William Sydney Porter, que mucho más tarde sentaría plaza de famoso narrador con el seudónimo de O.Henry, comenzó a empinar el codo ya en su primera juventud…, y no dejaría de hacerlo hasta su muerte, a los cuarenta y siete años de edad, víctima de una cirrosis de hígado.
O.Henry, huérfano en la infancia, se trasladó a Texas desde su Carolina natal a los veinte años buscando un clima favorable para sus problemas pulmonares, y desempeñó todo tipo de oficios, hasta que encauzó su vida contrayendo un feliz matrimonio e ingresando como cajero en el First National Bank de Austin. Su carrera literaria comenzó en el trullo, concretamente en un penal de Ohio donde había sido internado por un desfalco cometido en el banco, después de una rocambolesca huida a Honduras, donde permaneció siete meses para escapar de la justicia y de donde regresó para estar presente junto al lecho donde agonizaba su esposa. Comenzó a escribir sus cuentos no porque en él hubiera nacido una tardía vocación literaria, sino para ganar algo de dinero en la cárcel para mantener a su pequeña hija. Obtuvo un éxito inmediato, lo cual no es de extrañar porque O.Henry es sin lugar a dudas uno de los más formidables narradores americanos de principios del siglo XX.
Desde entonces hasta su muerte, diez años después, escribió más de seiscientos relatos de mediana extensión y, nuevamente, no porque hubiera desarrollado una fértil capacidad creativa, sino para ganarse la vida a duras penas. Escribía acuciado por la necesidad y no sabemos si ayudado por la inspiración que encontraba en la botella, o a pesar de ella. Una anécdota referida a uno de sus más célebres cuentos ilustra perfectamente su tortuoso proceso creativo. Había adquirido el compromiso de entregar un relato a la semana al editor de la revista New York World para su suplemento dominical, relato que se publicaba acompañado por una ilustración. Retrasado en su entrega por enésima vez, el editor le envió al dibujante para que le explicara la sinopsis del cuento y así ir adelantando el trabajo. O.Henry no tenía ninguna idea, pero en cambio sí tenía una regular borrachera, y para salir del paso indicó que la ilustración debía representar a dos jóvenes enamorados sentados en una habitación modesta, ella con una espléndida cabellera, él con un lujoso reloj en las manos.
En tres horas y media, partiendo de esta imagen y con la ayuda de una botella de whisky, escribió El regalo de los Reyes Magos, probablemente el relato que le proporcionó mayor fama, y que ha sido llevado al cine en diversas ocasiones, entre ellas en O.Henry´s full house, película de episodios basada en sus cuentos, que contó con directores de la talla de Howard Hawks, Jean Negulesco y Henry Hathaway, y actores como Charles Laughton, Marilyn Monroe, Anne Baxter y Richard Widmark.
Cuenta la crónica que cuando O.Henry murió en 1910, con el hígado devastado por su impenitente alcoholismo, todo su capital ascendía a los 23 centavos de dólar que llevaba en el bolsillo.
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