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Albert Camus, un futbolista truncado

Albert Camus, un futbolista truncado

Por la tuberculosis perdimos un futbolista y ganamos un premio Nobel.

Se trata del autor de La peste, Albert Camus, de quien se dice que ennobleció el fútbol escribiendo de este deporte y haciendo manifestaciones de este porte: “Pronto aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre lo que se dice derecha”.

Estas son las reflexiones de cuando era portero de fútbol, de los años 30. Después cambió mucho su vida, echándose a perder al hacerse articulista de opinión, director de teatro, comediógrafo, novelista, director del periódico de resistencia Combat y otras varias peripecias entre las que no podemos olvidar su premio Nobel de Literatura (1956) por el conjunto de su obra en la que hallamos títulos como La peste, El extranjero, El mito de Sísifo, La caída, El revés y el derecho, El hombre rebelde, y otros textos abiertos a la polémica. Los académicos decidieron que su elección fue por “el conjunto de una obra que pone de relieve problemas que se plantean en la conciencia de los hombres de la actualidad”.

Si se hubiese quedado en el fútbol, Camus hubiera sido un viejo millonario, de no haberle truncado su vida la Parca.

"Si comenzó jugando de portero en el patio de su escuela pública fue porque no quería estropear el único par de zapatos que tenía"

Lo tenía todo de cara. Era francés, pero de la parte de Argelia, una colonia que nunca olía bien. Su padre, al que no llegó a conocer, era un agricultor asalariado, y su madre, de origen español, no sabía ni leer ni escribir y se la consideraba analfabeta. No lo digo yo, lo escribió su hijo cuando le entregó su primer libro impreso diciéndole que nunca llegaría a entenderlo, por razones obvias.

Vaya por delante que si comenzó jugando de portero en el patio de su escuela pública fue porque no quería estropear el único par de zapatos que tenía. Algo más tarde, cuando logró ahorrar algunos francos para comprarse otro par, jugó de delantero. Los delanteros eran los que metían los goles y, por consiguiente, los que más afectos recibían de la grada.

Albert Camus vio truncada su prometedora carrera de futbolista por una enfermedad de la que solidan morir los viejos románticos: un principio de tuberculosis. De todos es sabido que la tuberculosis es la enfermedad que Dios envía a los señalados por la fortuna, y Camus padeció ese principio de romanticismo poco antes de conocer el éxito. Haciendo un esfuerzo de memoria, recuerdo que murieron tuberculosos Gustavo Adolfo Bécquer, Louis Braille, Charlotte Brontë, Anton Chéjov, Federico Chopin, Leopoldo Alas, Eugène Delacroix, Miguel Hernández y Franz Kafka, entre otros miles. Toda gente muy principal en el panorama de las Artes y las Letras.

"Albert Camus no desaprovechaba la ocasión de enaltecer al fútbol, cosa muy de agradecer en aquellos tiempos heroicos y en estos otros tiempos nuestros tan mercantilizados"

Albert Camus no desaprovechaba la ocasión de enaltecer al fútbol, cosa muy de agradecer en aquellos tiempos heroicos y en estos otros tiempos nuestros tan mercantilizados. “Después de muchos años, donde el mundo me ha dado muchos espectáculos, lo que finalmente aprendí con mayor seguridad sobre la moral y las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol”.

Este futuro premio Nobel debe servir de ejemplo a los muchos jóvenes que quieren llegar a ser figuras y están todavía en la primera fase, la de formación deportiva e intelectual.

Nació en Argelia el 7 de noviembre de 1913, y creció en un barrio obrero, rodeado de hijos de colonos franceses, árabes, españoles e italianos. Y se formó en la escuela pública, donde empezó a tomarle el gusto a la lectura de periódicos —que nos informan— y de libros —que nos forman—. ¡Velay!

Albert Camus fue “el pupas” más admirado de los escritores del siglo XX. Murió a los 47 años en un accidente de tráfico, en la carretera de Borgoña, en Francia, en un coche majestuoso de su editor, Gallimard, quien lo conducía. Todo ocurrió el 10 de enero de 1960. En una recta, con buena visibilidad, el conductor apretó el acelerador, una rueda reventó y chocaron contra un árbol. Se tardó en sacar el cuerpo del escritor entre el amasijo de chatarra en que quedó convertido el lujoso vehiculo. El editor Michel Gallimard, su esposa e hija, que les acompañaban, sobrevivieron al choque. Fue un accidente imprevisto en el libro mortuorio de los agentes celestiales de tráfico.

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