Un cubo de pintura para visibilizar los tentáculos del patriarcado y subvertirlos. ¿Cómo? Con un conjunto de estrategias de desobediencia colectiva, que nos permitan desinstalar de nuestras mentes el programa de dominación patriarcal, y así consigamos ser más iguales y más libres, entendiendo el feminismo como un esfuerzo común para apuntalar nuestra democracia, que no estará plenamente desarrollada mientras la igualdad entre hombres y mujeres no sea efectiva.
Ya en la presentación de este pequeño-gran libro de Berbel y Castany encontramos los objetivos que persigue el Obedecedario patriarcal: identificar esas ramificaciones de patriarcado y machismo que prácticamente forman parte de nuestro ser individual y colectivo sin que los percibamos como tales para, posteriormente, poder neutralizarlos. Y así, como si de un abecedario inconsciente de la obediencia machista se tratara, nos define las manifestaciones, las acciones, los pensamientos soterrados, los valores de dominación escondidos… y, además, nos ofrece herramientas eficaces para su subversión. Para ello, los coautores organizan un sistema de reconocimiento basado en la filosofía y la psicología social, las disciplinas en que las que ella y él son especialistas. Desde aquí, el aplauso por la capacidad de análisis, la creatividad, la concisión y la utilidad práctica, tanto individual como colectiva. Con las estrategias de la desobediencia, seremos más fuertes y más equitativos y ganaremos en equilibrio y felicidad.
En detalle
En esta reseña, voy a subrayar los puntos que me parecen imprescindibles del texto por la nitidez con que responden a muchas preguntas, sensaciones y contradicciones que tanto individual como colectivamente nos inquieren. Tanto a las mujeres como a los hombres.
De la filosofía, usan la cognoscitiva, la ontología, la ética y la política. Por su parte, la psicología social les servirá para analizar los efectos colectivos de los mandatos, las disonancias entre el imaginario y la realidad, cómo nos condiciona la socialización, y con qué símbolos y prejuicios repetimos comportamientos instalados en nuestro ser, sin que ni siquiera nos apercibamos de ello. En síntesis, el “obecedario” nos muestra como las mujeres toman como propias de la a a la z formas “debilitantes de saber, de ser, de vivir y de convivir”, orientadas según estos cuatro verbos cardinales, en su modo más imperativo:
- otorga (para disminuirte),
- bórrate (con miedo y deja que el mundo pase por encima de ti),
- disminúyete (sufre, ten miedo y vive para los demás, subordinada) y
- claudica (obedece, cede, calla y no participes en la arena pública). Y así habrás conseguido seguir de manera perfecta la servidumbre “voluntaria”.
Lo bueno del obedecedario es que no solo destila perfectamente cómo el mandato patriarcal intenta dejar sin aire a las mujeres, sino que define muy bien cómo deben ser los comportamientos de los hombres perfectamente programados patriarcalmente en otros cuatro puntos cardinales: opina, batalla, despliégate y conquista.
Por otra parte, subrayo y celebro que el obedecedario nos muestre fórmulas para rebajar las dificultades que comporta para las mujeres escuchar su mente y su corazón, de manera que puedan avanzar en ser ellas mismas y ensanchen su espacio de identidad social y personal.
Me explico: cómo describen muy bien la coautora y el coautor, si las mujeres actúan según lo que se espera de ellas y son amables y atentas, nadie las considerará personas competentes o profesionales (pero gustarán, añado). Contrariamente, si se muestran firmes o decididas, se las valorará como impertinentes y agresivas. Y si además se atreven a pensar por cuenta propia, serán vistas como sabihondas o respondonas.
“El patriarcado es el caso de bullying más largo de la historia” Admito que cuando leí la frase “El patriarcado es el caso de bullying más largo de la historia”, me pregunté por qué esta idea no está ampliamente generalizada en todos los ámbitos y suena todavía a radicalidad. Y lo efectivo que resulta que ese bullying se sienta socialmente tan “natural”, que ni siquiera se le identifica o se le nombra adecuadamente.
Por eso, las estrategias neutralizantes de esas formas de dominación que en la última parte del libro describen los autores resultan imprescindibles.
Cuando el placer desaparece y ni siquiera se ha estudiado la vagina
Al bienestar psíquico o emocional —salud mental— mermado que anida en nosotras cuando asumimos las formas y las fórmulas del patriarcado silencioso, los autores le añaden otros puntos de análisis como ejemplos, sabiamente descritos, como la mantenida falta de suficiente investigación biomédica de la salud física de las mujeres. Consecuentemente, se producen diagnósticos erróneos o tardíos sobre muchas enfermedades, como las cardiovasculares (porque los síntomas que provoca en las mujeres son distintos que los de los hombres). Berbel y Castany parafrasean divertidamente a la periodista científica Rachel E. Gross: “están más estudiadas la superficie de Marte y las profundidades del mar que la vagina.”
Ellos, los que persiguen la victoria y no la verdad
Capítulo especial merecen en el Obedecedario los hombres, a los que se anima a opinar, no para conocer la verdad, sino para alcanzar la victoria, en el lenguaje metafórico de la guerra.
