Lo de Alicia Giménez Bartlett rompe todos los esquemas. La dama de la novela negra catalana, que vive ahora en Vinarós, lleva casi treinta años despachando montones de ejemplares de cada nuevo título de su Petra Delicado y su lugarteniente Fermín Garzón, por quien asegura sentir debilidad. Con más de dos millones de lectores de la serie en todo el mundo y una exitosa adaptación televisiva protagonizada por Ana Belén, una nueva entrega de la inspectora pionera del noir español acaba de llegar a las librerías. ¿Su título? La mujer fugitiva (Destino, 2024). Una intriga subyugante y muy adictiva que arranca cuando el propietario de una furgoneta gastronómica ambulante, un food truck, es hallado apuñalado en su interior. El asesino, hay que advertirlo, no está dispuesto a ser descubierto.
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—Después de casi 30 años de Ríos de muerte (1996) ¿cuáles son sus actuales relaciones con la inspectora Petra Delicado? Porque ustedes han envejecido juntas.
—Como he escrito otros libros además de los de Petra, nuestra relación sigue siendo buena. No me he hartado de ella. Tal vez llegue un momento en que ocurra. La inspectora ya es una vieja amiga. Y Garzón más.
—Fermín Garzón, ese Sancho Panza que intenta siempre bajar a la tierra a su quijotesca jefa.
—Absolutamente. Es increíble, yo misma no lo había pensado, pero es sí. Ella no es más idealista pero sí más intuitiva y teórica, y él está aferrado a la realidad sin ser estúpido en absoluto. Como no lo era Sancho Panza.
—¿Y seguirá esta relación?
—De momento sí, porque he firmado otro contrato para una nueva novela de la serie. El día en que yo crea que piense que esto ya no va a ninguna parte espero tener la suficiente fuerza y lucidez para decir: «Petra, te lo agradezco mucho, pero esto se ha terminado».
—¿Cómo será el final de Petra Delicado?
—Lo dije al principio de la serie. La meteré a monja. Es un final muy español.
—¿De qué chispa prendió en su cabeza La mujer fugitiva?
—El mundo de los food trucks me llamaba mucho la atención. Todo aquel que vive en sociedad y a la vez de alguna forma al margen, aislado, que no tiene horarios, que trata con mucha gente distinta que tampoco son clientes fijos me fascina. Me ocurre lo mismo con los camioneros y, de hecho, también escribí una novela sobre ellos. Y se me ocurrió que los food trucks también podían dar mucho juego en una novela negra.
—El género negro protagoniza una suerte de huida hacia delante en los últimos años, complicándose cada vez más, exagerando, digamos la pirotecnia. Pero usted sigue fiel a un estilo que no sé si definir como novela negra minimalista: hay un crimen que resolver. Punto. ¿Lo ve así?
—Sí, digamos que yo aplico un sistema clásico que luego, al final, es la base de toda novela negra. A veces no hace falta añadir mucho más a los patrones básicos. Ojo, porque sea un esquema ya conocido no significa que sea fácil.
—¿Cómo trabaja la trama?
—Hay una manera de escribir novela negra que podríamos describir como arquitectónica. Dibujas un plano, colocas los muebles y los personajes y organizas la acción por habitaciones: aquí se cometerá el asesinato, aquí se reunirán los sospechosos, etc. Ese no es mi método. Mi método es más bien escultórico: cojo los materiales, los machaco, los doy forma y voy añadiendo y quitando sobre la marcha. A veces llego así a lugares que nunca hubiera imaginado. Me sorprendo a mí misma. Y no me aburro.
—Dicen que el género negro ejecuta, como suele decirse, la mejor crítica del tiempo histórico en el que escribe su autor.
—Sin duda ninguna. Una buena novela negra debe dar una visión de lo que ocurre alrededor suyo. ¿Cuántos universitarios muy preparados andan trabajando en cualquier cosa? Pero ojo, la crítica social se debe prodigar con pinceladas, no hace falta subrayarlo. Los subrayados en literatura siempre están de más.
—Cuando Petra y Fermín van a investigar el crimen, los que regentan el food truck cercano son un químico y una socióloga. ¿Para cuándo una novela con un escritor precario?
—¡Claro! El otro día leí en Zenda, aterrorizada, que en España los escritores que vivimos de la literatura somos apenas un 2%. Es tan escandaloso que da miedo. Y es curioso porque, asediados como estamos por las pantallas, creo que los que seguimos leyendo en papel nos sentimos parte de una minoría privilegiada. No hay mejor manera que algo así para estimular a los más jóvenes a leer, y a escribir, que invitarles a formar parte de un club elitista.
—¿Tienen los novelistas del noir asesores técnicos?
—Claro, yo tengo a una comisaria que cuando empecé a trabajar con ella aún era inspectora y siempre me ha ayudado. Además, los mossos, por ejemplo, tienen un departamento de relaciones con periodistas y también con escritores. Les escribes tus dudas y te responden. Así no metes la pata.
—¿Usted ha metido la pata alguna vez?
—¡Sí! Hace unos años, en uno de sus casos, Petra Delicado sacaba su Glock 95 y disparaba siete tiros. Poco después llegó una carta a la editorial a mi atención en donde me explicaba que esa pistola no podía disparar esos tiros. Desde entonces, siempre que escribo sobre armas consulto con mi asesor. (Risas)
—Vive ahora en el campo, en Vinarós, Valencia, alejada de Barcelona. ¿Cómo lleva el protagonismo incesante de Cataluña en la actualidad informativa? Lo digo porque cuando los rescoldos del procés estaban a punto de apagarse el resultado de las últimas elecciones lo devolvió todo de nuevo a la palestra.
—No estoy tan alejada. Mantengo mi vivienda de siempre en Barcelona y acudo con cierta frecuencia. Y por otra parte, ¡ya no hay distancias! (Risas) A ver, todo esto me cansa, es agotador. Yo nunca fui independentista, aunque entiendo el independentismo catalán. Pero me aburre todo muchísimo.
—Nunca olvidaremos la camiseta con la que ganó el Planeta, en la que se podía leer «Merde». ¿Qué ocurrió aquel día?
—La gente es demasiado solemne. Vamos a ver. Cuando ganas el Planeta lo sabes dos semanas antes. ¡No te emociones el día de la entrega, como si acabaras de recibir la noticia!
—Fernando Savater exclamó cuando se lo dieron que sospechar del Planeta era como sospechar de los Reyes Magos.
—Pues mucha gente sigue creyendo en los Reyes Magos. Pero yo no estaba dispuesta. Me apetecía más divertirme y divertir a los asistentes.
—¿Le queda alguna aspiración literaria que cumplir?
—El Nobel de Literatura. Para chula yo.
La chulería (y la ironía) son muy necesarias en muchas ocasiones. Pero si Dashiell Hammett, Chester Himes, Jim Thompson, Horace McCoy, Charles Williams, Raymond Chandler, Don Tracy o James M. Cain nunca recibieron el Nobel de Literatura, igual no es fácil que lo reciba la dama de la novela negra catalana. Al menos ganó un premio tan prestigioso y respetado como el Planeta (no hay más que ver quién lo ha ganado esta última edición).
Acabo de terminar de leer La mujer fugitiva y ya estoy esperando otra aventura de Petra Delicado. Es realmente adictiva en su combinación de discursos con sus compañeros, en especial, con el de su contrapunto Fermín. En cuanto a su posibilidad de ganar el Nobel, la consideré una ironía muy propia de su personaje. Felicitaciones por la entrevista y por el libro.