Alicia Aza publica su cuarto libro de poemas, Arquitectura del silencio (editorial Valparaíso), un poemario circular escrito en endecasílabos blancos.
Aza, tras visitar Auschwitz, comenzó a preguntarse cómo sería el día a día en un campo de exterminio, y lo que en un principio iba a desarrollarse como un ensayo acabó en estos poemas del silencio —silencio en el sentido de respeto por lo que la poeta ve y siente, y ante el desamparo de la vida— que son también su alegato contra la barbarie y el horror.
“La poesía de Alicia Aza”, escribe Remedios Sánchez, “tan comprometida, tan europea y tan esencialista en su fondo y en su forma, centra su atención en la imprescindible necesidad de rehumanización, de toma de conciencia de la verdad de la Historia (con mayúsculas) para no repetir, una vez más, los horrores del pasado”.
Lectora de la poesía de Pedro Salinas y de Juan Ramón Jiménez, sus influencias abarcan un espectro mucho más amplio, como ella misma ha señalado: “Mahler, Pink Floyd, Patti Smith, Paul Celan, Rilke, Pessoa…”, con estas palabras del poeta portugués abre su Arquitectura del silencio, un pensamiento que marca la línea argumental de la obra:»¿Qué sería del mundo si fuésemos humanos?”. Imre Kertész, Paul Celan, Anna Frank, Irene Nemirovsky, Primo Levi… “Escribir un poema después de Auschwitz es un acto de barbarie. Después de Auschwitz toda cultura es inmundicia”, escribió Theodor Adorno. Alicia Aza, afortunadamente, ha escrito este libro para rebelarse, con su silencio, contra el silencio universal de la infamia.
I
Todo llega en la vida como un sueño,
la imagen fragmentada en la memoria,
el tiempo transformado en un silencio,
fisura inesperada de los días,
el aliento de un viaje al desconsuelo,
y un talismán reclama mi presencia.
Los poemas rasgados al olvido
de los que una vez fue una quimera,
imágenes ardido en un tornado
y ahora, a pesar de Adorno,me devuelven
a la sepultura del genocidio.
Mujer bella, poeta y luminosa,
ensimismada Dama del armiño,
efluvio sugerente a la armonía,
destrenzada sonris de Leonardo
en una ciudad siempre torturad.
Cracovia, un rehúso a las heridas,
lugar liberador de las penumbras,
sueños labrados tiene realidad,
deshojada l noche bajo gritos
en la plaza profunda de arrebatos.
Nadie vela las almas en los cmlos,
siempre la soledad nitre turistas
y en mi silencio hundo tu mirra.
¡Si hubiéramos llegado los dos juntos
ateridos y ciegos de promesas
como otros derrumbaron sus palabras
en donde ya no queda más que un cielo!
Tú y yo necesitamos revivir
quiénes fueron los unos y los otros.
No lo sabremos nunca, ni dormidos
veremos el dibujo irrepetible
de lo que no podemos ya soñar.
Bajo cenizas cruzan los lugares,
cristales de las lágrimas de entonces,
flores amontadas, obeliscos,
coronas de jacintos a los muertos
y nadie se da cuenta de que todos
perdimos una parte de la guerra.
La asfixia por los vasos de la sangre,
humanidad marcada y humillada.
Nuestra piel transformada en deportados
y la mirada oculta a la llegada,
estremecidos gritos insurrectos.
Si pudiera cogerte de la mano,
intuir tu calor cómplice del frío,
elevar mi dolor a tu palabra,
descubrir un misterio en tus ofrendas.
Me siento marioneta en el salitre,
inextinguible mar, carne y espinas
y un eco en la memoria del ocaso.
Llueve sobre Arbeit macht frei, el campo
al que nunca pensé que llegaría,
y lo hago exiliada de tus besos
ante la oscuridad que me devora.
Existen territorios invisibles
a los ojos despiertos de los niños,
al ruido del color de la amapola,
a la pasión del pájaro que canta
dibujando recuerdos sobre el árbol.
Existen otros campos sin paisaje
donde ni las desgracias sobreviven
al caer lo brillante de tus sueños
de quien ya es un suspiro de la noche.
Lo incoloro se ha vuelto herida negra
el trigo, las vides, cristales rotos;
tierra enferma con nubes de pizarra,
árboles de metal, troncos desplomados.
Son esos cmlos donde la presencia
es la vasta ausencia de futuro
hundida en las murallas de la nada,
registros de los cuerpos bajo números
y solo un nombre propio extendido:
Auschwitz-Birkenau, lágrimas salvajes
donde el llanto no tiene baluarte.
El recuerdo, famélicas vocales
una foto impresa en mi derrota.
Cuerpos amontonados, mercancías
humanas como naipes sepultados
de un solo palo: rayas, raya, rayas
abrazan los desnudos ojos idos
presos entre barrotes de madera
que desbordan el límite del papel
y detiene la historia para siempre.
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Autor: Alicia Aza. Título: Arquitectura del silencio. Editorial: Valparaíso. Venta: Amazon, Fnac y Casa del libro
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