede llegar alguien mañana y darle la vuelta a este planteamiento.
—¿Estaríamos ante el concepto de un continuo encadenado creativo?
—Encadenado a través de red, en el sentido de que coges algo del eslabón anterior, añades algo tuyo y lo dejas preparado para que otra persona añada el suyo. Es una unión a través de enlaces que pueden ser metafóricos. El propio libro está construido así cuando salto de las Torres Gemelas al cristianismo.
Igual que Fernández Mallo ha creado en su Teoría… un mundo de conexiones múltiples, al leer a algunos de sus autores de referencia con esa clave encuentras el alma de la basura que se resucita en un nuevo cuerpo. Es el caso de Don Delillo y su Submundo, una narración no lineal vertebrada por residuos con personajes como Nick Shay, un ejecutivo de la industria del reciclaje, o Klara Sax, una artista que pinta fuselajes de los B-29 abandonados de la época de la guerra fría en medio de un desierto. Como si fueran los primeros pasos premonitorios del ensayo de Mallo, el autor norteamericano salta del cuadro de El triunfo de la muerte, de Pieter Brueghel, a un partido de béisbol entre los Giants y los Dodgers en octubre de 1951, cuyo espectador es ni más ni menos que Frank Sinatra, revelando todo el exponencial de esa red compleja que nos envuelve y se diversifica.
—Efectivamente, Don DeLillo es un buen ejemplo de cómo va recogiendo materiales residuales de la cultura y sociedad norteamericana para construir un nuevo relato. De una cultura de estar reciclando todo en su propio beneficio. Un norteamericano le echa ketchup a la paella para ver qué pasa. Y si no funciona, no pasa nada.
—Copia+Error.
—Eso es. Copia+Error. Para ellos no es un sacrilegio. DeLillo recoge ese imaginario del pionero, el norteamericano que está todo el tiempo ensayando y errando, y que vuelve a ensayar y vuelve a errar. Ese imaginario está en mí y en mi Proyecto Nocilla, como construyo con los residuos de autores casi desconocidos.
—W.G. Sebald también está muy presente tanto en Trilogía como en Teoría, como si lo hubiera digerido y luego vomitado en un nuevo estilo.
—Jajajaaja… Puede ser. ¿Lo ve así?
—Sí. Utilizando su propio concepto de “vomitarme a mí mismo”. Lo has masticado, digerido y vomitado.
—Es una forma de apropiarse. Volvemos al mismo concepto. Me fijo en Sebald, en un detalle, lo extraigo y lo desarrollo en más de cien páginas.
—Hay dos hechos apocalípticos que son puntos de inflexión por cómo cambian la sociedad: el 11-S y la crisis de 2008.
—El siglo XXI se funda con el 11-S. No es sólo que arranque con la demolición de unas torres donde mueren miles de personas, sino que es un acto suicida, al inmolarse sus autores. La importancia como pulsión de siglo va más allá de la simple destrucción. Lo extraño es que cuatro personas con unas herramientas de ferretería y dos aviones creen una catástrofe con consecuencias planetarias que ha influido en el arte, la política, la literatura… Es un acontecimiento generacional. Lo mismo ocurre con la crisis del 2008. No podemos narrar sin esos hechos. En Teoría… afirmo que se puede hablar de una Generación 11-S planetaria, igual que hubo una Generación del 98 en literatura por el trauma de la pérdida de Cuba. En un mundo globalizado lo que sucede en Estados Unidos nos ocurre también a nosotros.
—Cuando un acontecimiento marca a una generación nos preguntamos cómo lo vivimos. ¿Dónde estaba usted el 11-S?
