Que yo sepa, y si Juan José Daza no me desmiente, Air Force (1943) nunca se estrenó en España. Yo la vi en televisión hace muchos años, y apenas se programa en las televisiones. Howard Hawks no era un patriota tipo su amigo John Ford, o como George Stevens, Willian Wyler, John Huston o Frank Capra, que abandonaron —y todos tenían una edad salvo Huston: Ford había cumplido los 47 años cuando los japoneses bombardearon Pearl Harbor— sus lucrativos contratos en Hollywood, se alistaron y con el uniforme contribuyeron personalmente al esfuerzo de guerra contra nazis, fascistas y japoneses —hay un espléndido documental, Five Came Back, creo que disponible en Netflix, sobre esas experiencias en la guerra y su impacto en la paz—. John Ford, por ejemplo, estuvo en Midway y resultó herido y condecorado, filmando personalmente el ataque aéreo del Imperio del Sol Naciente, como luego estuvo en Normandía en el día D, entre otras muchas misiones públicas y secretas. Ford nunca perdonó a John Wayne, y se lo recordaba a menudo, que no se alistara, como Jim Stewart o Clark Gable, amparándose en alguna excusa legal.
La Warner, merced al patriotismo encendido de Jack Warner, a sus buenas conexiones gubernamentales y a su gusto por los uniformes y rangos militares —a Jack le encantaba que le llamaran «coronel Warner», lo cual no era en absoluto—, fue el estudio de Hollywood que más películas producía para alentar y subir el ánimo de la retaguardia y de los chicos que luchaban en los frentes —la primera versión de El sueño eterno solo la vieron los soldados destinados en ultramar—. Warner le encargó a Hawks una película de guerra, y el cineasta, un fanático de la aviación —volaba desde muy joven y fue instructor de vuelo, sin llegar a entrar en combate, durante la Primera Guerra Mundial, había rodado varias películas sobre aviones y aviadores tanto en el cine mudo, The Air Circus, como en el sonoro, Ceiling Zero y Solo los ángeles tienen alas. Hawks contactó con Tap Arnold, un alto mando en las Fuerzas Aéreas, y así surgió el proyecto de Air Force.
La individualidad del héroe, su idea del valor de su sacrificio en beneficio de la comunidad, uno de cuyos ejes es la familia, es un distintivo fordiano, pero no lo es de Hawks, que prefiere ceñir sus relatos en un grupo humano de profesionales —no hay atisbos de familia alguna— que tienen que cumplir no una misión, ítem de nuevo fordiano, sino simplemente un trabajo. Just a job. Si eres bueno sobrevives a los peligros inherentes a ese trabajo, si no eres lo suficientemente bueno pereces, como le recuerda el personaje de Cary Grant al de Jean Arthur en Solo los ángeles tienen alas. El grupo de profesionales hawksiano, en el que se integran como uno más, si son capaces, las mujeres que llegan a —y complican— sus vidas, dura lo que dura ese trabajo: llevar el correo en una destartalada línea área tropical, una temporada de caza o el encargo de mantener la ley y el orden en un pueblo de la frontera. Luego se marcharán a hacer otro trabajo más. En Ford se quedan, salvo los outsiders como Ethan Edwards, para construir una comunidad, una Nación.
En Air Force, en una decisión muy Hawks —del que no conviene olvidar que estudió, a ratos, una ingeniería mecánica—, el protagonista es un avión, el bombardero B-17-C Mary-Ann, el hogar que acoge a un variopinto grupo de competentes militares profesionales, una familia que trabaja junta, que sufren juntos, que se sacrifican por el colectivo, sin un eminente liderazgo.
En un momento central de la película, cuando el Mary-Ann ha quedado para el desguace tras un ataque aéreo japonés al aeródromo filipino de Clark Field y ha fallecido el comandante de la aeronave, la tripulación se niega a cumplir la orden de desguace y destrucción de su bombardero, su hogar, su trabajo, y orgullosa y competente, reconstruye el Mary-Ann y despega camino de otra misión de guerra.