Con ataques, batallas, ruido y sangre, se les impulsa a recorrer y manipular la realidad, en contraposición con lo que se enseña a las niñas: esperar, proteger y atesorar. Y así, la conquista y la captura son meros instrumentos o mercancías. Consecuentemente, los hombres viven la “sobrecarga del rol” y, a su vez, sienten que su identidad está amenazada por las mujeres, como testigo clave de sus impotencias o como impugnadoras de sus privilegios. Se trata de incitarles a ordenar, mandar e inhibir sentimientos de empatía y ternura, desarrollando conductas arriesgadas y condenándolos al autismo emocional y a la soledad profunda. Los sueños del dogmatismo producen monstruos, escriben nuestros dos autores.
Estrategias. Lean los párrafos que siguen
Y ahora viene la parte que define la acción sugerida por Berbel y Castany, de la cual paso a describir los puntos que me parecen más esenciales.
Asaltar los suelos. El asalto de los cielos de la libertad identitaria presupone el asalto de los suelos de la igualdad socioeconómica: hay que rechazar todo proyecto político que no atienda las especifidades de la situación socioeconómica de las mujeres. El 70% de las personas pobres del mundo son mujeres.
Desobedecer la lógica capitalista del interés, para que los que deben ceder terreno en lo material sientan que ganan en libertad, dignidad, colaboración y comunicación.
Desarrollar herramientas de comunicación, que permitan a las mujeres dirigirse a los hombres y convencerlos de que la lucha contra el patriarcado no solo les restará privilegios, sino que también les librará de una cultura masculina, jerárquica y violenta, que les condena a grandes malestares y sufrimientos.
Los dos puntos anteriores son los que hoy por hoy se me antojan más difíciles: cómo convencer a los hombres de los beneficios que también para ellos comporta dar el lugar que corresponde a las mujeres. Desde mi punto de vista este aspecto puede merecer un ensayo posterior. Continúan Berbel y Castany:
Con consciencia de grupo. Y en lo que se refiere al feminismo, debería no dilapidar sus fuerzas en discusiones sobre su identidad y pasar a la acción colectiva.
Tomando el micro y participando mucho más de la vida pública. Para que las mujeres opinen, conversen y decidan, aportando un nuevo estilo más conversador y lúdico. Reconociendo también las técnicas básicas de dominación para no dejarse devorar, invisibilizar o ridiculizar, haciéndolas cómplices de su propia sumisión. ¿Cómo?
Contractuando. Siempre es mejor actuar que no hacerlo por miedo a no llegar a la perfección. O sea, exponiéndose, alimentando el deseo como la expresión de las propias potencialidades.
Exigiendo la presencia de mujeres en todos los ámbitos del saber y la difusión.
Se trata de Redistribuir (economía) Reconocer (cultura) y Representar (política).
¿Qué hacemos con el sentimiento de rabia que comporta la situación patriarcal en la que las mujeres y los hombres están ubicados? Pues se trata de aprovechar la energía potente que genera esa indignación para construir espacios de paz, refinando el lenguaje, fomentando el diálogo y redistribuyendo el poder, con ironía y humor. Al fin, el despliegue de nuestras potencialidades es el origen de todo sentimiento de alegría, concluyen bien los autores. No podría estar más de acuerdo.
***
P.S.
Me gusta cuando callas porque estás como ausente
La lectura del Obedecedario patriarcal, de Berbel y Castany me han recordado la tribulación que, desde que los conocí en mi tierna adolescencia, siento por la “belleza” que encierran estos versos de Pablo Neruda:
ME gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
Ah, al poeta le gusta la mujer que calla, porque amar es no estar en ella misma; le gusta que esté ausente, con los ojos volados, cerrada por el beso (de él) llenándole (a él y no a sí misma), parecida a él (por supuesto), melancólica y distante como si hubiera muerto (amar es morir), quejándose (de dolor), arrullada como una mariposa (o sea, empequeñecida)… Claro que podríamos subrayar que él respeta el silencio de ella y en ese callar habita la comunicación, pero es que le gusta verla mustia y lo genial, lo mejor de lo mejor es que una palabra y una sonrisa DE ÉL, en los últimos versos la resuciten. ¡Bravooooo!
Me pregunto qué pensarán los autores del Obedecedario patriarcal de este poema, que hemos aplaudido y cantado cientos de veces. Pero me atrevo a afirmar que la imagen de “belleza” que supuestamente produce en las mujeres el amor, a partir de la expresión de la melancolía, abatimiento y tristeza, salvados heroicamente y de golpe con una simple presencia de él —una palabra y una sonrisa— tienen mucho que ver con aquéllos cuatro puntos cardinales que ordenan bien a las mujeres para ser aceptadas social y profesionalmente: otorga, bórrate, disminúyete y claudica. Entonces serás bella.
Perdonen ustedes esta digresión personal al fin de la reseña bibliográfica. No he podido abstraerme de ella.
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Autores: Sara Berbel Sánchez y Bernat Castany Prado. Título: Obedecedario patriarcal. Estrategias para la desobediencia. Editorial: Anagrama. Venta: Todostuslibros.
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