—En un pueblecito de Mallorca, Deià, muy bonito en las postales, pero invivible. Había en mi casa obreros que estaban remodelando un cuarto de baño. Recuerdo que puse la televisión, porque la veo todo el día, soy incansable. Hago un paréntesis: como cuento en Teoría… me interesa todo. Lo bueno y lo malo. Ya pondré el filtro. El primer acto de incultura es pensar que no se puede extraer nada de lo supuestamente malo. Es mentira. A mí la televisión me ha salvado la vida cien veces. Veo la televisión y la deconstruyo para codificarla a mi manera. Me puedo pasar horas mirándola y extrayendo frases e ideas para libros muy sesudos. Volvemos a la Teoría general de la basura: allí donde crees que no hay nada, en esos residuos, quien tiene el ojo atento puede extraer para construir.
A Fernández Mallo le fascina el mundo que proyecta la pequeña pantalla y extiende el paréntesis para explicar por qué le interesa tanto la televisión generalista: “No puedes elegir. Es un mundo que no controlas. La mayoría de la gente ve este tipo de televisión. ¿Por qué? Porque da la sensación de que está viva. No sabes qué va a ocurrir en el instante siguiente. No hay truco. Está ahí afuera, entra en tu casa, y como la propia vida, hay de todo…”. Y con ello cierra el paréntesis.
—Estaba en su pueblo de Mallorca, en Deià, el día del 11-S…
—Tenía vacaciones. Estuve trabajando 20 años como físico, y me senté a ver la tele. Y de repente conecté con el telediario de La 1 y estaba Ana Blanco. La voz de la locutora temblaba, y ese temblor me dio una clave: la duda. Ver cómo Ana Blanco no sabía relatar aquello en los primeros instantes fue una epifanía. La propia realidad estaba dudando de sí misma. Algo había caído para siempre. No sólo dos Torres Gemelas, sino todo un concepto del posmodernismo y de una filosofía de vida.
—La huella de la Zona Cero es una herida que no se va a cerrar nunca.
—Pero va a crear otras realidades. Se intenta reconstruir algo a través de esa herida. Somos una especie de arqueólogos escarbando entre las ruinas de un lugar devastado, pero siempre recalcando que no es con un afán nostálgico, sino vitalista. Es muy importante la actitud no apocalíptica. La catástrofe es una especie de pulsión de muerte que no comparto. Me niego a la visión de que esto se ha acabado y vamos al final.
—Este es el origen de algo nuevo…
—Exacto. Y no el final de todo.
—Revisiona el viaje de Ulises a Ítaca. ¿No sería hoy día Penélope quién estaría tejiendo esa red compleja la verdadera protagonista?
—¡Ahí me has dado! No lo había pensado, pero está muy bien traído. Aunque si asumimos esa hipótesis, tendría que añadir líneas a lo ya escrito…
—Acabamos de sacar un enlace…
—Cierto. Puede ser. Me había fijado en la figura del que va y vuelve para contar, pero no de quién está tejiendo y se queda.
—¿Tiene sexo la red?
—Cuando hablo de si la red tiene sexo me refiero más a lo que se está vertiendo en ella. Es como el “género negro” sexuado de forma masculina. La red también tiene sexo, porque la contextualizamos con el sexo masculino. Nunca pensamos que un troll sea una mujer, que lo puede ser. Nadie asocia que detrás de Anonymous haya mujeres. Tenemos el imaginario del varón, donde algunos creen que el sexo femenino es frágil. A mí, como me educaron cuatro mujeres, tuve la suerte de saber que no existe sólo ese patrón.
—¿Cree que en los tiempos del 8-M se podría virar al sexo femenino?
—A partir del 8-M las mujeres están vertiendo una serie de contenidos más reivindicativos. Otro tema son los comportamientos en la red. Tal como la red está estructurada sigue siendo muy masculina. No veo difícil que gire, pero sí lejano, aunque algún día tendrá que virar por narices.
—Algo muy acertado es asegurar que Twitter despliega una ilusión de “espacio de libertad” y realmente está capada.
