Manuel Chaves Nogales nació en la calle Dueñas de Sevilla, como Machado, y no debió morir tan joven, ni un mes antes del desembarco de Normandía, el 6 de junio de 1944, porque quería ver el fin del fascismo. Falleció el 8 de mayo de 1944 en el Hospital Metropolitan Borough de Chelsea mientras se operaba por sus dolores estomacales, pero certificaron su muerte: dilatación aguda del estómago, peritonitis, yeyunostomía y un sarcoma. Tenía 46 años.
El texto de Cánovas es profuso, repleto de anécdotas, ordenado, didáctico (¿por qué nuestros alumnos de bachillerato no lo toman como manual de Historia de España y Contemporánea?), preciso y riguroso, y tiene la virtud —es increíble cómo lo hace— de engarzar los acontecimientos a los que se ve sometida España, desgarradores durante los años 30, con el compromiso profesional y periodístico de Chaves Nogales. Su brillante inteligencia le permitió trabar e interpretar lo que sucedía en Europa y en España de manera simultánea.
Barbarie y civilización en el siglo XX no solo ofrece la producción periodística de Chaves Nogales, sino que describe el periplo por los medios donde trabajó: el diario Ahora, sobre todo, El Sol, La Voz, Alma Española, La Esfera, La Gaceta Literaria, Cruz y Raya, El Tiempo… y Sprint, en el exilio francés en 1936. La escritura de artículos, entrevistas y reportajes la complementó con singularidad literaria: La vuelta a Europa en avión: Un pequeño burgués en la Rusia roja, A sangre y fuego y El maestro Juan Martínez que estaba allí, por citar tres de sus más contundentes puntos de vista sobre la realidad.
A Chaves Nogales no solo le dolió la dictadura de Miguel Primo de Rivera, la sublevación de Franco, el sufrimiento del campesinado andaluz, la corrupción de Lerroux, la tibieza de Azaña y el fanatismo de Largo Caballero, sino también el fascismo de Mussolini, la personalidad demagógica de Hitler y la irracional y animal dictadura soviética. Reforzó su equidistancia y la defendió hasta la muerte: “Las responsabilidades de los desmanes fueron de los matarifes del franquismo y de las organizaciones revolucionarias”.
Chaves Nogales defendía que el primer deber de la democracia era la educación y la cultura. Según él, en España faltaba reflexión porque las tasas de analfabetismo eran altísimas, en torno al 70 por ciento. Eso propiciaba, decía, que siempre salieran “sueltas y desaforadas por ahí las pasiones”. Si todos los españoles hubiesen tenido la cultura y la educación de Chaves, anota: ni monarquía, ni guerra civil, ni tantos muertos y asesinatos, ni tanta razia animal en tan breve intervalo de tiempo. Por eso, cuando triunfó la dictadura de Miguel Primo de Rivera, comenzó la debacle. Chaves Nogales lo apostaría todo al periodismo comprometido, cultural y literario.
No solo fue testigo directo de la Revolución Rusa, sino de la Alemania nazi; incluso entrevistó a Goebbels. Vivió en la Segunda República y sufrió la Guerra Civil Española. Fue testigo de la agonía francesa y se refugió en Londres durante la batalla de Inglaterra como un integrante más del exilio republicano. Estos son los capítulos de Barbarie y civilización que radiografían su labor. Antonio Soto, amigo del periodista, decía tras su muerte: “Era español en todo, hasta en sus defectos, esos santos defectos españoles que son también nuestras virtudes y que nos hicieron lograr en el mundo tan grandes empresas. El ímpetu irrefrenable, la voluntad sin límites, la fe en los ideales que nosotros, los españoles, defendemos hasta la muerte con las uñas, con los dientes, como fieras. Ha muerto el gran periodista, porque Chaves Nogales no fue en toda su vida ni más ni menos que eso, un periodista. No hace más de cuatro días, presintiendo su muerte, me decía: “Es horrible: llevo ocho años esperando ver cómo vencen al fascismo y me voy a morir precisamente en el momento en que los aliados van a invadir Europa, liberándola de sus opresores`”.
Para acabar quiero elegir un título del periodista entre los que se ofrecen en Barbarie y civilización: Narraciones maravillosas y biografías ejemplares de algunos grandes hombres humildes y desconocidos. Chaves Nogales debió ser un tipo humilde, como demuestra este libro, y hay una anécdota que refleja su autenticidad. Sucedió cuando un consejo obrero, a finales de 1936, formado por delegados de los talleres, desposeyó al propietario del periódico Ahora y se atribuyó sus funciones. Chaves Nogales escribió: «Yo, que no había sido en mi vida revolucionario, ni tengo ninguna simpatía por la dictadura del proletariado, me encontré en pleno régimen soviético. Me puse entonces al servicio de los obreros como antes lo había estado a las órdenes del capitalista, es decir, siendo leal con ellos y conmigo mismo. Hice constar mi falta de convicción revolucionaria y mi protesta contra todas las dictaduras, incluso la del proletariado, y me comprometí únicamente a defender la causa del pueblo contra el fascismo y los militares sublevados».
Barbarie y civilización en el siglo XX destroza los prejuicios en torno a la Segunda República española que proclamó Niceto Alcalá-Zamora el 14 de abril de 1931. La estructura social que había en España imposibilitó su éxito, quizá porque más de la mitad de los españoles eran analfabetos, quizá porque los extremos tensaron la cuerda hasta romperla, pero había que salvar la democracia y Chaves Nogales ofreció su inteligencia y su pasión periodística para esa tarea, incluso su vida. Aquel “pequeño burgués liberal” hizo como el papel tornasol: determinar el grado de civilización o barbarie al que era capaz de llegar un gobierno.
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Autor: Francisco Cánovas Sánchez. Título: Barbarie y civilización en el siglo XX: Manuel Chaves Nogales. Editorial: Alianza. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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