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Al otro lado, de Can Xue

Al otro lado, de Can Xue

Ya he comentado que le solicité a la editorial Aristas Martínez las dos antologías de cuentos que tiene publicados de la china Can Xue (Changsha, 1953), Hojas rojas y Al otro lado. He leído las dos seguidas. Hojas rojas constaba de ocho relatos y Al otro lado de diez; este último libro también tiene unas 30 páginas más. Hojas rojas estaba traducido por Belén Cuadra y ahora hay dos traductoras: Tyra Díez y Teresa Tejada.

Al otro lado es el primer cuento de este segundo libro, y nos habla de un niño que vive con su familia en un edificio, junto con otras familias, con las que comparte la cocina. El niño y su amigo se dan cuenta de que al otro lado de las cocinas se oyen ruidos y tratarán de ir hasta allí, aunque la oscuridad rodea ese «otro lado» que insinúa el título. La extrañeza de este primer cuento, como ya ocurría con otros de Hojas rojas, vuelve a coquetear con los presupuestos del género de terror. «¿Quiénes eran esos que se reunían secretamente al otro lado del tabique en mitad de la noche? Los había oído, pero no había conseguido verlos.» (pág. 13)

"En este relato, como ocurrirá con otros del conjunto, me ha parecido percibir una ligera crítica a algunas de las realidades de China, como el tema de las ciudades contaminadas"

La antigua casa tiene, de nuevo, un aire eminentemente kafkiano, o bien de Mario Levrero tras leer a Franz Kafka. Zhoue Yizhen dejó su casa en la ciudad y se fue al campo por motivos de salud. La mujer a la que vendió la casa le propone volver de visita y ver de nuevo su barrio, lugares a los que no ha regresado nunca después de veinte años. Los desencuentros con los que habían sido sus antiguos vecinos empezarán a darse según Zhoue regrese a su antiguo hogar. Y de nuevo, habrá personas que aparezcan o que desaparezcan de su lado, con la lógica inquietante de los sueños.

En este relato, como ocurrirá con otros del conjunto, me ha parecido percibir una ligera crítica a algunas de las realidades de China, como el tema de las ciudades contaminadas.

En El tormento de Lu Er llegaremos a una pequeña aldea, un ruido inesperado hace que Lu Er, un niño que maja arroz, abandone su casa. Nadie parece dar importancia al ruido, pero Lu Er subirá a una montaña para descubrir que han desaparecido dos acantilados que allí había, frente a frente, separados por tres o cuatro metros, «Ahora no había nada de eso: ante los ojos solo se extendía un blanco y deslumbrante vacío.» (pág. 47). A partir de aquí las aventuras para Lu Er y un amigo se sucederán, llegando a salir por la noche para cazar a un leopardo, que puede ser también una persona. De nuevo, un aire de ensoñación irá cubriendo la historia.

"Introduce elementos nuevos en la narración como si no fuera la primera vez que habla de ellos, lo que genera una sensación un tanto desconcertante"

Con La vieja chicharra volvemos a los cuentos de Hojas rojas protagonizados por plantas y animales. «No sabía cómo esquivar la hostilidad humana, porque nunca había esquivado nada.» (pag. 70). Aquí también, como ocurría en los cuentos de la anterior antología, para el líder de las chicharras, protagonista del cuento, los humanos se comportarán de un modo incomprensible. La vieja chicharra empieza a sentir una atracción existencial hacia la muerte. Como ya me pasó en el otro volumen, estos cuentos protagonizados por animales presentan una narración más contenida, menos onírica, y me acaban gustando más.

El Recodo del Siluro me ha recordado un tanto, en sus intenciones narrativas, al segundo cuento de este volumen, el titulado La antigua casa. También aquí se habla de los cambios de la China moderna, y cómo va a desaparecer el barrio en el que vive la protagonista, con casas bajas, para construir edificios de muchas plantas. A la señora Wang la visita una niña, hija de una vecina, que continuamente entra y sale de escena.

Voy a comentar un recurso que usa Can Xue en más de un relato y del que aún no he hablado: introduce elementos nuevos en la narración como si no fuera la primera vez que habla de ellos, lo que genera una sensación un tanto desconcertante. Por ejemplo, entre la página 89 y 90, en este relato leemos: «Luego caminó hasta el profundo agujero, consciente de que podría caerse, pero aun estando indecisa, no quería retroceder de inmediato». Ese «profundo agujero» no había aparecido antes en el relato.