—Muchas veces he pensado que si Kim Jong-un y Trump están todo el día mandándose mensajitos como adolescentes es porque no son tan peligrosos y están muy controlados. El poder real no está ahí. Lo mismo ocurre en las redes cuando denunciamos historias, nos dejan porque a Twitter y a Zuckerberg les conviene. Pero cuando Twitter o Facebook quieran te cortan el cable y se acaba el juego. Es una ilusión.
—¿Podría haber una Teoría general de la basura comentada como si fuera un nuevo sistema filosófico?
—¡Ojalá! Eso significaría que este libro es importante —dice mientras lo golpea—, porque ha influido en otros. Cuando decimos que un libro es un clásico, es porque cada generación puede apropiarse de él para interpretar su contemporaneidad. ¿Por qué Velázquez es un clásico? Porque siempre es moderno. Los que hicieron el trap de “Velaske, ¿yo soy guapa?” se apropiaron y transformaron a Velázquez. Ese es el apropiacionismo. Insisto. Desde la nada solo crea Dios, en caso de existir.
Antes de terminar la entrevista y dejarle con el objetivo de Victoria Iglesias, le leo textualmente un párrafo de su Teoría…:
“Alguien frente a una obra, traza la Línea Año Cero y a partir de ahí viaja entre certezas y especulaciones que no hablan del libro en cuestión sino de él… y cobra una entidad autónoma respecto a la obra referente”.
Destaco esta frase porque me sentí identificada en su pensamiento. Hasta que no leí Trilogía de la guerra no había oído nada sobre el campo de concentración que hubo dentro de la Isla de San Simón durante la guerra civil, que le sirvió como punto inicial para realizar un recorrido por la cara B de nuestra realidad. En agosto de 2018 le pregunté a través de una subred si cuando se documentó sobre la isla de San Simón le apareció el nombre de un preso que había ostentado cargos políticos de relevancia dentro del Partido Galleguista y formaba parte del Comité de Defensa de la República en Pontevedra. Me explicó que la documentación era contraproducente para escribir una novela, “porque ata y te impide imaginar”, y que tan solo había utilizado uno de los pocos libros que había de San Simón, Aillados, para recrear “atmósferas que le dieran el tono y el ambiente” a su Trilogía…
No pasó ni un día cuando Mallo había vuelto a hojear sus páginas para contarme que había encontrado que mencionaban a mi personaje en el diario de uno de los presos, y en un alarde de confianza me envió su libro de Aillados por correo postal instándome a que “dejara mis huellas”. De esta forma casual, Trilogía de la guerra interactuó con la investigación en la que estoy sumergida sobre la figura de JFL. Sin querer se había creado una red compleja. Y un personaje secundario cobraba un protagonismo que no hubiera descubierto de primeras. Su estancia en la isla de San Simón en 1937 era un hecho vital para entender la trayectoria empresarial del personaje principal. “Me dejas de piedra” fueron las palabras de Mallo cuando le comenté esta conexión.
—Y por esa casualidad descubres que hay personas que dejan huella y te ayudan a desentrañar a otras invisibles…
—Esa es una de las pruebas de que no existen personajes secundarios. Nosotros le damos ese papel. Cualquier persona cobra importancia y se convierte en un hilo conductor.
—Así es como construyes una red compleja: explotando de una idea a otra…
—Siempre a través de enlaces. No está mezclado de cualquier manera. Es una red con unos nodos, unos links… Otra cosa es que parezca caótico, porque vas de un lado a otro. Hay veces que hay algunas cosas que yo mismo no sé cómo llegué a ellas. Son saltos imaginativos. Para mí esto es como un poema. Escribo como si hiciera poesía, sin saber a dónde voy. No pienses que antes programé el libro.
—Se nota perfectamente…
—Fui a mi aire… —y se empieza a reír— ¡Qué mala! ¡Me encanta que lo digas, porque me gusta que se note!
—Si me pasa a mí, tras la lectura de Teoría… no se puede hacer preguntas sistemáticas. Mis propias notas son caóticas…
—Es imposible. Has comprendido el libro perfectamente.
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