Les llevo hablando de las diferencias de concepto entre Ford y Hawks, pero conviene advertir que el guion, excelente, de Air Force, lo escribió en buena parte Dudley Nichols, amigo y colaborador de Ford, y que también lo era de Hawks, para quien escribió con Hagar Wilde el guion de La fiera de mi niña. Los dos cineastas se admiraban y a veces se picaban, aludiendo a los mutuos robos de ideas y plagios. Hawks concibió Río Rojo con perspectivas parcialmente fordianas y La taberna del irlandés posee un sabor hawksiano no muy lejos de Hatari!. Ceiling Zero (1936), de Hawks, y Air Mail (1932), de Ford, son intercambiables en su aproximación a la precariedad del mundo aventurero y sentimentalmente fragmentado de los aviadores que llevaban el correo aéreo, no siendo ajeno a todo ello que en ambos guiones y argumento está Frank Spig Wead, expiloto militar, parapléjico tras un accidente doméstico, personaje protagonista de la película de Ford Escrito bajo el sol. Incluso The Road to Glory (1936), el melodrama bélico centrado en la Primera Guerra Mundial que Hawks rodó con un guion en el que colaboró Faulkner, en la Fox, el estudio que tenía bajo contrato a Ford, posee un estilo y un pathos yo diría que más fordiano que hawksiano.
Por ello no es de extrañar que pese a que Air Force posea un estilo extremadamente sobrio y austero, un tono —el heroísmo se mira con el estoicismo de quien cumple orgulloso una tarea que llevar a cabo— y una vitalidad por completo hawksiana, la huella de Ford aparece de manera evidente en momentos como el de la despedida de la tripulación antes de partir para el vuelo a Hawái, muy especialmente la de Quincannon, un apellido tan irlandés como fordiano, que espera ansioso la llegada de su esposa. La ironía de esa despedida es que nadie prevé la inminencia de la guerra, pero sí un cierto fatum que se cierne sobre ellos. La misión del Mary-Ann, que vuela desarmado, es llegar a Hawái en una formación de nueve unidades. Cuando están a punto de aterrizar descubren el ataque a Pearl Harbor. Si Dudley Nichols procede con su habitual maestría —recuerden La diligencia— a dibujar con sintética precisión, muy hawksiana por otra parte, las biografías y perfiles de personajes huyendo de estereotipos, incluidas las interrelaciones entre ellos o el pasado que les une o desune, la construcción del personaje del sargento Robbie White, encarnado de manera inolvidable por Harry Carey, mentor y amigo de Ford, es puro Ford. Su hijo, piloto de caza y del que se siente orgulloso porque ha logrado lo que él no pudo, morirá sin poder despegar en el ataque al aeródromo de Clark Field. El rostro de Carey cuando le comunican su muerte, surcado por mil arrugas, sus ojos que parecen haberlo visto ya todo, son un poema de devastación que sin embargo jamás cede al sentimentalismo emocional, reaccionado con el sobrio estoicismo de los personajes hawksianos.
Hawks llamó a su amigo William Faulkner, que penaba su contrato en Warner, para que escribiera la inolvidable secuencia de la muerte del capitán Quincannon con su tripulación rodeando su cama en el hospital. En su postrer delirio, Quincannon, en una metáfora de profundidades de poética cristiana indirecta, muy Faulkner, marcha hacia la eternidad dirigiendo el despegue del Mary-Ann, dando órdenes a una tripulación que, emocionada hasta el tuétano del alma, le responde militarmente.
Thomas Mitchell, en Solo los ángeles tienen alas, prefería morir solo, porque no estaba seguro de cómo podría abordar ese momento. Su amigo Cary Grant esperaba, también solo, fuera, bajo la lluvia. Con Faulkner en una película sobre una empresa colectiva, la muerte, como el trabajo en el avión, como el combate, es tarea de todos, un mensaje estrictamente de guerra en curso.
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Título original: Air Force. Dirección: Howard Hawks. Países: EE.UU. Año: 1943. Duración: 124 min. Guión: Dudley Nichols. Productora: Warner Bros. Pictures. Música: Franz Waxman. Fotografía: James Wong Howe (B&W). Reparto: John Ridgely, Gig Young, Arthur Kennedy, Charles Drake, Harry Carey, George Tobias, Ward Wood, Ray Montgomery, John Garfield, James Brown, Stanley Ridges, Willard Robertson, Moroni Olsen, Edward Brophy, Richard Lane .
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