La señora Wang empezará a salir de casa por la noche y a tener extraños encuentros inesperados. De nuevo, nos encontramos con el desconcierto kafkiano de los sueños.

"Ese humedal empezará a obsesionar a Ah Yuan, que comenzará a desarrollar toda una actividad detectivesca para encontrar dicho humedal, o sus restos, en la ciudad"

En Plenitud «la maestra Wen sopesaba la estructura del universo sentada en medio de la oscuridad del cuarto» (pág. 103), y una voz comienza a interpelarla desde algún punto indeterminado. La maestra Wen empieza a caminar por un edificio cada vez más cambiante, del que van desapareciendo las paredes y el techo, y así puede ver el cielo.

Este cuento me ha resultado demasiado surrealista y me ha gustado menos que otros del libro.

En El humedal, como ya apunté al comentar el segundo relato, La antigua casa, me ha parecido ver una crítica a los cambios demasiado rápidos de la modernización de China: en este caso se trataría de una crítica ecológica. «Por increíble que parezca, este bosque urbano de hormigón albergó una vez el humedal». Así empieza este cuento. Ese humedal empezará a obsesionar a Ah Yuan, que comenzará a desarrollar toda una actividad detectivesca para encontrar dicho humedal, o sus restos, en la ciudad.

Después de estar casi acabando esta segunda antología de cuentos de Can Xue, puedo detectar algunos elementos en común que tienen varias de sus composiciones: es normal que en ellas —como ocurría en La antigua casa o El Recodo del Siluro— los protagonistas inicien un viaje, y en este viaje se den escenas surrealistas u oníricas, donde los personajes llegan a lugares extraños y donde van acompañados de personas que desaparecen de pronto.

"Creo que al haber leído seguidos Hojas rojas y Al otro lado, he sentido alguna sensación de repetición formal con algunos de los cuentos de la segunda antología"

La montaña del Cuervo está narrado en primera persona, que no es lo habitual en estos relatos. La montaña del Cuervo es un edificio de oficinas abandonado, donde estuvo la protagonista del relato de niña. Años después deseará volver de la mano de una amiga, que lo visita con frecuencia porque su tío es el guarda del lugar. Cuando llegan al sitio, y como era ya de esperar, la protagonista se siente perdida en la oscuridad, y las voces de su amiga, o de su tío, le llegan desde lugares indeterminados.

La reina se ha convertido en uno de mis cuentos favoritos de este conjunto, debido a que la narración es —en principio— algo menos surrealista que la de otros cuentos, y la historia está más contenida. Una joven vive sola en una casa algo apartada de la aldea. Su padre, que perteneció a la aldea, se enriqueció, construyó esa casa y empezó a atribuirse la condición de rey. Su hija ha crecido sintiendo esa distancia, falsamente nobiliaria, respecto a sus vecinos, que la aceptan de buen grado. A la reina le gusta pasear durante las noches y no tardarán en sucederse encuentros que, pese a mantenerse este cuento en un contexto más realista que el resto, no deja de entenderse en una total clave realista.

"Alguien tiene que salir de casa y se van encontrando con situaciones anómalas, las personas que lo acompañan desaparecen, todo se vuelve oscuro alrededor y las voces llegan desde lugares indeterminados"

Venus cierra el conjunto y, al igual que el anterior relato, se mantiene en unos parámetros más realistas que otros del conjunto. La protagonista tiene trece años y vive en un pueblo. Se ha enamorado de su primo de treinta y cinco, que vive en la ciudad y que vuelve al pueblo para hacer experimentos con un globo aerostático. Aquí también se acaban oyendo voces lejanas, pero el cuento tiene un asidero más visual y racional que otros.

Creo que al haber leído seguidos Hojas rojas y Al otro lado he sentido alguna sensación de repetición formal con algunos de los cuentos de la segunda antología. Diría que, leídos y analizados de un modo individual, todos los cuentos funcionan y son valiosos, pero al leerlos seguidos se pueden encontrar patrones en la creación del efecto fantástico, onírico o surrealista: alguien tiene que salir de casa y se van encontrando con situaciones anómalas, las personas que lo acompañan desaparecen, todo se vuelve oscuro alrededor y las voces llegan desde lugares indeterminados. Al final, Can Xue está tratando de captar la inquietud de los sueños que devienen en pesadillas.

Mis cuentos favoritos de este conjunto han sido La antigua casa, La vieja chicharra y La reina; teniendo, en realidad, un nivel bastante parejo a los otros.

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