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Alicia existió de verdad, XLSemanal nos descubre a Alice Liddell

Alicia existió de verdad, XLSemanal nos descubre a Alice Liddell

Alice Liddell tenía cuatro años cuando conoció en 1856 al tímido escritor Lewis Carroll, pocos podían imaginar que formarían una de las parejas más célebres y polémicas de la historia de la literatura. XlSemanal nos habla en este artículo de esa relación.

De pequeña, yo era clavadita a Alicia: los mismos ojos oscuros, el mismo pelo corto con flequillo, la misma barbilla puntiaguda. Fue un parecido que marcó mi niñez. De niña, Alicia no me interesaba en absoluto. El libro me resultaba inquietante, aterrador, habitado por personajes que crecían o disminuían en estatura o se daban a una violencia irracional.

Alice Liddell tenía casi cuatro años cuando conoció a Charles Lutwidge Dodgson, más conocido como Lewis Carroll. Era una niña adorable y con muchísimo carácter, dotada de una curiosidad y una energía insaciables, como su equivalente en la ficción. Era hija del decano de Christ Church, el collegede Oxford donde Carroll era un profesor de matemáticas conocido por su pasión por el novedoso arte de la fotografía. Mi bisabuela recordaba a Carroll como un hombre muy simpático: «La perspectiva de que nos fotografiara era una alegría para nosotras, y no un suplicio. Estábamos ansiosas de volver a pasarlo bien con él en sus dependencias».

“Las fotografías de la pequeña Alice, sola o con sus hermanas, estaban guardadas en el desván de nuestra casa, envueltas con papel tisú”.

Las fotografías de la pequeña Alice, sentada en una silla y con los morritos fruncidos, sola o en compañía de sus hermanas, estaban guardadas en el desván de nuestra casa, envueltas de forma descuidada con papel tisú.

La amistad entre Carroll y Alice se prolongó durante los siguientes siete años: una época feliz de picnics en el campo, partidas de croquet y viajes por el río que Dodgson documentó en sus diarios. Durante uno de estos viajes en barca, bajo un calor sofocante, Carroll contó cierto día a Alicia un cuento algo incoherente, muy distinto a los demás a causa del elenco subversivo de sombrereros locos y figuras reales no menos demenciales que lo protagonizaban. «Me contó la historia casi entera de Las aventuras subterráneas de Alicia -recordaría Alice- a lo largo de ese sofocante día de verano en que los prados aparecían borrosos por la calima. Supongo que las historias de esa tarde tuvieron que ser mejores de lo habitual, pues recuerdo con claridad que empecé a pedirle que las escribiera para mí, cosa que nunca había hecho antes. Me dijo que lo pensaría, pero yo seguí insistiendo y le arranqué la promesa que lo llevó a ponerlo todo en el papel.» Mi madre tenía un ejemplar de Alicia en el País de las Maravillas, el celebérrimo resultado final, ejemplar que Carroll le había regalado a su abuela con una dedicatoria en tinta violeta: «Para la muchacha cuya equivalente de mismo nombre inspiró esta historia un feliz día de verano».

“La amistad entre Alice y Carroll terminó de forma agrupta justo cuando era más estrecha. Mibisuabuela tenía 11 años y Carroll, 31”

Sin embargo, la amistad entre Alice y Carroll terminó de forma abrupta justo en el momento en que era más estrecha. Alice tenía 11 años y Carroll, 31. Las páginas del diario del escritor correspondientes al momento en que tuvo lugar la ruptura fueron expurgadas con ayuda de una cuchilla por la sobrina del autor a la muerte de éste. Algo sucedió esos días, algo que la sobrina no quería que pasara a la posteridad…

¿Estaba Lewis Carroll enamorado de la hermana mayor de Alice -Ina- o de la tutora de las niñas o incluso de la madre de Alice? Hay quien dice que la ruptura no fue abrupta, sino de tipo gradual. A mi entender, el diario apunta a una ruptura muy repentina, casi traumática: Carroll se encontraba con la familia casi a diario hasta el 27 de junio de 1863, pero a partir de esa fecha y durante los cinco meses posteriores no hay mención a un solo miembro de la familia Liddell. La siguiente referencia aparece el 2 de diciembre, cuando Carroll anota que ha visto a la señora Liddell y sus hijas en una función teatral en Christ Church, pero que han optado por no saludarse: «Me mantengo alejado de ellas, como llevo haciendo todo el curso».

Lo más probable, en mi opinión, es que Carroll estuviera enamorado de Alice. Fue para ella, al fin y al cabo, para quien creó el País de las Maravillas; fue en ella en quien concentró sus energías; ella fue a la que, muchos años después, en 1885, él describió como «mi perfecta niña-amiga». Es posible que dicho enamoramiento fuera reflejo de una más amplia fascinación por las niñas pequeñas en general. Carroll agrega: «Desde mis días contigo he tenido muchas otras niñas-amigas, pero nunca ha sido lo mismo».

Todo esto hoy suena escandaloso. Pero, en aquellos días, el hecho de que una niña y un adulto mantuvieran una relación personal resultaba corriente y no era motivo de tantas inquietudes como en el presente. A la vez, es difícil creer que la relación de Carroll con sus niñas-amigas fuera inocente por completo: los hombres no acostumbraban a escribir unas cartas así. Es posible que Carroll albergara unos deseos oscuros, pero también que se las arreglara para transformarlos en los juguetones coqueteos de sus misivas, en los dos libros escritos para Alice.

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